El metal volvió a rugir en el Simón Bolívar
El parque Simón Bolívar es un punto geográfico especial porque desde hace ya casi tres décadas se ha convertido en uno de los centros musicales más importantes de Colombia. A lo largo de los años, millones de personas han vibrado en este parque. Durante incontables días, este suelo, este lodo, ha sentido la euforia, las vibraciones y el calor de la gente que ha llegado a este pequeño punto del planeta para sentirse vivo a punta de música.
Y sin duda, los corazones que han palpitado con más júbilo en el Simón Bolívar han sido los metaleros. Por eso el día de metal de la celebración de los 10 años de Idartes, fue más que especial. Porque después de dos años sin Rock al Parque, volver a escuchar metal en este parque es casi que un sueño cumplido para decenas de personas que han esperado pacientemente para sentir la fuerza de la distorsión en sus cuerpos y gargantas.
Si bien este festival no fue, ni pretendió ser Rock al Parque, fue una gran jornada rockera, la cual fue enteramente protagonizada por el talento colombiano. Y desde temprano, se demostró que los artistas del país están en un muy buen nivel.
El festival arrancó a las 11:45 de la mañana bajo un cálido sol, una rareza ya que la temporada de lluvía ha estado muy intensa en la capital. Y a pesar de que no había ni una nube en el cielo, el rigor de las tormentas se sentía, y olía, en el ambiente ya que el lodo y los charcos cubrían el pasto.
Esta vez los escenarios estaban ubicados de forma perpendicular sobre la grama y no en la plaza como es tradición. Pero la distancia entre ambos no era muy grande, el problema es que cada vez que uno quería ingresar a ver una banda tenía que pasar por un control y una requisa lo cual entorpeció las dinámicas y en ocasiones causó filas molestas.
Afortunadamente el clima hizo muy plácida toda la jornada que comenzó con Ataque de Pánico, banda compuesta por cuatro mujeres que ha ido creciendo a pasó firme y cada que llega a una nueva tarima se la toma con toda su fuerza. Demostrando que el futuro metalero de la capital está en buenas manos.
Luego fue el turno de uno de los show más performáticos de la jornada, Rattus Rattus con su punk rock n roll y su actitud irreverente, desafiante y fiestera hizo bailar a la gente que poco a poco iba llegando al parque. Al tiempo, el segundo escenario empezaba a vibrar con el thrash metal de Convicted, a quien le siguió una de las mejores sorpresas del día, Xinnix. Este proyecto compuesto por Mad Kat en el bajo y la voz y Boris Rodríguez en la batería, dejó impresionados a las personas que llegaron a cabecear y poguear con el denso, oscuro y a la vez fiestero sonido de esta banda.
Una de las cosas más bellas de este día es que se sintió como una reunión familiar, no solo porque en esta ocasión el festival se abrió para toda la familia, sino por esa sensación de reencuentro. Varias niñas y niños, caminaron de la mano de sus padres, con la ilusión en los ojos y todas las ganas de dar sus primeros pasos en el metal. Sobre el lodo, la gente se daba abrazos, sonreía, conversaba. Varios rostros que por meses solo se vieron a través de pantallas, se volvieron a reconocer.
Ese cariño también se sintió desde el escenario, ya que prácticamente todas las bandas que se presentaron, agradecieron con mucha emoción a sus amistades, familiares y a todos los que llegaron a escucharlos y despejarse por unas horas de la compleja realidad. Este día fue una liberación, una catarsis y una alegría de poder volver a sentir los golpes en un pogo, como sucedió con Threshold End, banda de death metal que inyectó la dosis de furia y fuerza al escenario principal, donde se reunió una buena horda metalera que sobre el fango demostró porque el metal bogotano es tan fuerte y además calentó el ambiente para una de las mejores presentaciones del día.
Ursus que con toda la experiencia de sus 20 años de carrera hizo temblar la tierra. El lodo volaba por los aires y el pogo no paró durante toda esta enérgica y muy cálida presentación que mostró la pasión y el cariño que la gente tiene por Ursus.
En el segundo escenario la velocidad y la distorsión también aceleraban los latidos, primero en las guitarras llenas de fuego thrashero de Savege y luego con “la energía del tupa tupa” de Rainmaker, que curiosamente como su nombre lo indica, trajo una pequeña lluvia que acompañó las presentaciones de Ray Morgan y Albatroz, que llenaron el escenario principal de heavy metal al mejor estilo de la vieja escuela; y de Dead Silence, que con su death metal melódico dio una cátedra de virtuosismo y pasión. Esta presentación fue tan intensa que incluso hubo un eufórico wall of death y cerró con un arregló sinfónico.
Cuando paró la lluvia, llegaron los cierres de la jornada. Ambos muy emotivos ya que fueron un sentido homenaje a la memoria de todos los que ya no están. Primero, en el segundo escenario, Herejía tocó con toda su fuerza y alma para recordar el tremendo legado de Ricardo Chica, guitarrista de la banda que falleció a inicios de este año a raíz del Covid-19. Esta banda de death metal sinfónico mostró la calidad de sus más de 30 años de carrera y dio un regalo que tocó todas las fibras de sus fanáticos.
Finalmente, en el escenario principal cayó la tarde y el cielo se pintó de colores. Naranja, azul, morado, rosado, Bogotá entregó una postal hermosa que se juntó con el grito de “Elkin, Elkin, Elkin”, que recordó la memoria del titán, Elkin Ramírez, quien sigue vivo en las notas de Kraken, su fiel banda, que hoy con la carismática Roxana Restrepo en la voz, mantiene intacto el legado de este músico.
Sin duda este día demostró que el metal colombiano está más fuerte y vivo que nunca. Que la gran familia metalera no se rinde por nada y que las ganas de crear, gritar, darse golpes, saltar y vibrar siguen intactas.
Aquí les dejamos algunas postales de la celebración metalera de los 10 años de Idartes.