MUICA: un diálogo cinematográfico entre Colombia y África
Estamos, más o menos, a la mitad de la cuarta edición de la Muestra Itinerante de Cine Africano (MUICA). Una muestra que ha ido forjando un diálogo cultural entre Colombia y la denominada cuna de la humanidad y que este año planeó visitar ciudades como Cali, Buenaventura, Cartagena, Bogotá, Nuquí, Quibdó.
Se trata de un viaje intercontinental que, como señalaba en su comunicado, atraviesa el pulso urbano de Nigeria y el desierto de Somalia, pasando por el renacer del cine en Sudán y por las inesperadas historias que emergen de un dojo de karate y de un ring de boxeo. Además incluyó en su programación dos clásicos del cine africano en sus versiones restauradas, al tiempo que pone en conversación el afrofuturismo y el realismo mágico.
Son en total 28 películas sobre África y su diáspora que nos abren una ventana a un continente vasto y diverso, tanto en sus realidades sociales como en sus expresiones artísticas y que por lo demás nos pueden brindar herramientas de interpretación para la propia realidad que vivimos en el país.
Durante el mes de la herencia africana en Colombia, la MUICA y sus actividades se han tomado salas de cine, centros culturales, bibliotecas, colegios y barrios, poniendo sobre la mesa la resistencia social y la reivindicación de la diversidad a través del arte. Todo con sus ya acostumbradas secciones: Hecho en África, exclusivo para las historias de creativos africanos; Diáspora, que acompaña con historias desde la afrodescendencia en el mundo, y Otras Miradas, con relatos extranjeros que se sumergen en el universo africano.
La de este año será una muestra híbrida, fortaleciendo algo que la MUICA ya venía trabajando, con eventos y proyecciones en línea gratuitas, a través de la plataforma Boonet.co, por donde se podrán ver películas los fines de semana simplemente con una suscripción. A esto le suma una oferta de paneles en su página de Facebook y Youtube, debates presenciales y virtuales y una exposición fotográfica que hacen que la muestra se esté convirtiendo en uno de los espacios culturales más valiosos del año.
Hablamos con Salym Fayad, periodista y gestor cultural que desde hace varios años vive en Sudáfrica, desde donde ha propiciado una conversación pendiente y necesaria entre el sur global. Precisamente, con la Fundación Otro Sur, que organiza la MUICA, los planes son ambiciosos, configurándose una plataforma de resistencia y creación cultural.
Esto nos contó.
Son ya cuatro ediciones y ya es posible hacer un balance de lo que ha sido la MUICA, ¿qué tipo de reflexiones les ha dejado la muestra?
En un inicio con la MUICA era muy difícil saber qué reacción iba a tener el público. Si bien sabíamos que estábamos trayendo un producto bastante único, podía pasar que para el público no despertara mayor interés o que solamente ciertos nichos, ya fueran profesionales o académicos o cinéfilos, tuvieran interés en este. Y la grata sorpresa fue que no, que todo el espectro de consumidores culturales a lo largo de la sociedad colombiana se ha visto muy interesada en estas películas.
Eso también nos ha abierto a la libertad del riesgo de traer películas que sean ciencia ficción, que sean comedia, que sean western, que estén lo más alejadas de los estereotipos que se puedan tener. No necesariamente documentales de cosas tristes o de los problemas que hay, un poco lo que pasa con el cine colombiano. Nosotros hemos ido complejizando o alimentando ese corpus narrativo que quiere ser la MUICA. También sentimos que con las cuatro ediciones se está haciendo un compendio de cine de muy alta calidad. No solo de cine sino de una imagen de África que antes no se tenía en el país.
¿Está en un momento especial el cine proveniente de África?
A nivel continental, el cine africano está muy activo desde los 60. Pero claro, últimamente gracias a los recursos, gracias a las redes sociales, gracias al alcance internacional que han tenido los directores, también se van sintiendo más confiados de contar historias cada vez más arriesgadas y menos convencionales. El año pasado nosotros trajimos a Colombia una película que se llama High Fantasy (2017) rodada solamente con teléfonos celulares. Es una ficción contada en primera persona desde los protagonistas y que toma temas de raza, toca temas de identidad de juventud, problemas de colonialismo pero todo de una mirada muy fresca, muy joven muy divertida. Este año volvemos a llevar una película de la misma directora, Jenna Bass, de Sudáfrica, que se llama Flatland (2019).
¿Por qué deciden usar el cine, como expresión cultural subjetiva, para generar ese diálogo entre el sur global?
Porque permite ver lo complejas que son las realidades entre Colombia y Latinoamérica y los países africanos. Colombia también es un país que es susceptible de reduccionismos. Cuando viajo por África hay unos referentes obvios que estoy harto de escuchar sobre el narcotráfico. Uno como colombiano no es que no piense en eso, pero hay tantas cosas en nuestra idiosincrasia. Lo mismo pasa con los países africanos.
El hecho de que la República Democrática del Congo esté en conflicto desde hace 20 años no quiere decir que la realidad sobre el terreno sea mucho más compleja, mucho más rica. Que también sea interesante, que pueda ser divertida y que pueda ser una sociedad funcional. Creo que ese diálogo muestra muchas más facetas de esas realidades. Al mismo tiempo es posible ver las similitudes que podemos tener entre unos y otros, Colombia con países africanos, aunque no sepamos dónde queda Guinea Ecuatorial o Costa de Marfil o Somalia. Hay situaciones que nos afectan de manera similar y a las que reaccionamos de manera cultural.
Pero también están presentes en la muestra los trabajos de personas que no son ni de Latinoamérica ni de África…
Eso también es parte de lo que queremos mostrar: cómo reaccionan los narradores africanos a sus propias realidades V.S. la forma en que reaccionan los narradores “occidentales” cuando vienen a África a poner la cámara sobre esas imágenes de los campos de refugiados, sobre el conflicto, sobre las tragedias.
Hace varios años que usted vive en Sudáfrica. Desde la gestión cultural también ha llevado agrupaciones como Bomba Estéreo o La 33. En cuanto a cine, ¿ha llevado películas colombianas a allá?
Esa fue la primera aproximación que tuvimos al cine. Yo empecé a trabajar con proyectos de música, tanto trayendo bandas colombianas a Sudáfrica como llevando a Colombia. La primera vez fue en 2011 que trajimos a Sidestepper y también llevamos una banda de rock sudafricana, los Black Jacks a Rock al Parque.
Eso fue creciendo y en 2014 hicimos una muestra de cine colombiano en Sudáfrica. Fue el proyecto que consolidó la Fundación Otro Sur, que somos quienes organizamos la MUICA. Esa muestra la presentamos en Ciudad del Cabo y en Johannesburgo, con una selección de 15 películas colombianas y la conexión del público también fue muy grata.
¿Recuerda alguna película en especial que hayan exhibido allá?
Para mi era muy importante mostrar la Estrategia del Caracol (1993), porque siento que es un clásico del cine colombiano y que debía ser parte de esta muestra, pero al mismo tiempo me parece que es una película tan local y con tantos referentes tan bogotanos que yo no le apostaba mucho a que iba a tener una conexión con el público. Pues pequé de ingenuo. El tema del desalojo de los hogares es una constante y es un problema social enorme en Sudáfrica. Yo estaba poniendo la mirada en otros detalles como, por ejemplo, el cómo se comunica la gente, el ciclista que sale por la mañana, el zorrero, el abogado, el tinterillo, pero resulta que el tema más macro, el de los desalojos, conectó perfectamente aquí y la gente se sintió totalmente identificada. Fue una de las películas que más disfrutaron.
¿Cuáles son esas otras ambiciones de la Fundación Otro Sur? ¿A dónde se quiere llegar con proyectos como la MUICA?
El objetivo inmediato es la exposición de estos materiales al público colombiano. A mediano plazo la MUICA quiere convertirse en una plataforma no sólo para el cine africano sino para las artes africanas contemporáneas en Colombia. Por eso la muestra no es sólo cine. En 2019 trajimos una muestra de fotografía de un proyecto que se llama Cines de Angola, que la presentamos en el Espacio Odeón.
Este año esa exposición vuelve y la estamos llevando al Centro de Formación de la Cooperación Española en Cartagena, que tiene unas instalaciones bellísimas en una antigua casa colonial. Además, muy irónicamente, esta es una colección de fotos de cines coloniales en Angola que cuestiona todo ese legado problemático que dejaron los portugueses, pero que a la vez se convirtieron en monumentos de la cultura para los angolanos a posteriori. Son lugares que ahora están totalmente abandonados y esta exposición nos lleva a reflexionar un poco sobre su legado cultural.
Tuvimos también realidad virtual en 2019, que descoloca los prejuicios que se pueda tener sobre África en términos de tecnología e imaginación narrativa, hablando de fantasía, de ciencia ficción, de futuros especulativos básicamente.
¿Será la música parte importante de este proyecto?
La música para nosotros siempre ha sido un factor muy importante y la hemos abordado desde el cine. Este año, por fin, en un escenario tan particular, podemos traer música a la MUICA de manera virtual. Hicimos una alianza con Serious, una compañía productora de Inglaterra, que son los productores del London Jazz Festival, y CCA, una red de promotores de música en el continente africano, para hacer una serie de conciertos en honor al día de África que es el 25 de Mayo.
Todos los días de esa semana del 24 al 28 de mayo hay conciertos en línea de diferentes artistas del continente, todos contemporáneos, todos de vanguardia. Vamos a cerrar con Azu Tiwaline, que es de Túnez y hace electrónica pop. Tenemos a A’mosi de Angola, a Yugen Blakrok que es la nueva revelación del hip hop en Sudáfrica. Todo se podrá ver a través de la página de Serious.
¿Y cuáles son los planes a largo plazo?
A largo plazo la MUICA busca es la colaboración, la cocreación. No sólo conocernos, pues sentimos que ya dimos ese paso. Viene consolidarnos como una plataforma que trae productos de primera calidad que se producen en este continente que de otra manera no llegaría al público colombiano, pero a largo plazo es la colaboración: artistas colombianos colaborando creativamente con miembros de la industria cultural africana. Y para eso ya hay planes y propuestas. No puedo dar detalles. Nosotros no tenemos un presupuesto para llevar muchos invitados, como sí lo tienen festivales de primera línea, pero lo que hacemos es que, cuando podemos llevar un invitado, le sacamos el jugo a más no poder.
Por ejemplo lo hicimos en 2019 con Sunny Dolat, que es miembro de un colectivo creativo en Kenia que se llama The Nest. En The Nest hacen diseño de moda, fotografía, ciencia ficción, videos musicales, diseño gráfico, sacan libros, sacan discos, es una fuerza creativa impresionante. Y Sunny Dolat fue representando este colectivo en 2019 y la conexión que logró con comunidades LGTBI -porque son activistas LGTBI también- con de San Basilio de Palenque es algo único. Es como “Nairobi meets San Basilio de Palenque” a través de la cultura y las causas LGTBI. En este momento están en contacto y eso ha sido de una riqueza impresionante. Y ya va a rodar solo.
Y con la música ahí hay muchas posibilidades…
Eso es lo que se ha tratado de hacer también cuando trabajamos con proyectos musicales: no se trata solamente de que una banda llegue a Sudáfrica, de un concierto y la gente diga: “vaya, que buenos artistas hay en Colombia”, sino que hay que meterlos en un estudio. Es algo que siempre hago. Esa conexión es uno de los nortes que orienta toda esta causa.
Una cosa más que quería agregar tanto con respecto al intercambio como al componente virtual, y que no mencioné antes, es el tema de los paneles. No se trata solo de mostrar películas, se trata de tener las voces de quienes las hacen, las voces de quienes cuentan las historias en el continente. De por qué las cuentan así, de qué historias deciden contar. Y ellos han estado participando en paneles gracias a esta virtualidad, dialogando con miembros de la escena cultural de Colombia. Estas conversaciones suceden a través del canal de YouTube de Otro Sur, pero principalmente en en nuestra página de Facebook.
¿Cómo ha sido adaptarse con la MUICA a la coyuntura actual del país?
Nosotros desde el comienzo fuimos muy conscientes de los posibles cambios que podía haber: restricciones por los vuelos, por el número de casos, las infecciones, la distribución de vacunas... Sabíamos desde un comienzo que era un riesgo, pero aun así decidimos seguir adelante. La MUICA es un proyecto bastante humilde pero bastante ambicioso, en términos de los productos que queremos llevar, del alcance que queremos tener en toda Colombia.
Por eso también el 90% de las proyecciones en todo el país son gratuitas. Desde el comienzo planeamos un componente virtual que se ha ido fortaleciendo con el tiempo, pero a medida que se acercaban las fechas y los casos en Colombia siguieron tan altos que prendimos las alarmas. Por eso aplazamos Cali y Buenaventura en la primera semana.
En este caso el componente virtual puede ser un gran aliado para fortalecer ese impacto.
Es de esas cosas paradójicas de la pandemia, que ya se volvió un cliché hablar: que nos va a permitir llegar a mucha más gente. Entonces nosotros estamos trabajando en alianza con Boonet.co, una plataforma de streaming colombiana, y una gran parte de nuestro programa de películas va a estar en línea de manera gratuita. Esto va acorde con la filosofía de la MUICA de llegar a la mayor cantidad de gente posible y también empata con que si la gente va a estar confinada, pues tiene cine africano al alcance de la mano, cosa que no es habitual. Son productos de muy alta calidad y que rara vez pueden llegar a Colombia.
La MUICA se va a mantener en Boonet durante todos los fines de semana del mes, de viernes a domingo. El estreno de las películas será escalonado para que haya una oferta distinta cada fin de semana de mayo.
¿Las películas se van acumulando en la plataforma?
No. Algunas se mantienen todos los fines de semana, hay otras que solo están, por ejemplo, los domingos y hay otras que solo van a estar un primer fin de semana y luego desaparecen hasta que la MUICA se pueda hacer presencial y la gente tenga la oportunidad de verlas físicamente. Eso mantiene la oferta fresca cada fin de semana.
Hagamos un recorrido por algunos de los títulos que ya han exhibido y por los que van a exhibir, ¿cuál quisiera resaltar?
La noche de los reyes (2020) es un largometraje de Philippe Lacôte, un cineasta de Costa de Marfil. Este es su segundo largometraje y es una producción impecable, una película muy premiada, muy reciente también. Fue la postulación de Costa de Marfil a los Oscar. Tiene una factura de producción impresionante y una calidad narrativa muy especial y muy bella. Trabaja mucho con temas que tienen que ver con realismo mágico, con lo onírico, con tradiciones africanas como griots, que son como los storytellers, narradores de historias. Y esto en un contexto muy complicado y muy hostil, que es el de una cárcel que se llama la Maca que existe en un bosque a las afueras de Abiyán, la capital económica de Costa de Marfil.
Han estado y estarán películas que son estrenos en Colombia, una de ellas es Knuckle City (2019), que es una película de boxeo también con una producción impresionante. El realizador es Jahmil Qubeka, uno de los jóvenes talentos del cine en Sudáfrica. Recordemos que Sudáfrica es una de las grandes potencias del cine en el continente, por eso los festivales de cine africanos en general siempre tienen una balanza con una oferta de películas sudafricanas más amplia. Por ejemplo, Ciudad del Cabo tiene un montón de estudios de grabación, también vienen películas internacionales y varias compañías productoras de Estados Unidos o europeas a rodar aquí. Hay la infraestructura, hay fondos y, si no hay, existen los mecanismos para conseguirlos para la producción.
Vimos que hay una película sudafricana que acaba de ganar el Oscar, Mi maestro el Pulpo (2020). Y Jahmil Qubeka ha sido una mente muy creativa desde que empezó a sacar películas hace aproximadamente 10 años, películas en ocasiones de bajo presupuesto pero muy ingeniosas, con muchas referencias al cine, muchas referencias a Hitchcock, a Kurosawa, a esos grandes clásicos.
¿Y de qué va Knuckle City?
Kuckle City es una metáfora a algo mucho más grande sobre cuestiones más universales de la condición humana. No es sobre el deporte, sino de cómo en un contexto donde la vida te está dando golpes todo el tiempo logras o no gestionar las situaciones. Y eso claro en el contexto de una Sudáfrica que estaba recién saliendo de décadas de apartheid en los 90.
Sigamos con otros títulos que recomienda…
Otro estreno que también nos enorgullece mostrar es Softie (2020), un documental keniano, de Sam Soko, que sigue la carrera de Boniface Mwangi: un activista keniano, periodista ciudadano, que luego empezó a hacer fotografía y, a partir de ir a protestas y realizar su activismo, se convirtió en una figura política. Sam Soko sigue todo ese recorrido de lucha contra la corrupción y las injusticias sociales en Kenia, una nación también muy desigual en el continente.
Esta película, además de también ser muy reciente, estar muy premiada y muy bien hecha, resuena mucho con las situación de los líderes sociales en Colombia. Esas preguntas existenciales de cómo gestionamos la lucha, hasta cuando nos ponemos en riesgo, ¿estamos dispuestos a morir por esta causa? ¿Qué pasa con nuestras familias? ¿Qué pasa cuando estamos poniéndonos en primera línea haciendo activismo? ¿Qué impacto tiene eso a nivel personal? La pieza retrata muy bien esas diferentes dimensiones de la lucha por los derechos humanos.
Hay otro que quería mencionar: Trouble Sleep (2020), cuyo nombre está tomado de una canción de Fela Kuti. Es de Nigeria aunque lo dirige Alain Kassanda que es un congoleño. Refleja a través del micromundo del tráfico, de los trancones en una intersección de una ciudad nigeriana, unas condiciones sociales más macro del país. Y tiene una música espectacular además.
Hablemos un poco de las dos películas restauradas que hacen parte de la muestra.
Sí, tenemos un par de películas que son dos clásicos restaurados. Uno es La pequeña vendedora de Sol (1999) de Djibril Diop Mambéty, uno de los grandes padres del cine africano nacido en Senegal. Y la otra es Samba el Grande que es una película más vieja aún, de 1977, de Moustapha Allasane. Es una animación en stop motion. Estas dos películas hacen parte de esta nueva ola que está dándose en diferentes partes del mundo, incluyendo la Fundación de Martin Scorsese, que están restaurando piezas. Es tener estos clásicos de hace décadas como estrenos: con buen sonido, remasterizados, con buena textura, con buen color, casi que cobran una nueva dimensión.
Hay otras dos películas de Sudán que también nos interesa mucho resaltar. Sudán estuvo 30 años bajo la dictadura de Omar al Bashir, que aplacó las expresiones culturales. Desde que cayó en 2019 toda esa ola que estaba bajo tierra emergió al nivel de la calle, al nivel de todo el mundo. Súbitamente después de que había cero producción, hoy tenemos un montón de largometrajes, de documentales que están yendo a festivales internacionales, ganando premios, que hacen parte además de la ola de Derechos Humanos y de justicia social. Está muy ligada a ese movimiento cultural con la música, con las artes plásticas, que están montandose en la ola de la nueva democracia en Sudán.
Quisiéramos que habláramos un poco de otra de las secciones de la MUICA, ¿qué tipo de películas encontraremos dentro de la categoría de “Diáspora”?
Este año la de Diáspora está muy cargada hacia la diáspora africana en el Caribe y América Latina. Y esto nos gusta mucho, porque son estas comunidades africanas que están gran parte invisibilizadas.
Por ejemplo, Negra (2020) es un documental de México sobre la comunidad afromexicana; tenemos Código. Color. Memorias (2015) de Cuba; Pasaje de ida (2020) de la comunidad afroperuana, y Apátrida (2020) que es un documental muy especial sobre las tensiones entre República Dominicana y Haití, donde dos naciones tan distintas están tan atadas en un espacio tan pequeño. Es algo de lo que rara vez escuchamos hablar.
Hay también un espacio dedicado a cortos dentro de la línea del Afrofuturistic, cuéntenos un poco sobre este contenido
Esta es una de las joyas que estamos haciendo premier en Colombia y que va a estar cerrando la MUICA el 30 de Mayo en modalidad virtual en una función única. Hay que conectarse a las 7 de la noche.
Afrofuturistic es una compilación de cortometrajes de ciencia ficción de directores de cinco países: Marruecos, Ruanda, Kenia, Nigeria y Congo. Buscan explorar o cuestionar ese concepto de afrofuturismo que se puso tan de moda con la llegada de Black Panther. Si bien esta película puso sobre la mesa ese concepto de afrofuturismo, también lo hizo de una manera que puede llegar a ser problemática. Se considera Afrofuturismo ahora cualquier cosa medio especulativa que surja de directores africanos, ¿Por qué no se llama simplemente ciencia ficción? Entonces hay unas reflexiones sobre eso de manera un poco irreverente, a veces dramática. Trata de explorar esas cuestiones sobre la tradición y sobre la identidad a través de realidades imaginadas, de fantasía.
Y debo aclarar: el afrofuturismo es un concepto que no surgió con Black Panther, existe hace décadas y también está ligado a un movimiento musical, a Sun Ra Arkestra, el músico de jazz afroamericano. Está vinculado a imaginar África en un espacio diferente a este mundo, vinculado al espacio exterior, pero al mismo tiempo a la mitología egipcia. Es un concepto mucho más complejo que estos cortometrajes, que si bien le rinden tributo al mismo tiempo también lo cuestionan y lo exploran.
Contaba que Sudáfrica es como un centro de gravedad de la industria cinematográfica en el continente africano, ¿qué otros países se podría mencionar que jueguen este papel?
Se podría agregar a Kenia, que se ha disparado también con películas estrenadas en Cannes, películas postuladas al Oscar (no nominadas) y multipremiadas. Está entrando dinero de países europeos, los alemanes están invirtiendo en la industria cinematográfica de ese país.
Un ejemplo de esto es Rafiki (2018), esa famosa película LGBTI estrenada en Cannes. Era la primera vez que una película de este país era estrenada en ese Festival y lo hizo con una salva de aplausos el mismo día estaba siendo prohibida en Kenia. Esas cosas paradójicas en donde la censura es la mejor herramienta de marketing. De ahí por supuesto Rafiki se disparó.
¿Y dónde el panorama es más complejo?
Somalia ha estado en una crisis desde 1991 de la que no ha salido, un país sin un gobierno funcional, sin un sistema financiero funcional, digamos funcional a microescala. Es un país que no se puede mantener y esto se ve reflejado en la producción cultural y lo que se produce es muy casero.
En la MUICA tenemos La vida en el cuerno, un cortometraje de ficción de Somalia y esto también es muy importante para nosotros: traer este cine de un país que no tiene industria cinematográfica o que no tiene industria, punto. Surge muy recientemente, el año pasado, es muy bien hecho, muy sencillo, muy elegante y muy triste también. Es en blanco y negro. Por fin tenemos un realizador de Somalia que va ser la nueva voz o una de las nuevas voces del cine de este país.