El último canto de Totó la Momposina
Fotos de Pablo Pulido y video de Catalina Castro
Eran las 4:45 de la tarde cuando el sol todavía picaba. El segundo escenario, Cotoplaxi, a cielo y campo abierto del Simón Bolívar, cada vez albergaba más gente. Seguramente por el hecho simbólico de ver el último baile, escuchar el último canto sobre el escenario de la maestra de maestras, Totó la Momposina, y ver un ritual iniciático de una nueva generación de cumbieras que llevaría su legado, ese espacio vibraba ya en música, alegría y emoción.
Así, con una dinastía de gaiteros y unos bombos que retumbaban el espacio, se dio paso al concierto. Con “La Piragua” y ese coro plasmado en la memoria colectiva de quienes habitamos este pedazo de tierra llamado Colombia que dice: “era la piragua de Guillermo Murillo”, la euforia se hacía cada vez más grande. Esto, mientras varias palmas se alzaban en el aire y varias polleras de colores onduleaban a ritmo de una cumbia cadente que cada vez se aceleraba.
Aquí fue cuando Totó entró al escenario. Con un vestido y un turbante rojo sobre su cabeza, como una reina cuyo legado ha de celebrar, se sentó la mayoría de tiempo atestiguando el concierto mientras llevaba el pulso. Así, entre cumbias, porros, mapalés y sextetos, varias veces se nombró al concierto como un momento único y memorable: esta sería la última vez de Sonia Bazanta Vides, de 82 años y quien representa la cuarta generación de una familia en cuya sangre fluye la música del Caribe, y que ha abierto en la historia musical y cultural de nuestro país un camino para que otros sigan preservando el sonido de los tambores sobre un escenario.
A la presentación se sumó Adriana Lucía quien interpretó “El Pescador” y “Yo me llamo cumbia” con una voz potente y una energía alta que parecía estar acompañada por el calor de la tarde. Aquí la cantante habló de la importancia de preservar el legado de los pescadores y los guardianes de la magia, lo que fue ovacionado con un gran grito colectivo del público. Luego también llegó Nidia Góngora, quien habló del legado de Totó, de norte a sur, del Caribe al Pacífico y con su voz ronca cantó “La Sombra Negra” con un ritmo más salsero y donde la clave y el timbal fueron los protagonistas.
Más tarde llegó Mónica Giraldo, quien imprimió en el espacio una energía tierna incluso por momentos nostálgica. Con “Así lo canto yo”, una canción hecha para Totó, la cantautora entonó notas dulces hablando de los ojos negros de la maestra, de su legado influenciado por el río y el sol. De una música que trae calor, de un tambor que repica. Con esto, dejó un mensaje tácito en el público: si no fuera por él sonido que representa Totó, no podríamos sanar todas las heridas que nos ha dejado la guerra y el dolor de la historia sobre los hombros de nuestro país.
Así, con una atmósfera íntima y muy cercana, Giraldo le entregó unas flores a Totó y una carta en la que decía que esas miles de personas que estábamos allí, viendo lo que sería su último baile y su último canto sobre un escenario, éramos solo una mínima fracción de a quienes con su música había impactado. El momento estuvo lleno de agradecimiento, complicidad, amistad. Sobre todo, también por ver a una figura tan poderosa como la de Totó, un poco más pausada, más meditativa y menos activa, pero aún así, llena de vitalidad a su manera. Sosteniendo con su presencia todo el espacio: la energía en el escenario y la del público.
El cierre no pudo ser más simbólico. La maestra de maestras, ya cuando el sol no picaba y el viento comenzaba a hacerse más intenso, cantó “Rosa”. Con un fondo con miles de flores de todos los colores en el fondo, unos tambores intensos rompiendo el cuero y esa letra que dice: “De las flores, la más hermosa, es la que lleva el nombre de Rosa. Sobre la vida, regando flores, la llamaré Rosa de mis amores, lo que traigo es mi pregón: Rosa, qué linda eres, Rosa qué linda eres tú”, era evidente que ella, era esa flor que brotó, llenó los espacios de vida, de belleza y labró la tierra para que otras cumbieras y generaciones de músicos sigan floreciendo.
¡Gracias Totó, tu legado siempre seguirá vivo!