Cali Extremo: breve historia del underground vallecaucano
La noche es tibia en Cali y varias siluetas oscuras empiezan a llegar a un pequeño parque ubicado cerca al Instituto Departamental de Bellas Artes. Salen de las sombras luciendo chamarras de cuero y crestas, otros llevan el pelo largo y camisetas con nombres como Metallica, Sepultura, Anthrax, Megadeth. Vienen desde todos los rincones de la ciudad. Muchos incluso llegaron caminando con sus pesadas botas desde barrios como Los Álamos, Ciudad Capri, La Independencia, Colón, Olímpico, Bejanmín Herrera, Floralia, incluso de municipios cercanos como Palmira y Tuluá. Cargan cajas llenas de casetes, fanzines, instrumentos y revistas.
La noche es tibia en Cali y el parche de La Gruta poco a poco se va juntando para una nueva jornada de música y cerveza.
Es el final de la década del 80 y el país -para variar- está en llamas. Los carros bomba convierten en átomos a las ciudades y sus habitantes. El proceso de paz con el M19 genera una leve esperanza al tiempo que el rugido de los fusiles atormenta cada día más el campo abandonado. El narcotráfico ejerce su poder sin control y su influencia gangrena las múltiples heridas de esa, la destajada tierra que llamamos Colombia.
Pero en La Gruta, como se bautizó coloquialmente a ese pequeño parque, lo que más importa es la distorsión. Punkeros y metaleros encontraron un lugar para reunirse y compartir el chorro y la música.
A medida que pasan las horas va llegando gente con tesoros como revistas traida por un familiar del extranjero, sin embargo lo más cotizado son los casetes: thrash, hardcore, punk, death y heavy suenan en cintas reservadas solo para los oídos iniciados, joyas secretas difíciles de conseguir que solo se pueden compartir si alguien tiene algo igual de escondido.
Pero lo interesante de este trueque de gritos es que, sin todavía saberlo, cada uno de estos estrafalarios personajes guarda en sus casetes la historia del sonido extremo del Valle del Cauca.
Esas cintas electromagnéticas no solo contienen canciones, también incluyen las memorias de quienes encontraron en la distorsión un estilo de vida, y desde los ochenta han construido una escena sólida llena de referentes nacionales, la cual actualmente se encuentra inquieta, creativa y muy activa.
La noche es tibia en Cali y alguien llega a La Gruta con un casete nuevo. Lo pone en la grabadora, le da play y comienza la historia.
Lado A Canción 1: Un demonio llamado rock
En Cali hay una leyenda bien conocida por todo el mundo. En la ciudad habita un demonio llamado Buziraco, señor de todas las fiebres y plagas. Se supone que en 1937 las cruces del Cerro de las Tres Cruces se construyeron para exorcizarlo, pero al parecer la cosa salió mal y lo dejaron atrapado en la ciudad. Desde entonces todos los males que azotan a Cali son atribuidos al Buziraco.
Pero bien sabemos que la tierra es territorio de los humanos y toda la maldad que en ella reina viene de nuestras perversas mentes. Los demonios en verdad simplemente andan por ahí poseyendo nuestras caderas y oídos para recordarnos que en la música está la libertad. Y para invitarnos a la rebeldía sonora, a bailar contra la tiranía de los beatos ciudadanos de bien.
En los años 70, esa rebeldía llegó en los vinilos traídos del extranjero y en las frecuencias internacionales del espectro radiofónico, sintonizadas por las radios de onda corta. La salsa y el rock trajeron un nuevo sentir a la ciudad y estos ritmos fueron la banda sonora de El Grupo de Cali, que encabezó la vanguardia artística de esa época. Las tonadas de bandas como The Rolling Stones, The Animals y The Beatles empezaron a colarse en las calles de la ciudad que poco a poco comenzó a adoptar este sonido.
Esta música despertó de nuevo al Buzirico que se alojó en los acordes de las guitarras rockeras, a las cuales poco a poco les fue dando distorsión y velocidad.
Canción dos: El hardrock y los ultras
En los años 80 el rock ya era un movimiento conocido en el país. Bandas como Led Zeppelin, Deep Purple y Van Halen empezaron a sonar con fuerza y a inspirar a los jóvenes. Era lógico que el impulso de la llamada música pesada empezara a sembrar semillas, a mediados de esa década en Cali se creó una banda que marcó la historia del rock colombiano.
En 1985 David Corkidi y Jorge Fresquet crearon Krönös. Este grupo de hard rock comenzó a tocar en una época donde no había espacios para esta música y el público era escaso. Más aún en Cali, pero en el 87 empezaron a sonar en Bogotá y en el 89 ya tenían un contrato con Sonolux. En los 90 su canción “Fuego en mis venas” los consagró en todo el país y desde entonces son un nombre reconocido por todo rockero.
Casi al tiempo -a finales de los 80- el cantante y actor Julio Nava comenzó su carrera artística con un grupo llamado Santa Sangre, que también se enmarcó un poco en el rock pero más tirando a la balada.
Pero de forma paralela iba creciendo una marea negra adicta a la velocidad, a la que ya no le satisfacía el hard rock y estaba ansiosa por un poco de adrenalina y furia. Este parche es el que empezó a juntarse en La Gruta y según cuentan Pablo Sánchez y Diego Zúñiga, docentes de la Universidad Autónoma de Occidente y conductores del programa Radio Gruta, para distinguirse se autodenominaron como "los ultras".
Entre 1985 y 1990, el metal y el punk se esparcieron por toda Colombia. El primer impulso se dio en Medellín a inicios de los 80 y desde allí, una a una las ciudades se fueron rindiendo ante la distorsión. Estos sonidos que entraron por las clases altas que podían viajar y traer discos, y que luego llegaron a los oídos de las clases populares, encajó de forma perfecta en el corazón de una juventud sin opciones. Entre el conservadurismo y la violencia, el rock significó una válvula de escape, una forma de pararse frente a una sociedad que te consideraba desechable.
En Cali, donde reinaba la salsa, estos primeros ultras eran un lunar extraño que recorría las calles. No eran muchos pero construyeron los cimientos de lo que vendría en la siguiente década. Pablo y Diego cuentan que en esos días a La Gruta llegaban personajes como Jason Wilson, mejor conocido como Dagon, quien en el 88 formó una banda de thrash metal llamada Guillotina, hoy Inquisition, dúo de black metal reconocido en todo el mundo. A esas noches en La Gruta también llegaron Juan Carlos Melo, artista plástico, quien formó parte de Antisocial, de las primeras bandas de punk y crossover de la ciudad, y Juan Arbelaez, quien luego estuvo trabajando con Move Concerts y actualmente está en Villalón Entretenimiento.
Esos primeros ultras comenzaron una red subterránea de intercambio y exploración musical que inspiró a la juventud de una nueva década igual de conflictiva.
Canción tres: Una banda perdida
Entre los ultras había un personaje al que llamaban Ursus, quien había vivido en California y le tocó toda esa primera ola del hardcore punk encabezada por bandas como Black Flag, Middle Class, Suicidal Tendencies, Dead Kennedys, entre otras. Allá se empapó del sonido y la cultura y al regresar a Cali trajo un montón de música que repartió entre el parche.
Aparte de eso trajo contactos y fundó una banda bautizada Warriors Of The Last Days (Guerreros de los últimos días) con la que grabó de forma muy precaria una canción llamada “Under The Sun”, que en 1984 fue publicada en la recopila internacional “World Class Punk” (1984), en la que también aparece el grupo brasileño Ratos Do Porao. Si bien para inicios de los 80 la banda de Medellín Complot, creada en 1978 por los hermanos Henao, ya había aparecido en televisión, es probable que “Under The Sun” haya sido la primera canción de punk colombiano que se publicó en una recopilación internacional.
Canción cuatro: Una nueva decadente década
Los 90 trajeron una nueva pujanza económica generada a nivel nacional por la llamada apertura económica que subió a Colombia en el vagón de la globalización, lo cual significó más comercio y conectividad con el mundo. Pero en la capital del Valle esa bonanza llegó por un lado más turbio, más específicamente en las manos untadas de sangre del cartel de Cali, que trajeron una prosperidad criminal que cambió la cara y las dinámicas de la ciudad. Sobre todo después del asesinato de Pablo Escobar en 1993, que permitió a los hermanos Orejuela y sus secuaces controlar buena parte de la producción de cocaína del mundo.
Para ese entonces la música extrema ya no era algo raro. Si bien algunas personas todavía catalogaban a los rockeros como satánicos descarriados, en Cali no había ni discrimianción ni persecución. En la radio, desde Medellín, Mauricio “Bull Metal” Montoya transmitía su programa “La Cortina de Hierro” que llevó el underground a todo el país. La proliferación del metal y el punk en el Valle de Aburrá y Bogotá, hacía que para conseguir música ya no fuera necesario acudir a los familiares en el extranjero, en el centro aparecieron tiendas como El templo del metal y La casa del rock y en la sexta le tienda del paisa, donde se podían comprar discos.
También empezaron a abrirse bares donde sonaban rock e incluso se pasaban videos pirateados y mal grabados del famoso programa de MTV, “Headbangers Ball”. Algunos valientes empezaron a mandar cartas con dinero al extranjero con la esperanza de que algún día al correo llegara un paquete cargado de música. Mucha plata y discos se perdieron en ese camino.
El impulso de finales de los 80 dejó bandas como Ángel Negro, que se caracterizó por su crudo death metal. El extremo sonido de este grupo era único y en ese entonces no existían muchas bandas en el país que tocaran de forma tan agresiva. Por los lados del punk se crearon bandas como Agua Puerca y La Última Neurona que tenía mujeres en su formación.
Todo esto inspiró a una nueva generación que estaba entre sus 14 y 16 años, y que poco a poco empezó a conocer los misterios de la distorsión. Luis Fernando Caballero de la banda Legend Maker recuerda que comprar un disco original era casi imposible pero en las tiendas de música uno podía pagar por una copia en casete. Así, toda una camada de adolescentes empezó a recorrer las calles con sus copias en cinta, buscando con quién intercambiar bandas.
Pronto a las ganas de descubrir música se le sumaría el impulso de crearla. En esa época conseguir instrumentos era muy difícil, por lo que tocaba echar mano de lo que hubiera disponible. Serpent de Occultus cuenta que su primera guitarra eléctrica fue hecha con la ayuda de un conocido suyo que era ingeniero eléctrico y la batería con la que tocaban la armaron con tarros y radiografía templadas.
Y si conseguir equipos era una proeza, encontrar un espacio donde tocar era aún más complejo.
Endhir Villa de Apolion's Genocide recuerda que su primer concierto fue en un colegio y como había pocos bares que se prestaran para esta música, los toques se hacían en salas de casas, parqueaderos, talleres y casetas comunales. Diego Zuñiga cuenta que incluso en los parques se armaban conciertos espontaneos. Cualquier rincón de la ciudad donde hubiera electricidad servía para tocar en vivo, Pablo Sáchez recuerda que había un bar que en el patio trasero tenía una piscina vacía que servía como escenario.
Diego y Pablo afirman que esa primera mitad de los 90 fue complicada para el punk porque muchas personas murieron por culpa del consumo de droga y la delincuencia de la ciudad. El parche de La Gruta se fue acabando de a poco pero las semillas que dejó crecieron con mucha fuerza sobre todo al final de esa década.
Canción cinco: La consolidación
En 1996 el cartel de Cali quedó desmantelado y a pesar de haber dejado una herida grande en todo el departamento del Valle del Cauca, la ciudad pudo respirar un poco. Al tiempo, la escena extrema cada día se fortalecía más y entró a una de sus épocas más activas e importantes.
Bandas como Masacre, La Pestilencia, Ekhymosis, Danny Dodge empezaron a tocar en la ciudad, incluso se volvieron comunes los conciertos en el Coliseo de Santa Librada y los grupos locales también se dieron a conocer en el resto del país. A la primera camada de inicios de los 90 se le unió proyectos como Mistyfate, que fue de los grupos pioneros del melodic death metal en Colombia, y a pesar de ya no estar activa, es un referente del metal nacional.
En esos años también se crearon Sagros, que se destacó en la fértil escena de thrash metal que pegó con fuerza durante los 90 en el país y Nihil Obstat de la ciudad de Palmira, que sigue sobresaliendo con la furia de su brutal death metal.
En esos últimos años de los 90 también se vivió un resurgir del punk, gracias a los sonidos que una vez más llegaban de California con bandas como NOFX, Pennywise y Bad Religion, los cuales inspiraron la creación L.M.P (Los Malparidos), quienes le dieron un impulso a esa escena en todo el Valle. Esta banda no solo tenía un sonido muy pulido, también fue de los primeros grupos de punk de la ciudad en prensar un CD.
Por esos años comenzaron a llegar bandas extranjeras a Cali y uno de los toques más recordados fue el de 2 Minutos, que se hizo en un pequeño bar llamado Plaza Sésamo entre un calor sofocante y una euforia indescriptible.
Algo muy importante para tener presente es que la escena de Cali también se construye con las personas de los otros municipios del Valle del Cauca. Incluso durante los 90 llegaba a la ciudad gente de Pereira y Santander de Quilichao. Se puede decir que el Valle siempre ha tenido un circuito intermunicipal de bandas que viajan e incluso que se forman entre distintas ciudades. En Cali se aglutinan todos estos proyectos formando una gran escena extrema vallecaucana.
A finales de los 90, de Cartago, al extremo norte del departamento, salió una banda que hoy es reconocida y coreada en todo el país, Los Bombillos Peludos. Juancho Rodas, miembro fundador, conoció el punk y el metal gracias a un primo de Medellín. Para su fortuna en la ciudad había algunos otros pocos descarriados con los cuales podía intercambiar música, una cosa llevó a la otra y en el 97 se creó la banda. Juancho cuenta que por esa época sacaron un casete grabado por ellos y para su sorpresa la primera vez que tocó en Cali descubrió que buena parte del público conocía las canciones. Desde ahí, el sonido de Los Bombillos Peludos se regó por todo el país.
Las bandas y el público formado en estos años terminó de meter por completo el sonido extremo en el ADN de una ciudad que ya no los veía como seres extraños. De hecho estos rockeros compartían varias cosas con los salseros, por ejemplo: construir cultura desde los barrios, contar historias de la calle y vivir en una sociedad marcada por la desigualdad y la violencia.
Canción Seis: Una Banda de leyenda
Legend Maker es una banda reconocida en el país porque fue de las primeras agrupaciones que lanzó un disco con un sello extranjero, algo muy complicado en los 90 y más para una banda de power metal. En Colombia siempre han dominado los sonidos extremos y pesados, debido a eso los grupos más melódicos tienen un camino aún más empinado. El mejor ejemplo de esto es Kraken, que durante varios años fue menospreciado. Pero para Legend Maker eso no fue una preocupación sino más bien una motivación.
Originalmente llamado Obra Negra, este grupo creado en el barrio Nápoles decidió a mediados de los 90 adoptar el nombre de Mester de Juglaría, y gracias a la gestión de Juan Arvelaez, quien era su mánager, en el 97 entró en contacto con el sello estadounidense Sentinel Steel. Este se interesó en la música y decidió unirlo a su catálogo, lo cual significó dos años de mucho trabajo y varios cambios.
Uno de esos cambios fue que por temas comerciales tenían que pensar otro nombre. Ya que las letras y la temática de la banda están enfocadas en las leyendas, se vieron a sí mismos como creadores de leyendas, por eso Legend Maker.
El otro cambio fue un poco más complejo porque para ser prensados las letras tenían que estar en inglés. El vocalista de esa formación no dominaba el idioma, por lo que tuvo que ser reemplazado.
Pero conseguir un vocalista con ese registro y bilingüe en esa época, era un tema complejo. Por suerte el sello salió al rescate y contrató al fallecido Michael Grant, quien cantó en bandas como New Eden y Onward. Luis Caballero cuenta que Grant no solo aportó con su voz, sino que ayudó a hacer melodías y arreglos, lo cual forjó un disco más cálido y hecho con ganas. Este proceso fue muy arduo porque todo se hacía por teléfono, correo, y usando el poco acceso a internet que había en ese tiempo.
Finalmente, en 1999 “Path To Glory” (1999) salió al mercado y fue un éxito total. Tanto que Legend Maker marcó su nombre en la historia del metal colombiano y en el 2000 fue invitado al festival Rock al Parque.
Lado B Canción siete: Nuevo milenio nuevos sonidos
El siglo XXI trajo una nueva ola de violencia sin precedentes. A la par de que las ciudades crecían y se adaptaban a la modernidad del nuevo milenio, en el campo el terror seguía dominando. Mientras un nuevo sentimiento patriota recorría el país, en el interior se repetían masacres tan crueles como las de la época de La Violencia. Al tiempo que internet llegaba a los hogares, las ciudades se llenaban de desplazados y la ley del miedo se camuflaba con un falso sentimiento de seguridad.
En las calles de Cali los casetes fueron reemplazados por los CDs quemados y si bien ya era un poco más fácil conseguir instrumentos y espacios donde tocar, los sentimientos de inconformidad y rabia seguían siendo los mismos. Las nuevas complejidades del conflicto colombiano trajeron nuevos sonidos, más extremos, rudos y pesados.
A finales de los 90 todavía no existía una división entre punk, hardcore y metal. Todos se unían como una sola masa sudorosa que caía a cualquier toque que se hiciera sin importar dónde fuera. En esos espacios John Osorio se fascinó con la música extrema y tomando esas múltiples influencias se juntó con varios amigos para crear una banda que uniera todos esos sonidos.
Así nació Estado de Coma, que junto a grupos como Pitbull, Grito y Ataque en Contra forma parte de los pilares del hardcore colombiano. Este a diferencia del hardcore punk es más pesado y está influenciado por bandas como Agnostic Front, Sick Of It All, Madball y las demás bandas que le dieron forma al hardcore de Nueva York.
Al principio la unión entre metal, hardcore y punk de Estado de Coma era extraño en la escena, pero gracias al trabajo de la banda y la influencia de un grupo de Brasil llamado Point Of No Return, más personas se animaron a hacer hardcore y nacieron bandas como N.O.F.E y JDHK. El punk también tuvo un inicio de siglo muy nutrido gracias a bandas que hoy siguen tocando como Sekuas, El Último Rekurso, Resistencia y Los Últimos Románticos, quienes estaban más enmarcados en el post punk y el new wave.
En esos años también nacieron varios festivales que unieron distintos géneros como el Cali Underground, hecho con recursos públicos y privados; La Cruzada de Fuego que estaba más enfocado al metal; y el Unirock. Este es el festival más importante de la ciudad, es organizado por la Universidad del Valle y reúne bandas nacionales y extranjeras de rock, punk, reggae, metal y hip hop.
El inicio de los dosmiles trajo una era de prosperidad para los sonidos extremos de toda Colombia. Internet abrió un mundo nuevo de música e información. Encontrar e investigar bandas se volvió más fácil, conseguir buenos instrumentos dejó de ser una proeza y el país se volvió una parada obligada en las giras de las bandas internacionales.
Entre todas las ciudades comenzaron a tejerse redes de trabajo y empezó a consolidarse una gran escena extrema nacional.
Canción ocho: El presente
La última década de música extrema del Valle del Cauca se puede dividir en dos partes. Las ventajas que trajo el nuevo mileno generó muchas bandas, pero también segmentó una escena que siempre fue muy unida. Si bien la amistad entre parches se mantuvo, los conciertos empezaron a dividirse por géneros y eso también dividió al público. Llenar conciertos se volvió difícil y hubo un bajón general.
Pero al tiempo una nueva generación empezó a crear y experimentar. Grupos como Desnudos en Coma, Shellfire, Sexecution y Old Enemies empezaron a destacarse y darle un nuevo impulso a la música extrema del Valle.
Gracias a esto, en los últimos cinco años se ha dado una especie de boom de grupos muy importantes para el underground del país. El mejor ejemplo es Gutgrinder, trío de death metal que en 2019 lanzó “Maelstrom Of A Blasted Paradox” (2019), probablemente el mejor álbum de metal que se produjo ese año en Colombia. También se destaca Mico creado en 2012 que une el hardcore punk, con metal extremo tipo death, black y grind, para formar un sonido único, muy alineado con la vanguardia metalera en la que se destacan bandas como Full Of Hell.
Por el lado del punk la influencia del crust, el d-beat y el grind han generado un circuito veloz y ruidoso donde sobresalen bandas como Murraco y Zen/Aku. Aparte el trabajo de colectivos como Harakiri ha logrado que Cali sea una parada en las giras de bandas internacionales, tanto de las pequeñas agrupaciones como de nombres consagrados tipo Mayhem y Brujería.
En los últimos años se abrieron lugares de conciertos como Nuestro Bar, Distorsion Bar y Cali Music Hall que le dieron vida a la música en vivo. Paulo Andrés Mosquera de la banda Sekuas y administrador de Nuestro Bar, dice que la demanda de conciertos era tan grande que ya se volvía contraproducente, ya que en un mismo día podían haber hasta tres toques, lo cual divide al público de los eventos.
Varias voces coinciden en que si bien hay una escena próspera, esta se encuentra muy dividida. A pesar de que actualmente hay más facilidades para tocar, ensayar y grabar, la escena del Valle del Cauca sigue siendo pequeña y sigue manteniendo la esencia de juntar metaleros, punkeros y hardcoreros, pero más que nada para parchar y no tanto para trabajar juntos y organizar eventos.
Aún así ha habido iniciativas importantes como el Cali Metal Forces, un evento organizado en 2018 que se enmarcó en una serie de conciertos realizados de forma simultánea en todo el mundo llamada Metal United Worldwide, el cual unió varias bandas de la vieja escuela como Sagros, Occultus, Legend Maker, Apolion's Genocide, Skull, Nihil Obstat, Nekrobutcher, Atanab e incluso Mistyfate. Este evento se grabó en vivo y dio como resultado un digipack con dos canciones de cada grupo. El objetivo a futuro es seguir integrando más bandas a esta iniciativa.
Todo esto muestra una escena sólida, inquieta, y con ganas de seguir creciendo, pero muchos opinan que hacerlo solos es muy difícil, y tras más de 30 años de trabajar sin ayuda, es hora de que las entidades gubernamentales apoyen estos procesos que también forman una parte importante de la cultura y de la historia del departamento.
Pausa
La crisis del COVID-19 paró casi todos los proyectos culturales planeados para el 2020 en el mundo. Lanzamientos, conciertos y giras tuvieron que ser pospuestos hasta nuevo aviso, y toda la cultura se está volcando al mundo digital. Esto para Cali ha sido un golpe terrible porque cortó de forma muy brusca todo el impulso que se venía dando. Conciertos como Sick Of It All, Barón Rojo y Amigos Invisibles fueron cancelados y los lugares donde se hacían toques tuvieron que cerrar o cambiar su enfoque de negocio.
Actualmente el espacio físico está congelado pero en lo virtual hay mucho movimiento. Los grupos están aprovechando el tiempo para concretar proyectos y grabar. Bandas como Vientre y Tvnda han lanzado material nuevo durante la cuarentena y se espera que siga saliendo música, como el álbum debut de Buntovschik que pronto verá la luz.
Por ahora el sentimiento es positivo y se espera que cuando todo pase haya una avalancha cultural. Lo complicado es que no serán muchos espacios para tocar, pero es probable que esta escena extrema vuelva a sus raíces: a los parques en los que todos los amantes del ruido se reunían a compartir música sin importar nada; a los toques en lugares improbables, abarrotados de personas movidas por una fuerza indescriptible, por una convicción que se aloja en el ADN y es impulsada por amor al rock y el estilo de vida que este conlleva.
En Cali, el Buziraco sigue esparciendo su fuego en las venas de todas las personas que trabajan y trabajarán por la cara cultural más extrema del Valle del Cauca.
*Bonus track: Un baterista histórico
En Colombia han nacido tres bateristas que han forjado su nombre en la historia del rock global: Guillermo Alfredo Rueda (RIP), conocido como Bill Lynn, quien entre el 63 y el 69 tocó con Elvis Presley; Billy Murcia (RIP), quien fue uno de los miembros fundadores de The New York Dolls pero murió muy jóven de sobredosis en Londres en el año 72; y Roberto Valverde Valencia, mejor conocido como Robo. Este hombre calvo y buena onda nació en Cali en el 55, pero en los años 70 migró a California, donde se metió en la naciente escena punkera, y a finales de esa década se unió a la icónica banda Black Flag. Robo grabó dos EPs y el LP “Damaged” (1981), álbum debut del grupo.
En el 82 se mudó a la otra costa de Estados Unidos y se unió a otro grupo legendario de la historia del punk, Misfits, con el que grabó “Earth A.D./Wolfs Blood” (1983), considerado como uno de los mejores discos de la banda. En los dosmiles volvió a juntarse para unas giras con ambos grupos y entre esos conciertos dio uno en Cali con Misfits en 2006, lo cual de alguna forma se puede ver como el cierre del ciclo.
Hoy Robo vive en Jamundí, Valle del Cauca, y es una leyenda andante del rock vallecaucano.
Escuchen a continuación el programa emitido en Radiónica 2 (emisora online de punk y metal): un repaso por el pasado, presente y futuro de la música extrema en el Valle del Cauca:
Parte 1: Una revisión histórica del surgimiento de los sonidos extremos en el departamento, con bandas fundamentales.
Parte 2: Agrupaciones que recogen influencias de las bandas fundacionales del movimiento valluno.
Parte 3: Nos arriesgamos a señalar las bandas que darán de qué hablar en el futuro de la música extrema en el Valle del Cauca.