En Pereira, un pacto con el Diablo
“La magia es una, pero según como se use…”, dice Gustavo Acosta, el escritor pereirano que recopiló en un libro corto, apartes de las publicaciones hechas por escritores y periodistas en torno al satanismo como práctica esotérica y filosófica que ha estado presente desde hace más de 60 años en la ciudad de Pereira.
Ese fragmento ha sido extraído de una publicación del 11 de noviembre de 1968 del Periódico El Tiempo firmada por César Augusto López Arias. Y fue la publicación que dio cuenta de la primera boda satánica en Colombia, por lo menos de la que se tuviera registro, y con la que por primera vez el mundo fijaría sus ojos en la ciudad de Pereira como sede del satanismo y casa del Papa Negro.
Pereira, Capital de Risaralda, ubicada en la región cafetera conocida en los años 60 como el Viejo Caldas, situada en un país de Suramérica como Colombia, resulta pues sustentada como territorio de prácticas provocadoras y trasgresoras a la iglesia católica que confluyen en la alta magia, cultivando el esoterismo y el ocultismo como un conocimiento superior que no se compara a la hechicería mercenaria de la que muchos hoy en día se glorifican, guiada además por el poeta y profesor, Héctor Escobar Gutiérrez, reconocido como el Papa Negro.
Hasta el día de hoy, aún luego de la muerte del mismo Papa Negro, Pereira continúa siendo territorio de magia y “resguardo de uno de los mayores descubrimientos para la hechicería universal, ‘El esqueleto del Diablo’, el arquetipo de todos los arquetipos, que llegó a manos de Papa Negro; custodio en manos de los herederos del mago” quienes a su vez, mantienen el legado inquebrantable de Héctor como lo fue su palabra, la misma que está impresa hoy en cientos de poemas y canciones de metal.
Dicho legado, forjado y consecuente en este nuestro territorio, uno lleno de montañas de café y rodeado de tierra mineral, fue el tema propuesto por el escritor pereirano Gustavo Acosta, quien invitado dentro del componente editorial del 44 Salón Nacional de Artistas, convenció a los curadores de poder exponer en un libro corto, la forma en que el espíritu de Satán se hizo legión en un territorio no diferente al nuestro.
Un pacto con el diablo es un libro de 92 páginas escrito a letras rojas y negras. Las rojas como ensayo del escritor, quien va dejando apuntes acerca de los hechos narrados y ocurridos en torno al satanismo en Pereira. Y en negro, la recopilación de las publicaciones realizadas por escritores y periodistas de la región que se han interesado en indagar sobre la temática. César Augusto López, Gustavo Colorado, Hugo Ángel Jaramillo, quedan reseñados en la publicación.
A su vez, Acosta realizó un proceso de curaduría con cinco fotógrafos pereiranos que se han acercado igualmente a esta corriente filosófica. Juliana Grajales, Giovanni Rengifo, Rodrigo Grajales, Andrea Nodner y Sandra Bedoya, resaltan la parte gráfica satanista en estas 92 páginas.
“Escribir este libro era explicar el satanismo como uno de los valores del territorio, una práctica, una acción colectiva que se viene dando desde hace mucho tiempo con ingredientes mágicos, filosóficos, y que sigue siendo una práctica viva”, comenta Gustavo Acosta, que es precisamente uno de los escritores pereiranos que más se ha interesado en las prácticas satanistas forjadas en esta pequeña ciudad.
“El satanismo es la unificación del yo en el hombre y la visión que el hombre a través de su propio ego percibe de este proceso; no es una correlación de mal o bien como tampoco un desliz ético del tipo ‘esto está bien, esto está mal’, es más bien un concepto individual, de proyección de la voluntad, de lo que el individuo en su yo quiera”, escribe Gustavo en letra roja en una de sus páginas para explicar a este neosatanismo liderado por el Papa Negro, que busca la conciencia unificada del yo.
¿Y por qué el diablo se amañó en Pereira? Finalmente me pregunto yo, como muchos de ustedes se deben estar preguntando...
“Porque este era un territorio que tenía condiciones favorables para ello, con una carga de tradición ancestral con culto al demonio muy grande, que viene desde los Quimbayas, que viene desde el carnaval del Diablo en Riosucio, y fue esto lo que conjugó en nuestro territorio teniendo como base a una ciudad de corriente librepensadora. Pereira tiene realidades que mantienen viva la necesidad de lo satánico, por ejemplo la minería, la vida en el campo, toda la presencia de esas energías de los pueblos y veredas, por eso era natural que alguna vez floreciera algo como el satanismo, por supuesto acompañado de ese ejercicio intelectual liderado por Héctor y sus seguidores, personas de alto intelecto interesadas en las lecturas de LaVey, Poe, Baudelarie, y Lautremont”, responde Acosta
Si les interesa conocer más sobre el tema, revisen en este PDF el libro Un pacto con el Diablo.