Lo que la guerra se llevó: un libro con veinte voces que retratan medio siglo del conflicto colombiano
El libro presenta relatos de 20 voces tanto del gobierno, las Farc y las víctimas, no sólo desde la política sino desde lo más humano.
Hablar o escribir de los procesos que día a día hacen historia en nuestro país es un trabajo arduo, más aún cuando jóvenes y adultos se toman la tarea de desglosar y crear memoria frente a uno de los acontecimientos más complejos en Colombia: el paso de la guerra a la paz.
Precisamente en la Sucursal del cielo, la maestra Olga Behar, la investigadora Carolina Ardila y el periodista Pablo Navarrete, se unieron para documentar mediante una serie de entrevistas, los pormenores de las negociaciones de paz entre Gobierno y Farc.
Las historias relatadas en el libro reúnen a personajes como Sandra Ramírez, Carmen Castillo, Jesús Santrich, Oscar Naranjo, Humberto de la Calle, Andrés París, la holandesa Tanja Nijmeijer, entre otros. Todas esas voces revelan el trasfondo de la firma del acuerdo de paz en La Habana (Cuba), hablamos con Pablo Navarrete, coautor de ‘Lo que la guerra se llevó’, en coedición con la Editorial Ícono y la Universidad Santiago de Cali; él nos contó un poco acerca de la experiencia que fue escribir el libro.
¿De dónde nació ‘Lo que la guerra se llevó’?
A principios del 2017 Olga Behar empezó a escribir con la Universidad Distrital ‘La paz no se rinde. Crónicas y memorias de los acuerdos de La Habana’, ese es un libro que recoge, en seis crónicas, gran parte de lo que fue el conflicto armado con las Farc. Para ese proyecto, Olga quiso que Carolina Ardila y yo apoyáramos en temas investigativos, realización de entrevistas y redacción de ciertas crónicas.
En total entrevistamos a 27 personajes, eran entrevistas tan intensas, tan profundas y tan bien narradas que decidimos tomar 20 de esas 27 voces para escribir ‘Lo que la guerra se llevó’. Duramos cerca de año y medio recopilando todo el material.
¿Cómo lograron hablar con personajes como Jesús Santrich y Victoria Sandino?
La experiencia de 40 años de Olga en el oficio periodístico y su larguísimo recorrido académico, así como el acompañamiento minucioso y crítico de Carolina con cada una de las entrevistas y mi intensidad honesta y transparente para escuchar esas voces, hicieron que nos ganáramos la confianza de esos personajes.
¿Cómo funciona el equipo de Behar, Ardila y Navarrete?
En el caso de ‘Lo que la guerra se llevó’ dividimos el trabajo en tres fases:
Carolina hacía una primera revisión de las entrevistas, le ponía a cada personaje un color para que no se revolvieran los personajes, revisaba que las entrevistas estuvieran transcritas en su totalidad y si faltaba información en alguna de ellas, ella tenía la paciencia y el juicio para sentarse, escuchar de nuevo al personaje y encontrar el cabo suelto.
Luego el material llegaba a mí y ahí se armaba el foforro. Yo tenía que revisar puntos, comas, tildes, comillas, paréntesis. Mi trabajo era editar la entrevista pero no editar la voz del personaje, un trabajo durísimo. Lo hacía con un tremendo amor porque escuchar a esos personajes es un deleite, sin embargo, había entrevistas, como la de Andrés París, que eran muy largas, entonces me distraía y empezaba a editar otra y todo se dilataba.
Y para la edición final, todo el material iba llegando a Olga. Ella es la del ojo clínico, la que le daba orden cronológico a cada personaje, la que le daba contexto a cada entrevista que, en sí mismo, es un capítulo del libro, e identificaba las incoherencias que podían aparecer en alguna de las entrevistas.
¿Qué es lo que más recuerda de ese año y medio de trabajo?
Todo. Yo sé, y lo digo sin querer ser pretencioso, que esos libros van a pasar a la historia. No importa si la paz fracasa, los nietos de Olga, los de Carolina y los míos sabrán que hablamos y escribimos sobre la paz, que hablamos con los protagonistas de la guerra, todo porque creemos en la paz y en la capacidad que tenemos para hacer que algo cambie a través del periodismo honesto.
¿Cuál fue la entrevista más difícil de hacer?
Indudablemente, fue la de Pablo Catatumbo, hubo un primer encuentro que Olga tuvo con él en la casa de Henry Acosta, en Cali. Aparentemente fue muy amable, trató de ser generoso en sus respuestas y, aunque se acordó un segundo encuentro, el hombre se perdió. Fue un poco déspota. Es la única entrevista que está incompleta. Yo espero que esos mismos desencuentros no le ocurran con la búsqueda de la paz.
¿De qué trata ‘Lo que la guerra se llevó’?
Es la recolección de las voces más poderosas que tienen la capacidad de hacerle entender al lector, desde sus miradas y experiencias, lo que fue el conflicto armado con las Farc en los últimos 53 años.
¿Por qué un libro de entrevistas y no un libro de crónicas?
Las entrevistas nos dan la posibilidad de escuchar a quienes nos hablan. Son generosas. Y en este momento en el que todos quieren oír la chiva sin escuchar con sensatez, es bueno saber que hay personas que piensan diferente a nosotros y merecen ser escuchadas.
¿El propósito de ese libro era darle voz a quienes no la tienen?
El periodismo no busca darle voz a nadie, la gente tiene voz, la gente puede hablar, pero nadie los escucha, eso es diferente a que no tengan voz. Nuestro trabajo fue escucharlos y narrar sus historias.
Usted es muy joven ¿Cómo ha logrado llegar tener en corto tiempo ese largo recorrido en el periodismo?
Yo hice mucho tiempo teatro, y cuando uno ejerce durante tantos años algo en un país en el que todo está perfectamente diseñado para que no se pueda hacer, no hay otra opción más que volverse disciplinado, juicioso, apasionado, honesto y guerrero. Eso es lo que he hecho con el periodismo y como que algo va bien.
¿Cuál es la experiencia de trabajar con Behar y Ardila?
Ellas dos son mis amigas y mis coequiperas. Entre los tres no hay una relación jerárquica de tú mandas y yo obedezco. Entre los tres ha habido un trabajo en equipo, de trasnocho mutuo y de amor por el oficio. Eso somos nosotros.
¿Qué entrevista le llegó al corazón?
La de Victoria Sandino. Primero porque fue muy guerreada, casi no se la puedo hacer, nos pudimos ver por primera vez en el CAI del Aeropuerto de Cali y, segundo, porque su historia es bella, ella fue víctima de la familia Castaño y eso explica gran parte de lo que ha sido la guerra en Colombia.
¿Por qué hay que escribir sobre el conflicto armado?
Para recordar, Colombia olvida mucho, y en un país que ha cambiado la memoria por el olvido, es bueno recordar a través del ejercicio periodístico.
¿Cuál es el reto que tienen los periodistas más jóvenes?
Aprender a escuchar.
¿Cuáles son sus sueños?
Seguir narrando buenas historias y tratar de no olvidar.