Bandas colombianas que nacieron en el colegio
La idea de que el colegio es la mejor época de la vida es un lugar común que no es tan cierto. Para varios otros momentos de la vida han terminado por ser más significativos que ese largo deambular, diario, por los mismos pasillos y salones, entre caras extrañamente familiares.
Sin embargo, hay grupos de la escena nacional, o parte de ellos, que empezaron a caldearse en ese contexto. Ya sea porque comenzaron a tocar desde ese entonces o porque consolidaron amistades con las que luego decidieron crear, hacer música.
Nos acercarnos a algunas de estas agrupaciones que, al empezar a contar su historia desde esos años, hoy tienen esa complicidad de las viejas amistades a la hora de hacer discos o de subirse en los escenarios.
Oh’laville, Margarita Siempre Viva, Tr3sDeCorazón, Hermanos Menores, Los Pirañas y 1280 Almas, hablan sobre esos años en los que se conocieron con sus amigos y compañeros de banda.
Oh’laville
Oh’Laville se fue conociendo a medida que algunos de sus integrantes perdían años escolares. Mateo París (vocalista/guitarrista) quedó con Andrés Toro (Guitarrista). Y Andrés Sierra (Bajista), que era del grado de Toro, quedó con Luis Lizarralde (baterista), que es el menor. Todos estaban en los programas de música del colegio y se fueron cruzando en distintos proyectos.
Los unió el rock, el ochentero y noventero. Mateo y Luis tenían una banda en la que hacían covers de Guns N’ Roses, que de alguna manera derivó en una de reggae a la que entró Andrés. A su vez, Luis y Andrés tocaban metal y covers de bandas como Dream Theater. Casi todo el tiempo que compartían estaban tocando. Luego empezaron a salir juntos, a compartir amigos, a hablar de su cotidianidad y la amistad se consolidó. Pero siguió siendo la música y la idea de hacer y tener una banda, el hilo conductor de todo.
Ya graduados abrieron más sus oídos, desde artistas como Robi Draco Rosa a bandas acústicas como Days of the New. Y es durante esos primeros días de universidad que deciden armar Oh’laville.
Desde ese momento hasta hoy la banda ha tenido una clara evolución: “Se ha transformado al mismo tiempo que maduramos, a medida que hay más responsabilidades como adultos. Creo que se siente un montón en la manera en cómo abordamos el trabajo, la creación entre todos, y cómo abordamos nuestro rol”, explica Luis.
También por la música, de la que se alimentan a diario, pasaron de ser una banda acústica, sencilla en formato pero con composiciones complejas y letras metafóricas, a una con más elementos sonoros, robusta y aterrizada: “En los comienzos la visión estaba más ligada a estas ideas de la música buena y mala, sobre complejizar las cosas, de los acordes raros, esa idea un poco joven de la visión artística. Creo que es un proceso natural que le pasa a un montón de músicos”, dice Mateo. Hoy sueñan con poder construir un legado importante en la música alternativa.
Margarita Siempre Viva
Mateo Vanegas (guitarrista) y Cristian Sánchez (vocalista) estudiaron décimo y once juntos, en Medellín. Compartían gustos musicales similares, pero tenían diferencias personales. Solo hasta después de graduarse decidieron dejarlas a un lado, juntarse y empezar a recorrer un camino que desembocaría en Margarita Siempre Viva.
Los unía el punk, bandas como Eskorbuto, La Polla Records o la escena del Punk Medallo de los 80. También algo de ska y de rock en español tipo Soda Stereo, Héroes del Silencio o Spinetta. Después llegó el indie y las últimas tendencias alternativas del rock.
Mateo y Cristian tocaron juntos en una banda de ska punk, pero con los demás integrantes de Margarita Siempre Viva - Daniel y Camilo Velásquez, que son hermanos- se conocieron ya graduados del colegio. Todos con hambre de música y con algunos intentos de formar bandas encima.
Desde ahí se ha transformado mucho su música: “Todos estos años no hemos dejado de escuchar nuevos referentes. Siempre estamos en constante retroalimentación y la visión artística ahora es más madura que en el debut”, explica Daniel.
Tr3sdeCorazón
Sebastián Mejía (vocalista/guitarrista) y Andrés Felipe Muñoz (baterista) se conocieron en 1985, cuando entraron a estudiar en el Calasanz de Medellín. Hicieron todo el colegio juntos hasta el año 1996, año en el que se graduaron: “Nos conocimos jugando fútbol, porque él era el dueño del balón y yo era el arquero, dos ingredientes básicos; no todos tenían balón y nadie quería jugar de arquero. Éramos una llave interesante desde el inicio”, recuerda Sebastián.
También compartían en el estudio, estaban en el mismo salón, por lo que se turnaban de casa para hacer tareas. Hasta sus padres eran muy amigos: “Varias cosas nos unen en realidad. Hasta algunas ex novias (risas)”, relata Sebastián.
La música que los unió fue la de Metallica. El video de “One” derivó en muchas sensaciones y en el inicio de un sueño. Desde ese momento la música y la visión artística no ha dejado de transformarse: “A medida que uno avanza en la vida va desbloqueando niveles, aprendiendo nuevas cosas. A esto hay que sumarle todas las experiencias que se tienen con la banda, con la amistad”, explica el vocalista.
Tr3sdeCorazón se mantiene el día de hoy como banda independiente que tiene claro el tipo de música que quiere hacer, construyendo su propio espacio en el rock nacional. Han sabido leer cambios internos, cómo muta su forma de pensar y de ver el mundo. Los matices que va entregando el camino: “Creo que la unión de nosotros como banda se ha dado por la confianza, por la amistad, por el respeto de toda una vida prácticamente”, afirma Sebastián.
Hermanos Menores
Daniel Piedrahita (guitarrista) llegó al colegio un día cualquiera en el mes de octubre. Y ahí vio “parqueado al chico nuevo”. Se trataba de Alejandro Solano (bajista), que había entrado un par de meses después de iniciado el año a cursar tercero de primaria. Tenían unos ocho años y toda una amistad por delante.
Con el tiempo los unió los éxitos del rock de MTV y el metal. Junto con otros dos amigos entrañables, Andrés Villegas y Antonio Espinoza -estudiaron en un colegio de solo tipos- empezaron a armar covers de bandas de thrash metal: “Era como un juego, queríamos jugar. Jugábamos a que teníamos una banda y en eso nos convertimos (risas)”, cuenta Daniel. Todo estaba acompañado de un afán por descubrir bandas, encontrar y explorar los formatos físicos de la música, buscar la sorpresa y los conciertos en vivo.
También los juntó la aventura, el gusto por acampar y explorar. Los toboganes de Piscilago, El Señor de los Anillos y posteriormente la fiesta: “Nuestros días de nacimiento están separados por dos días: 9 y 11 de diciembre. Un astrólogo profesional diría que eso tiene mucho sentido en las cosas que han detonado en nuestras vidas (risas)”, relata Daniel.
Ya son más de diez años haciendo música juntos, en los cuales su visión artística se ha transformado de manera paralela con sus vidas, hasta llegar a Hermanos Menores. Ha sido la música la encargada de moldear su criterio y caminar. Y no lo describen como un proceso de maduración: “Simplemente después de un primer entusiasmo juvenil -ingenuo y por lo mismo genuino- por el metal o por el rock al que accedíamos por canales mayoritarios, fuimos descubriendo que hay todo un mundo moviéndose en cuanto a la creación musical”, cuenta Alejandro.
Fuera de los circuitos mayoritarios, encontraron más y nueva música, nuevas vertientes y nuevas formas cada vez más comprometidas y honestas en el oficio de creación. Y si bien esa raíz del metal ha sido permanente y continua, ese espíritu de lo oscuro, de lo melancólico, de lo pesado, ha hecho metamorfosis en otras cosas: “Reconocemos unos mismos colores y texturas que nos mueven desde entonces, pero que hoy encuentran expresión de diversas maneras, hacia sonidos más sutiles, hacia la belleza como nosotros la concebimos, no apegada a un criterio externo”, explica Alejandro.
Los Pirañas
Pedro Ojeda (baterista), Mario Galeano (bajista) y Javier Morales (Acordeonero del mítico Ensamble Polifónico Vallenato) se conocen desde que estaban en segundo de primaria. Iban al mismo colegio, al Colombo Británico, que luego cambió su nombre a Gimnasio Los Andes. Los separaron y en séptimo los volvieron a juntar y ahí se consolidó la amistad. Ya en noveno, llega Eblis Álvares (guitarrista), que venía del Colegio Cafam y, aunque entra a otro curso, empezaron a hacer música juntos hacia el año 1993.
Los unió mucho el rock latinoamericano de bandas como Sui Generis, Soda Stereo, Charly García y sus diversas bandas, y Spinetta con agrupaciones como Invisible o Almendra. También el rock progresivo inglés: Led Zeppelin, King Crimson, Yes, entre otros. Y por otro lado, la música de Guillermo Buitrago y posteriormente de Juancho Polo Valencia y Andrés Landero. “
Toda nuestra vida giraba en torno a la música, comprar discos, ir a conciertos y a bares. Siempre muy pegados a tocar, ensayar, intercambiar”, explica Pedro.
Son ya muchos años haciendo música. Años que se sienten cuando se juntan en Los Pirañas, el proyecto que comparten. Y claramente esta se ha transformado a medida que investigan más y el espectro se va abriendo: “Quizás la visión artística sí se mantiene un poco intacta en el sentido de hacer lo que nos gusta y no dejarnos influenciar o permear demasiado por el mundo exterior comercial o las grandes tendencias del mainstream”, explica Pedro. Y claramente esa capacidad de fascinarse por nuevos contenidos y estéticas musicales.
1280 almas
En el colegio se conocieron tres de los miembros fundadores de 1280 Almas. Eran un grupo de amigos sólido, pero sus intereses no estaban particularmente en hacer rock. Fernando Del Castillo (vocalista) era del mismo curso Leonardo López (percusionista). Y a Juan Carlos Rojas (bajista) lo contactó Fernando a través de su padre -profesor del colegio- cuando éste tuvo la intención o la idea de trabajar en un periódico estudiantil: “Al principio me pareció bastante petardo, pero había leído algunos de sus textos y era alguien con quien me interesaba trabajar”, recuerda Del Castillo.
Empezaron el periódico y esto derivó en encuentros en la parranda: “Ahí se forjan amistades fuertes”, afirma el vocalista de las Almas. También tuvieron algunos experimentos con el teatro, que más bien eran una exploración con una tendencia cinematográfica. Y luego sí llegó la música. “Cuando apareció la opción de dedicarnos a la música, encontramos lo que al parecer estábamos buscando: ponernos a tocar incluso sin saber tocar, hacer música sin saber hacer música”.
Ya en la Universidad el futuro cantante de 1280 Almas se conoció con el guitarrista Hernando Sierra, y con quien fue el primer tecladista de la banda. Los unió la búsqueda y el intercambio musical: “Coincidimos en una amalgama de gustos, sobre todo en The Rolling Stones, en Led Zeppelin… Mucho del rock clásico, del indiscutible. Escuchamos una cantidad de metal y empezamos a oír sobre todo punk y música de aquí de Colombia. Para nosotros fue muy importante La Pestilencia”, recuerda Del Castillo
Pusieron sus oídos en el post-punk y new wave. En el power rock, en los Red Hot Chili Peppers o Urban Dance Squad. Aparecieron agrupaciones como Fugazi y tenían contacto con el ska, con la música de The Specials, The Selecter o de las propias bandas jamaiquinas. También eran, en mayor o menor grado, aficionados a la salsa dura, la de los 70. Y en medio del acceso de información y de conocer a personas con un cerebro muy inquieto -como sucede en la Universidad Nacional de Colombia-, todo decantó: querían un grupo de rock que juntara todo eso.
A Fernando no le interesa mucho reflexionar sobre lo que ha sido el camino de 1280 Almas: “No soy muy apegado al recuerdo, a pesar de que nosotros siempre intentamos hacer un regreso al origen en cada disco y no ser inconsecuentes con nuestro sonido”. Pero tampoco desconoce que todo va cambiando: “uno percibe que las cosas se transforman, uno va evolucionando o cambiando o incluso tarándose”, explica.
Para el vocalista es muy importante mantener la línea en tiempos de mucho perreo y poco entendimiento: “Estamos entrando en un estado fuerte de decadencia, no solo en la música, sino en la civilización occidental. Estamos en medio del apocalipsis más aburrido que uno se pueda imaginar y ese apocalipsis incluye su banda sonora, que es la peor que yo me hubiera podido imaginar”, sentencia.