Breve recorrido por la diversidad sonora del Caribe
Hablar de la identidad cultural en el Caribe colombiano es hablar de un panorama muy amplio. El mismo costeño no concibe su territorio como algo uniforme, sino todo lo contrario: diverso en su esplendor. Quizá, ello se deba a la vasta geografía que desde el inicio de los tiempos tuvo el desarrollo de etnias como la Zenú, Wayú, Arhuacos, Wiwa, Embera Katíos, Chimilas y demás etnias del Caribe, que a su vez fueron mezclando su linaje a través del mestizaje con afros, españoles y posteriormente con la alta población árabe que arribaba y se asentaba en esta región.
En efecto, la Costa no es un territorio homogéneo y sus habitantes perciben las diferencias a nivel político, económico y cultural. Del Bajo Sinú a las Riveras del Magdalena, de la Alta Guajira a los Montes de María, del Atlántico a la sabana Cordobesa y hasta el César, deriva una gran variedad de acentos y músicas. Esto también es notorio en su relación con el Gran Caribe, en su interacción con la región central del país y con las periferias con quienes guarda múltiples similitudes.
Durante el proceso de autoconocimiento por el que pasan la mayoría de los artistas, nos hemos encontrado con exploraciones musicales que detectan en la raíz del propio folclore su musa. Ya lo mencionaba David Sánchez Juliao en su conferencia La felicidad de ser lo que somos, al decir que “uno sufre mucho siendo lo que no es, pero no se da cuenta de que está sufriendo”. En la música, hemos entendido que el rock, el reggae o el jazz gestado en el Caribe tiene su propia identidad inherente a las suposiciones más puristas que se pretenda mantener. Y en ese descubrimiento han nacido variaciones musicales que se nutren e interactúan con los sonidos del resto del país.
“La historia nos ha señalado que toda esta variedad de géneros musicales que se dan en el Caribe colombiano obedece a un sincretismo musical en donde han convergido diferentes culturas. Por ejemplo, en el caso de las músicas tradicionales más representativas del departamento de Córdoba, como son los porros y el fandango, han tenido su génesis en esa amalgama cultural. De allí es que nuestra región posiblemente sea la que presenta mayor variedad o diversidad de ritmos musicales”, manifiesta Rodín Caraballo, uno de los músicos más prominentes del departamento de Córdoba y la región. Su fusión entre músicas tradicionales del Sinú y la incorporación de jazz, a través de la investigación y la experimentación con diferentes ritmos y géneros musicales, le ha permitido encontrar una sonoridad única que identifica al grupo bajo su dirección, Sinujazz Ensamble.
Al puntualizar sobre los referentes de la música tradicional en el jazz Nacional, Rodín Caraballo menciona varios pilares fundamentales: “Grupos como Sinujazz Ensamble, Sinujazz Quartet, así como Juan Guillermo Villarreal y su trío, Sinsonte -agrupación bogotana con un integrante monteriano-, Gerson Rivera Zumaqué, sobrino de quien es el más grande compositor del siglo XX, el maestro Francisco Zumaqué, quien fuera el iniciador de ese camino hacia las nuevas sonoridades, creando nuevos referentes de gran importancia en Colombia y el Caribe”.
Claramente, la música, en constante evolución, se une con los sonidos del mundo, como sucede en cualquier lugar del planeta, pero aprovechamos esta oportunidad para reunir varias voces de distintos departamentos del Caribe colombiano para conocer desde cada una de sus experiencias los elementos sonoros que más influyen en sus propuestas musicales.
Humberto Pernett, de Barranquilla, expresa que a pesar de los años que ha vivido fuera de su ciudad natal, el acento es algo que se expresa no solo en el habla sino en la musicalidad. “Al crecer en un ambiente en el que no cabía lo cachaco, no cabía en nuestro inventario emocional, se conoce uno más y se apropia más de lo suyo. Conservo la herencia y eso hace parte de la sabrosura, de las buenas vibras y los colores del Caribe, que siempre nos evoca al mar, la rumba bacana. Siempre se acompaña con la música, con el tumbao, hace parte de un sello cultural, surge de manera natural. Hay una influencia grande en el slang, en toda la movida de esta música neotropical”.
Nuestro recorrido continúa en Uribia, en la Alta Guajira, donde Henry Pimienta Pushaina, un músico profesional egresado de la Universidad del Atlántico, presenta su propuesta de fusiones musicales a través de la incorporación del Jayeechi (canto de los indígenas Wayúu), en sus composiciones de guitarra clásica.
Henry comenta que “durante sus estudios se preguntaba constantemente qué pasaría, si fusionaba la guitarra con la turrompa”, un instrumento wayuu, hecho de metal que se pulsa con los dedos y con su vibración se producen los sonidos. El resultado ha sido la composición de las obras 'Achijirrawaa Wayúu', inspirada “en el sueño de un wayuu, en el que se le dice que debe despertar y debe caminar porque este es el momento”; mientras “Paisaje Wayuu” y “Voces de estrellas” nos transportan al escenario tranquilo y natural del norte del país.
A través de la filiación de dos elementos sonoros que no suelen mezclarse, él busca dar a conocer las melodías de su etnia: “Quisiera que haya mayor difusión de la cultura nuestra, los creadores de estos sonidos son pilares fundamentales para promover el conocimiento”, expresa.
Desde Cartagena, Funckcho Salas de El Caribefunk, manifiesta que “la alegría contagiosa, es un elemento imprescindible en los elementos de la musicalidad del Caribe. Nosotros aún estamos en búsqueda de un sonido propio, pero siempre hemos querido reforzar la conexión entre África y América, ser ese punto donde confluyen esas dos partes, con la identidad del sabor Caribe”, apunta el joven vocalista de la banda cartagenera que mezcla kompa haitiano, el rocksteady, el calipso, el zouk, el bullerengue y la cumbiamba.
Y es que Cartagena, y gran parte del Bolívar, representan esa unión de las sonoridades del Gran Caribe, con influencia afro que corre por las venas de los creadores musicales y del público mismo al bailar. Agrupaciones como Kombilesa Mi, se destacan por su rap realizado únicamente con tambora, llamador, marímbula e instrumentos de percusión de la región, con el cual buscan proteger el legado lingüístico de sus antepasados, cantando letras contra la discriminación, exigiendo educación, admirando el rol de las mujeres en el mundo, mientras repiten en sus cánticos que todos somos iguales.
A partir de todas estas nociones, podemos avanzar hacia la construcción de la identidad caribeña a partir de la pluralidad, dialogando con las otras regiones y reconociendo que, a pesar de la centralización, es precisamente allí donde confluyen todos los saberes musicales del país.