Sara Mesa: 'Uno no quiere dañar a la gente que lo rodea pero escribe sobre las cosas que le pasan'
Nunca han leído para ella y el cuento es su género favorito. Hablamos con la escritora española Sara Mesa en el marco de la FilBo 2017
El gran cuaderno (1995) de Agota Kristof la enganchó tanto que casi no la deja dormir. No ha terminado de leer Ulises (1922) de James Joyce y Émile Zola la aburre mucho.
El arco iris de gravedad (1973) de Thomas Pynchon le exigió reposo y William Faulkner es uno de sus escritores favoritos.
Celia de su novela Cuatro por Cuatro (2012) es quizá uno de sus amores literarios. Le hubiese gustado escribir cualquiera de los cuentos de Lucia Berlin y el sofá es su lugar para leer.
No es usuaria ni detractora de las redes sociales. Aprendió a leer por rabia y no sabe cuál será su siguiente publicación.
De Colombia ha leído recientemente a Santiago Gamboa, a Piedad Bonnett y encontró en una pequeña editorial española Opio en las nubes (1992) de Rafael Chaparro Madiedo. De España nos recomienda seguir las publicaciones de Pilar Adón, Pablo Gutiérrez y Miguel Serrano Larraz.
Sara Mesa hizo parte de la Feria Internacional de Libro de Bogotá y hablamos con ella de algunas de sus historias:
¿Cuál fue, que recuerdes, tu primer contacto con la literatura?
Habría que remontarse a la primera infancia. Tengo una hermana 3 años mayor que yo, y siempre recuerdo que ella aprendió a leer antes, ella leía tebeos (historietas) y yo solamente podía ver los dibujos; eso me daba muchísima rabia, sentía que ella tenía acceso a un poder que yo no tenía. Creo que ese fue mi primer acercamiento a la sensación de leer, la carencia de lectura me hacía decirme ‘pero ¿Por qué se ríe? ¿Qué dicen los personajes? que yo no entiendo’, eso me daba mucha rabia, aprendí a leer por rabia.
¿Hay algún libro que te haya marcado en esa primera etapa como lectora?
Leía muchos tebeos, me siguen gustando, soy irreverente con la literatura y en lo literario caben muchas cosas. Yo era muy pesada… si me gustaba algo lo leía muchísimo y recuerdo que leí un libro de Gerald Durrell, hermano del novelista Lawrence Durrell el de El cuarteto de Alejandría (1957 - 1960). Su hermano que era zoólogo escribía libros sobre animales que siempre me han gustado mucho, el libro se titulaba Un zoo en la isla (1964) y lo leí una y otra vez, lo leía y lo volvía a leer. Creo que ése es el libro que más me ha marcado. Curioso.
¿Sientes quizá que esos primeros acercamientos marcan hoy por hoy algo de tu obra?
No. Luego leí tantas cosas... Una vez empecé a leer y además muy indiscriminadamente, leía lo que encontraba en casa. Obviamente cuando empecé a estudiar mi criterio se fue afinando y yo misma marqué mi camino, sigo siendo un poco caótica en la lectura, voy leyendo fundamentalmente por placer aunque me atraigan libros que al mismo tiempo hagan daño, no me marco pauta y voy leyendo. Todo eso va formando un pozo en uno y es muy difícil saber cuáles son tus influencias, creo que es una receta complejísima.
¿En qué momento de tu vida y bajo qué motivaciones decidiste dedicarte a la que hoy es tu profesión?
Nunca decidí dedicarme a escribir, yo me puse a escribir sin ningún tipo de pretensión ni plan ni nada. Hay escritores muy vocacionales que desde muy jóvenes tienen claro que se quieren dedicar a escribir y luchas por eso. Mi caso no fue así, no me lo planteaba en absoluto, simplemente hubo un momento en mi vida en que empecé a escribir y cuando escribí lo suficiente me vino la necesidad de compartirlo y empecé a mandar a las editoriales buscando publicación, pero dedicarse a escribir es como un plan de vida, algo que yo nunca he hecho en torno a la escritura, la escritura es algo que más bien forma parte de mi vida, no es un plan.
'Cicatriz' (2015) te abrió un montón de puertas y llegar a Anagrama hizo definitivamente que muchas personas conocieran tu obra, pero empezaste a escribir mucho antes de que eso pasara...
Sigo escribiendo bajo el mismo impulso, escribo bajo la misma premisa: hacerlo lo mejor posible, hacerlo por una necesidad interna. Lo que sí está claro que cambió al entrar en Anagrama fue la visibilidad que han tenido mis libros y eso te crea una figura pública con la que por cierto no siempre uno se encuentra cómodo porque tiene que ajustarse a tu persona real. Pero el hecho de que un libro circule y sea leído por mucha gente y se haga crítica, provoca que inevitablemente empiecen a etiquetarte en determinado movimiento o bajo determinados temas, o te piden opiniones sobre ciertas cosas que tú nunca habías reflexionado en realidad y que no están en tus libros; te obligas ti mismo a dar respuestas y terminas formando un discurso un poco ficticio, yo intento luchar contra eso y ser honesta en lo que escribo y no dejarme influir demasiado ni por modas ni por etiquetas. Pero evidentemente la visibilidad trae eso, es una cosa contradictoria.
¿Cambió el asunto de la visibilidad los temas que abordas en tus libros?
No, yo creo que sigue igual. Mis temas han evolucionado, pero sobre todo mi manera de abordarlos y enfocarlos. He escrito ya varios libros, pero creo que eso igual hubiera pasado si no hubiese entrado en Anagrama; en todo escritor hay una evolución natural, algo que te lleva de un sitio a otro, no siempre necesariamente mejor, pero te va llevando y creo que no tiene nada que ver con estar en Anagrama o no. En Anagrama jamás me han dado ningún tipo de consigna sobre qué tipo de libro esperan de mí. Mi libro Cicatriz es el que más repercusión ha tenido y habrá muchos lectores que pretendan que en mi próximo libro haga algo parecido a lo que hice con Cicatriz y a lo mejor pues no los voy a satisfacer, pero ganaré a otros lectores, no recibo ningún tipo de consigna de nadie.
Sin duda hay un montón de historias y material detrás de los libros, historias del escritor que jamás llegamos a conocer los lectores... Podrías contarnos un poco sobre esas historias que tienen más que ver con los procesos de creación y los estados emocionales durante la concepción y escritura de tus historias, Cicatriz por ejemplo:
Es una pregunta difícil, no recuerdo qué pasaba por mi cabeza pero creo que no son cosas tan interesantes, al final lo que llega y lo que interesa es cómo siempre es ese revoltijo que constituye la vida, problemas, deseos y demás cosas que quieres contar, se hace una masa y escribes un libro. Lo interesante es el libro que ha salido de eso. Yo siempre digo que una historia o una vida por sí misma no tiene demasiado interés salvo que la cuentes de una manera atractiva, quizá sea interesante ese foco, el saber cómo se llegó a la manera de contarlo. Qué hay de real o qué no es real en los libros, en qué momento se decidió escribirlos, si se tuvo un sueño o si llegó una imagen, esas no dejan de ser anécdotas que muchas veces los escritores decimos por darle un poco de magia a la publicación, pero no son cosas tan interesantes.
El cuento… ¿Cuál ha sido tu relación con el cuento como género literario?
A mí el cuento me gusta muchísimo. Yo empecé escribiendo cuento y me parece además una manera bastante frecuente que tienen los escritores de empezar porque te permite probarte, probar cómo creas historias, personajes, estructuras. El cuento es un género muy flexible y muy libre. Empecé así pero seguí escribiendo cuento, hay muchos escritores que comienzan escribiendo cuento pero de hecho se habla ‘del salto a la novela’, la novela a nivel comercial es más potente pero a nivel literario no tiene por qué, y aunque eso esté más que sabido creo que hay que repetirlo porque no se tiene tan claro, siempre te preguntan por ‘el salto a la novela’.
Yo seguí escribiendo cuento y de hecho mi más reciente libro es de cuentos y de los míos es mi libro preferido, me siento muy cómoda con esa extensión. Mis novelas son cortas, no son muy largas y tienen mucho de lo que tienen los cuentos. Hace poco leí una entrevista del escritor guatemalteco Eduardo Halfon y él lo dijo mejor que yo: “Yo escribo cuentos siempre, lo que pasa es que algunos me salen de 150 páginas”. Pero la novela no se define por extensión sino por un propósito diferente, hay una ambición más totalizadora, el cuento es más fugaz, es mucho más intuitivo, más sugerente, se maneja mucho la elipsis, lo que no se ve desde donde cuentas las historias y eso se ve en mis novelas también, me siento próxima a eso y se trabaja en una extensión corta o media y yo me siento cómoda, algo que no me pasa en una extensión larga. Como lectora todo lo que sea bueno me gusta, las buenas novelas me gustan y si tienen 1000 páginas pues encantada de esas mil páginas de disfrute, pero como escritora soy incapaz de hacer algo así.
¿Qué tiene 'Mala letra' (2016)? ¿Qué lo hace tu libro favorito?
Es un libro en principio de pretensión más humilde porque cuenta historias pequeñas no solamente en extensión, sino en su alcance narrativo, en las cosas que se cuentan, son cosas que le pasan a niñas básicamente, resumiendo las 11 historias. El mundo infantil es importante y el mundo de la adolescencia también; son pequeñas historias sobre el hecho de crecer, de la desobediencia, de la rebeldía, la autoridad y el poder.
Creo que es mi libro preferido porque el cuento me plantea abordar ese tema desde distintos sitios siendo yo todo el tiempo. Mala Letra funciona como un libro en su conjunto, de hecho el título no es el nombre de ninguno de los cuentos. Normalmente en un libro de cuentos el autor escoge el cuento que más le gusta para titular el libro, pero en mi caso escogí un título que no es el de ninguno de los cuentos queriendo forma una unidad y la mala letra es un símbolo de rebeldía, una apuesta por la libertad a la hora de escribir. También es un libro en donde algunos cuentos tienen un componente autobiográfico fuerte, con lo cual lo siento mucho más cercano.
Sabemos que las artes están impregnadas de un montón de sensibilidades y formas de ver y apreciar el mundo de quienes están detrás, siempre hay un componente autobiográfico... ¿Cómo funciona esto en tu obra? ¿Qué trabajo requiere ese material autobiográfico antes de salir a la luz?
Lo biográfico literario, creo yo, tiene una dimensión distinta al término biográfico usual. Creo que la autobiografía en la literatura está a otro nivel, no se ajusta tanto a los hechos biográficos, a los datos, lugares, acontecimientos concretos, como a la mirada y los sentimientos que uno tiene en cierta época o a los problemas a los que se enfrentaba o con el quién es uno en determinado momento, eso sí que aparece en mis libros y en muchos libros de diversos escritores; hablamos del mundo desde el lugar en el que estamos y con la mirada que tenemos y no podemos sustraernos de eso.
Sí que es cierto que cuando uno dice ‘esto es biográfico’ la gente tiende a buscar correspondencia, a buscar paralelismos y lazos con tus familiares, comienzan a unir flechas y eso muchas veces genera inquietud porque no es así precisamente. Uno no quiere dañar a la gente que le rodea pero escribe sobre las cosas que le pasan y ese equilibrio es complicado, pero esto es literatura, funciona a otro nivel.
Hablabas de 'Mala letra' como un libro sobre la rebeldía… ¿Representa quizá para ti una rebeldía el hecho de seguir escribiendo cuentos a pesar de hacer también novelas?
No lo había pensado pero incluso hay cuentos de ese libro que estaban escritos previo a Cicatriz, y otros fueron escritos durante el proceso de publicación de Cicatriz. Yo no sabía que Cicatriz fuera a tener tanto éxito, no lo sabía nadie, ni en la editorial se podía suponer y realmente en España fue un libro que sonó muchísimo, entonces yo tenía mi libro de cuentos ya montado y pensé que dirían que publicaría este libro de cuentos siguiendo el éxito de Cicatriz y eso me producía mucha inquietud y rabia también, pensé incluso en esperar para publicarlo pero luego me dije ‘me da igual lo que parezca’, y eso, más que un acto de rebeldía es libertad: 'voy a sacar y a escribir al ritmo que yo quiera y considere que merece la pena publicarse y punto’.