Más allá de la pintura: el panorama de la homofobia en Colombia
En la calle 89 con carrera séptima, en esas escaleras que suben el cerro oriental de la capital, varias personas pintaron, escalón a escalón, cada uno de los colores del arcoiris. Esos mismos que reivindican las orientaciones sexuales e identidades de género diversas y las luchas sociales que hoy siguen persiguiendo miles de personas que se identifican con una o varias de las letras de la sigla en todo el planeta.
La polémica se desató cuando un mensaje homofóbico y violento se superpuso a las escaleras en la pared de al lado. “Maricas afuera”, decía el mensaje, escrito con pintura negra. El acto, según la firma que dejaron en uno de los escalones se le atribuye al CRN (Comando Radical Nacionalista), un grupo neonazi que asesinó en 2013 al joven Nicolás Gutiérrez, integrante de la Marcha Patriótica, de acuerdo a El Espectador. Con la etiqueta #NoMeQuitaranMisColores, varios usuarios de Twitter rechazaron lo sucedido y abrieron un diálogo en torno a las violencias que viven las personas LGBT.
Para entender más a fondo lo que este acto significa en un país que registra escalofriantes cifras de violencia hacia esta población, conversamos con Marcela Sánchez, directora ejecutiva de la organización Colombia Diversa. La misma que evidenció que al menos 448 personas LGBT fueron víctimas de actos de violencia entre 2019 y 2020 en Colombia y que en esta misma fecha, 181 personas con orientaciones e identidades de género diversas fueron asesinadas a nivel nacional.
De acuerdo a la experta este es un acto simbólico muy fuerte porque envía un mensaje de repudio hacia toda una comunidad. “Con esto es como si dijeran ‘vamos a acabar con sus símbolos, sus manifestaciones’. No es un ataque a una persona en particular, sino a muchos. Y es, en últimas, una amenaza. Es preocupante, teniendo en cuenta que las amenazas, de 2019 a 2020, se han triplicado contra las personas LGBT”, agrega.
Además, Marcela explica que la reacción de las personas ante este acto de violencia resulta paradójica ante el silencio que hay hacia las cifras. “Cuando se ponen las cifras de homicidio, el año pasado fueron 220 personas asesinadas en Colombia, el rechazo no es igual de generalizado como el que hubo en redes con esto”, explica. La posible razón detrás de esto puede radicar en que los datos sin historias, sin rostros, pueden no conmover a las personas.
Y aunque muchas personas no reaccionen ante el escalofriante panorama de homicidios hacia personas LGBT en Colombia, la respuesta a este acto discriminatorio es bien interesante, dice. “El Comando Radical Nacionalista se dio cuenta de que es repudiado. No sólo por los LGBT, sino por muchas personas. Muchos dijeron '’esto no se hace’,‘no se pueden mandar este tipo de mensajes hacia una población’ ,‘no está bien’''.
Lo más grave, de acuerdo a Sánchez, es que los asesinatos que hoy se registran, en parte, radican en este tipo de mensajes. “El homicidio es una muestra concreta y real de ese repudio que se ve en lo de las escaleras”, sentencia.
Además de un mensaje de repudio, Marcela dice que este tipo de actos pueden leerse como “un ejercicio de poder muy cobarde”. Cobarde porque de acuerdo a la experta, esto no abre la posibilidad a un diálogo o una conversación que de paso a un intercambio de ideas, sino que simplemente es un acto de agresión muy violento.
“La gente en algunos comentarios de redes sociales decía: ‘¿or qué pintaron las escaleras?’ ‘¿Por qué no hicieron una consulta para ver si se podían pintar?’. Como si las personas LGBT no pudieran apropiarse del espacio público, como lo hace cualquier otra población o así como se pintan cosas por los desaparecidos”, explica.
Según ella, si alguien se atreve a hacer un graffiti de esa naturaleza es porque siente mucho poder social. “Ellos creyeron que iban a tener mucha resonancia diciendo eso. Fue todo lo contrario: ese cambio es interesante registrarlo. Ante una agresión, hubo una respuesta. Antes eso no pasaba. Los gays y lesbianas debíamos quedarnos callados, vivir en silencio. Ahora no solo nosotros contestamos, sino que otra gente que siente que eso no está bien también lo hace”.
Y es que para Sanchez, esto no es simplemente algo que haya pasado como un hecho cualquiera o aislado, sino que hace parte de muchas dinámicas violentas a las que deben enfrentarse las personas LGBT en el país todos los días. Según ella, la homofobia se ve recrudecida en las agresiones hacia la gente que expresa su afecto en público, en el bullying hacia niños gays en los colegios y a través de casos de violencia policial hacia personas trans. También se ve “cuando las personas que hacen seguridad privada en edificios controlan las ‘buenas costumbres’ y en las casas, en donde se habla mucho de que la familia es la célula. Pero en donde parece que para gays, lesbianas, bisexuales y trans esa familia no es esa célula fundamental, sino una que los agrede”.
Todo este tema le hace pensar a Marcela que cuando se habla de crímenes por prejuicio, no es suficiente con condenar a la cárcel a la persona que se atrevió a matar a una persona LGBT, si paralelamente no se cambia a la sociedad que le dio sustento a ese tipo de crimen. “Esto quiere decir que mientras no corrijamos ese hecho social a quien coje un arma o un spray para dañar un símbolo, no vamos a hacer mucho. La responsabilidad es social, no solo de ese individuo que tomó el arma”, explica.
De acuerdo a la experta, de nada sirve pintar nuevamente las escaleras, tal como lo hizo la Alcaldía de Bogotá, si no se contempla un diálogo abierto con distintas partes. Lo ideal, de acuerdo a Sánchez, es invitar a las personas que no estuvieron de acuerdo con que se pintaran las escalares, sectores LGBT, vecinos y todo aquel que quiera hacer parte.
Además, desde la política pública es clave pensar en promover una educación en derechos humanos, una que promueva la no discriminación y que nos invite a llevar la mirada hacia adentro y evaluar cómo definimos y percibimos a los demás.