La extraña historia de la Epidemia del Baile
Una mujer llamada Frau Troffea -aunque no hay entera certeza de su nombre- comenzó un baile violento y sin alegría que por voluntad propia no podía detener. Su delirante movimiento tuvo lugar en una calle de Estrasburgo en julio de 1518, en aquel entonces ciudad del Sacro Imperio Romano Germánico, ahora parte de Francia. Pasaron varios días, algunas crónicas dicen que seis, hasta que la mujer ya con los zapatos empapados en sangre fue enviada a un santuario dedicado a San Vito, un mártir y santo perteneciente al grupo de los Santos Auxiliadores asesinado a sus trece años de edad en el marco de las persecuciones de Diocleciano - la última y más sangrienta persecución a los cristianos en el Imperio Romano-.
El problema es que para cuando Frau Troffea fue llevada al santuario en busca de sanación, ya un grupo de mujeres, en su mayoría jóvenes, se había unido al frenético baile. Tampoco por voluntad propia. El tiempo fue pasando y si en una semana eran unas 34 personas, en un mes ya eran 400 entre hombre y mujeres. Y hay quienes afirman que llegaron a ser más de 600. Apuntes de doctores, sermones, crónicas locales y regionales e incluso notas publicadas por el municipio de Estrasburgo son enfáticas en sostener una y otra vez: las víctimas bailaban. No querían, pero lo hacían.
Estrasburgo a principios del siglo XVI no fue un lugar fácil para vivir. Y si bien el humanista, filósofo, filólogo y teólogo neerlandés Erasmo de Rotterdam, cuando lo visitó en 1514, lo describió como "una monarquía sin tiranía, una aristocracia sin facciones, una democracia sin desorden, prosperidad sin lujo, felicidad sin insolencia"; pronto las cosas empezarían a fallar. Se perdieron cosechas; los ciudadanos fueron cayendo en la miseria, el hambre y la desesperación; las enfermedades se paseaban en la ciudad y la iglesia tomó ventaja de la situación vendiendo indulgencias y acaparando provisiones.
Cuando el baile empeoró, los nobles preocupados buscaron el consejo de médicos locales que, después de descartar causas astrológicas y sobrenaturales, apuntaron al aumento en la temperatura de la sangre como motivo. Oficialmente se trataba de una epidemia que estaba azotando a la ciudad.
Algunos relatos dicen que las autoridades decidieron incentivar el baile, pues a través de este podía llegar la cura, por lo que abrieron dos mercados e incluso construyeron un escenario y hasta llevaron músicos que mantuvieran el movimiento y por tanto expulsaran la enfermedad del cuerpo. La gente si acaso paraba por breves períodos de sueño irregular y para tomar una modesta alimentación.
Además de esto, la oración fue considerada la mejor apuesta. Y por razones difíciles de entender, dicen que las víctimas recibieron zapatos rojos. Para el historiador John Waller esto inspiró la versión original de Blancanieves, donde la bruja se ve obligada a usar zapatillas de hierro candentes y bailar hasta la muerte. O del extraño cuento de Hans Christian Andersen, Los zapatos rojos, donde una niña tras agarrar sin permiso el calzado de su madre adoptiva no puede quitárselos ni dejar nunca de bailar.
Se habla de una resistencia sobrehumana de los danzantes de Estrasburgo. Que el calor de verano no los detenía. Que una mujer bailó durante un mes desgastando la piel de sus pies, la carne y los tendones hasta quedar en los huesos. Y así pasó agosto y llegó septiembre, junto con el agotamiento, la invalidez en las piernas, los ataques epilépticos, los infartos, los derrames, la muerte. Dicen que la epidemia del baile llegó a matar a unas quince personas por día.
Cuando la epidemia se calmó, solo quedó el desconcierto y el desconsuelo. Y un enigma perdurable por generaciones.
Buena parte del relato es controvertido por el citado historiador John Waller, quien ha escrito varios artículos de revistas sobre el tema y el libro titulado Un tiempo para bailar, un tiempo para morir: la historia extraordinaria de la peste danzante de 1518. No parece haber ninguna fuente contemporánea de los eventos que hable de muertos, al parecer fueron introducidas en la historia en relatos posteriores de los eventos. También Waller habla de la incertidumbre acerca de la identidad de la bailarina inicial y del número de danzantes involucrados.
Pero para explicar el fenómeno, claro, hay un contexto y algunas teorías. La terrible posición de las mujeres en la Europa medieval tardía y moderna, la susceptibilidad de la mente humana a los mitos sobre la influencia demoníaca y santa, la retórica poderosa y colorida de los sacerdotes y los tiempos difíciles que todos atravesaban -menos los ricos-. Las teorías modernas incluyen la intoxicación alimentaria por los productos tóxicos y psicoactivos de los hongos del cornezuelo, que crecen comúnmente en los granos de la familia del trigo -como el centeno o la cebada-; las fiebres que pudieron surgir de la hambruna; el desesperado hedonismo del mundo medieval tardío. Pero para muchos solo se trató de un caso de histeria colectiva.