“Los derechos de un artista grande y uno emergente son exactamente iguales”: Juan Felipe Gutiérrez
Desde hace un tiempo en Radiónica venimos entregando algunos insumos que sirvan a los artistas y demás agentes que participan de una u otra manera de la industria musical para entender su funcionamiento. No han sido tiempos fáciles y con la pandemia se evidenció que aún hay mucho que fortalecer en este andamiaje de nuestro país, sobre todo en lo que a música independiente y alternativa se refiere, pues esta, en términos generales, no termina de salirse de las dinámicas del mercado.
Como ya señalamos, a la hora de analizar la dinámica de los sencillos y los álbumes en el presente, un proyecto musical no solo es un entramado de creatividad, sensibilidad y concepto. Este entra a funcionar dentro de una industria que muta a gran velocidad, así la esencia de lo que mueve siga siendo la misma: las canciones.
Por eso quisimos profundizar un poco en la importancia de los derechos de autor dentro de la industria musical y, para eso, nos acercamos a Juan Felipe Gutiérrez Álvarez.
Gutiérrez se formó como abogado en la Universidad de Caldas con especializaciones en la Universidad Externado de Colombia y en la Universidad de Barcelona. Ha sido columnista de la Revista Mprende, del blog de El Espectador El Mal Economista y de la Revista Industria Musical. Es cofundador del Instituto Colombiano de Derecho Corporativo, miembro del Instituto de Innovación Legal de Madrid y la Asociación LegalTech de Colombia. Ha colaborado además con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) como formador de empresas en anticorrupción.
Actualmente está enfocado en las necesidades jurídicas de la industria musical. En esta línea fundó Alright, abogados para la música, que busca brindar herramientas legales de fácil acceso y comprensión a los músicos y otras partes de la cadena; es cofundador de la Asociación de la Industria Musical de Colombia (AIMCO) y de la Industria de Producción de Eventos y Espectáculos (IPEE)
Durante la conversación hablamos de las falencias de nuestra industria musical, de la manera como se transforma, de los elementos esenciales que hay que tener en cuenta y de las discusiones que están apareciendo.
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Desde el punto de vista del funcionamiento de la industria musical, ¿cuáles son para usted uno de los desconocimientos que son urgentes y que se deben solucionar para fortalecerla?
Para empezar quiero señalar que este conocimiento tiene una importancia diametral para el éxito de los proyectos musicales. Entonces, cuando me preguntas por las problemáticas, yo creo que hay una sustancial: tanto el sector legal como el sector de la industria musical como tal todos decimos que hay una informalidad muy grande, pero no nos preguntamos por qué se da. Esa es una de las preguntas que nosotros nos hicimos desde el inicio.
Esa informalidad, si bien es responsabilidad de la industria musical, para nosotros, es aún más responsabilidad del sector legal. Este nunca se ha preocupado por hacerse entender, por ser empático con una industria que tiene unas características, que no habla el mismo idioma y que tiene unas dinámicas propias que escapan del derecho tradicional. Un abogado puede saber mucho de derecho, pero si no sabe las dinámicas propias de la industria musical es muy difícil que dé una solución jurídica efectiva. Lo primero, como abogados es conocer la industria para luego aplicar un Derecho que sea beneficioso para las partes que están participando.
Según eso, ¿el problema es esta comunicación?
Sí, el problema diametral no es tanto la informalidad como tal, que es una consecuencia, sino la falta de acceso, que por lo general es responsabilidad del sector legal. El resultado es que las personas que están dentro de la industria no conocen sus derechos y tampoco pueden proteger sus creaciones. Pasa algo y es que si tú tienes un carro, una casa, una moto, seguramente no vas a dejar que cualquier persona se meta o se monte y mucho menos, que haga lo que le dé la gana con eso que es tuyo. A todos nos enseñaron esa conciencia de propiedad. Pero no pasa lo mismo con los derechos, a todos nos dicen que los tenemos, pero no nos dicen cuándo se generan, cuándo los puedo exigir, cómo los puedo hacer respetar frente a terceros. Es ahí donde nosotros entramos, para que los integrantes del sector de la música puedan conocer sus derechos, proteger sus creaciones y, finalmente, puedan vivir de lo que hace.
Usted ya ha tenido una trayectoria de generar estos puentes entre lo legal y la industria musical. Desde esta experiencia, ¿cuáles son esas herramientas esenciales que se deben tener en cuenta para generar esa conexión?
Yo tuve la oportunidad de estudiar en Europa un tiempo y allá me conecté con algo que se llama Instituto de Innovación Legal, con sede en Madrid. Tiene una línea de diseño donde, precisamente, lo que se hace es traducir todo ese lenguaje jurídico a uno mucho más cercano a las personas. Se necesita un esfuerzo, pero es realmente sencillo. Es simplemente pensar en el otro, pensar a quién tienes al frente: si es un músico, si es un manager, si es otra persona que no está dentro de la industria musical, si entra en las industrias culturales en general. En definitiva es preguntarse,¿cuál es el chip que tiene? ¿Cuál es la forma de comunicación que tiene para tú poder hablarle de esa manera?
Hay una cosa muy curiosa y es que nosotros tenemos unos códigos, algunas leyes, de hace 50 años, algunas de más tiempo, y estamos usando las mismas palabras que utilizaban en esa época. Es algo un poco absurdo, sin querer ser grosero. Es como si tuvieras un libro de filosofía y lo enseñaras en el colegio usando exactamente los mismos términos. Hay que traducir esos términos, hay que traerlos al presente, porque para eso te preparaste.
Entonces, son dos cosas. Primero, conocer la industria. No es que yo la conozca a la perfección, todos los días aprendo mucho más y creo que nunca voy a tocar fondo porque cambia todo el tiempo. Y eso es magnífico, es una de las cosas más apasionantes que tiene. Con eso empiezas a ver algunas problemáticas o, más que problemáticas, algunas necesidades puntuales para que los músicos puedan saber que los derechos son una fuente de dinero. Vas cogiendo la ley y vas explicando de manera adecuada esas implicaciones legales. Hacer las cosas más fáciles cada vez para los artistas.
El abogado tiende a pensar que tiene un conocimiento que sólo él es capaz de entender y no, realmente si se lo explica a las personas de manera adecuada es realmente sencillo y todo el mundo lo puede utilizar.
Aunque la pregunta suene un poco obvia, ¿cuál es la relación entre conocer esos derechos y poder vivir de la música?
Esa es la tarea más importante en educación que nosotros tenemos que hacer. ¿Cuál es la materia prima en la industria musical? La música. Y esta es generadora de unos derechos. Hablando lo de manera muy concreta ahí está el dinero, en los derechos. Pero, ¿cómo se integran esos derechos a la vida del músico?
Miremos la trayectoria genérica de un artista: se reúne con otras personas, hay un trabajo creativo, un estudio grabación, un productor, un productor fonográfico, montan en plataformas digitales, hace un trabajo de mercadeo... toda esa trayectoria que muchos conocerán bien. Pues en cada uno de esos pedacitos hay derecho y hay ley: ¿cómo te repartes regalías con las personas? ¿Qué pasa si en un estudio de grabación se llega a dañar algo? ¿Qué sucede si se llega a fugar a tu grabación y otra persona la utiliza? ¿Cómo se reparte los derechos con el productor fonográfico? ¿Quién puede recaudar con unos derechos y quién puede recaudar con otros? ¿Cuáles son las formas de monetización cuando ya tienes el producto?
Desde el mismo nacimiento de la música como tal, incluso, desde la idea que tiene el músico y en su interacción con las personas de la agrupación, ahí se empiezan a gestar los derechos.
¿Qué implicaciones tiene este desconocimiento en términos de la estabilidad de una agrupación o de un proyecto musical?
Uno de los fracasos más latentes o más recurrentes son los conflictos entre los miembros de las agrupaciones. Conflictos por la participación de las regalías, porque una persona cree que aportó más de lo que se le está reconociendo, porque alguno quiere hacer una colaboración con un artista pero otros no, entonces se dañan los contratos. Lo que subyace ahí es la falta de reglas claras desde el principio. Si yo organizo ese tipo de temas de entrada, me dedico a hacer música y ya, pero si no lo hago todo el tiempo voy a tener un montón de conflictos. Y se logra organizando el tema de derechos como tal.
La industria de la música sigue adaptándose a cambios profundos en su funcionamiento, tanto en la forma de producción como de consumo. Han surgido críticas en varios países de la manera como ha ido sucediendo esta adaptación, por ejemplo contra las plataformas de streaming. ¿Cómo lograr mejores condiciones?
Esto es algo que siempre había querido conversar con alguien. Hay algo que se llama la política pública, que básicamente es la posibilidad que tienen todas las personas de crear la ley. Los congresistas la materializan, la hacen posible, pero son las personas las que pueden participar de lo que se necesita. Sucede muchas veces que, como no hay conciencia del Derecho o de cuáles son mis derechos, entonces me quedo tranquilo y no hago nada. Pero en la medida que las personas tengan este conocimiento esto puede cambiar.
Estamos viendo como artistas están peleando con grandes plataformas para que los pagos sean más justos. Muchas veces son artistas muy grandes y exitosos en popularidad, que tienen una trayectoria muy larga y que conocen y pueden decir todas las barbaridades que pasan. Ya se dieron cuenta de que ellos pueden exigir. Pero no necesariamente tienen que ser ellos, pueden ser todos y, en la medida que sean más personas con esa misma sincronía, se pueden transformar de manera positiva la legislación o las dinámicas propias de la industria musical.
Quizás hay artistas, cuando están empezando, que ven estos temas como algo muy ajeno o lejano dentro del estado de sus proyectos.
Muchas veces se piensa que los temas legales son para artistas ya muy grandes, entonces yo me pregunto: ¿Cuál es la diferencia entre los derechos que tiene artista grande y un artista emergente? Son exactamente iguales. Además, ¿usted cómo sabe que una canción suya no va a estallar mañana y le va a generar regalías y un dinero? Eso es precisamente lo que se quiere. La conclusión es que se le debe dar exactamente la misma importancia al tema de los derechos en una una carrera artística que está empezando y en una carrera ya posicionada.
Hay un llamado a un artista muchísimo más activo en estos temas...
El músico no es la persona que es muy talentosa y a la que un montón de gente llega, le ayuda y se quedan con un gran pedazo de la torta y a él le dejan un pedacito. El músico ya sabe cuál es el papel que tiene, que obviamente es preponderante, y que se debe reconocer.
Somos hacedores de leyes en un sentido prístino de la democracia moderna. Pero surge la duda, quizás, de cómo generar ese diálogo con plataformas o empresas transnacionales que cambian la industria musical, pero sobre las cuales no se sabe cómo hacer el reclamo.
Tengo una diferencia de criterios con parte de la premisa, finalmente puede ser una empresa gigantesca del Sudeste Asiático, pero si tiene operación en Colombia juega con las reglas del país. Es este el que le puede poner ciertos limitantes.
Los colombianos, no sé si todos los latinoamericanos, tenemos un chip de no molestar, de no pelear con nadie, de vernos tranquilos porque es que si les decimos algo se van a ir estas empresas. Y no, eso no es cierto. Si tienes 50 millones de colombianos no los van a dejar porque igual son muy rentables. Se necesita entonces una voz muy fuerte, que se crea con la unión de las personas de un sector específico que hable de unos temas determinados. Se llega así a asociaciones, a las mismas ONGs, a la relación con los ministerios… Hay múltiples canales y, a veces, hay que activarlos todos. Incluso los medios de comunicación, que diría es uno de los más relevantes para empezar a dar esa pelea o esa “lucha”.
No es una cosa de un día o de dos. Por ejemplo, haciéndole un rastreo a lo que estaba pasando en Francia y lo que estaba pasando en el Reino Unido con las grandes plataformas, encuentra uno que es algo que hace tres años se venía diciendo de a poco. Así, hasta que alguien dijo “bueno ya, venga nos organizamos y pedimos esta vaina”. De esa manera, se gestan los cambios. Nosotros queremos dar esas herramientas para que haya una primera base y se vayan orquestando cosas con el tiempo. Una de las finalidades de nosotros es educar y después unir a toda esa gente que es consciente de sus derechos y llevar a la política pública muchos temas que son necesarios hace 20 años.
¿Cuáles son esos cambios más urgentes que se necesitan?
Hay muchos temas, pero miremos algunos ejemplos. La concepción de la propiedad intelectual y los derechos de autor es una concepción de hace muchos años que, por todos los cambios que ha tenido la industria musical, necesita un enfoque diferente. Uno que esté ligado a lograr mejores posibilidades para los creadores, en este caso los músicos, y que así puedan sacar provecho de esa moneda que son los derechos.
El dinero se está quedando en los intermediarios, no hay una posibilidad concreta de que los creadores puedan tener las mayores ganancias de su creación cuando debería ser de esa forma. En parte es responsabilidad de la concepción que tenemos de los derechos de autor y de la propiedad intelectual en general. Hay que dar un vuelco ahí.
Otro cambio, en materia de política pública, es el tema del reconocimiento de la labor del artista. Hay muchas dinámicas para tener en cuenta ahí, pero voy a hablar de una en específico. Resulta que, en materia de sincronización, lo lógico de cómo funciona es que un artista emergente cobra por sincronización, que un productor musical cobra más que el artista emergente y que un artista ya posicionado cobra mucho más. Lo que está pasando aquí es que los productores musicales están cobrando muchísimo menos y por eso, en la sincronización, los artistas emergentes no están pudiendo monetizar esa posibilidad. Esa dinámica es negativa y es así porque no hay una regulación frente al trabajo que ellos realizan.
La idea sería regular eso…
Claro, aquí todo el mundo paga lo que quiere y están pidiendo favores, como si el artista fuera el financiador de todos los proyectos de la industria musical. “Hágame el favor y luego vemos si nos va bien a todos” o “venga que esto le sirve a usted para posicionarse”. El músico no puede ser el eterno financiador de la industria musical, su trabajo es la materia prima.
En esa medida tiene que haber una regulación en materia laboral para que haya una regulación y un reconocimiento muchísimo mayor que beneficie a los creadores. Otra vez, para mí el punto está en el beneficio de los creadores, ahí es donde podemos transformar la industria en una más justa.
Acorde a lo anterior, tanto a las voces que han surgido y a este último análisis que hace, ¿para dónde cree que va la industria musical?
Como yo veo el mundo, somos un montón de ecosistemas; unos más chiquitos, otros más grandes y unos más grandes que nos unen a todos. Entonces, lo que se ha dado en un lugar del mundo tiende a darse en otra parte en un tiempo determinado. Yo creo que esas discusiones van a llegar y veo algo con mucha claridad, no sé si realmente sea así pero yo lo veo, y es que cada vez es más fácil para el artista no depender de otras personas para la realización de su actividad o para el éxito de su proyecto musical.
Hay desarrollos tecnológicos que, por ejemplo, ya eliminan intermediarios como los agregadores musicales, que eliminan incluso la trazabilidad que hay de los dineros por medio de blockchain. Creo que cada vez va a ser más fácil para el mismo artista eliminar muchos intermediarios y eso lo que hace es generar muchas más ganancias para el mismo artista.
Ahora, también hay una parte negativa y es que en la tecnología hay empresas que están buscando, por medio de algoritmos de Inteligencia Artificial, definir o encontrar el próximo gran cantante de éxitos. Saben así que ese artista va a reventar impresionante dentro de seis meses o dentro de un año y lo cogen. Ahí ya estamos viendo que no es un derecho y un direccionamiento hacia el artista, sino que otra vez vamos a volver a esa dinámica del mercado.
Si no empezamos a pensar en esos temas se nos va a complicar y vamos a seguir en lo mismo, vamos a seguir recargando al artista. Hay que mirar hacia el futuro, hay que mirar las dinámicas y los cambios y coger los que van más direccionados al artista que los que van direccionados al intermediario. Es un tema que podemos ver en términos de equidad, aunque suene un poco romántico.
Claro, hay que estar al tanto. El hecho de no enterarse no significa que estos cambios y debates no se estén dando. ¿Puede suceder que toda esta dinámica centrada en de los derechos de autor coarte a la música como expresión de creación popular?
Hay dos cosas bien interesantes. Lo primero y lo más sencillo es que tendemos a una categorización de la música, como si la música popular colombiana fuera menos que la música urbana o que el rock, que igual claramente son expresiones populares.
Esto potencia más el imaginario colectivo de unas músicas que de otras y repercute en su grado de exposición. En Francia, por ejemplo, desde pequeños les están metiendo música clásica todo el tiempo, la aprenden a oír, a apreciar, a querer y la ven como algo que hace parte de su misma identidad. A nosotros nos muestran nuestras músicas populares como si fueran cosas raras de gente por allá de los extramuros.
Si estas músicas resuenan van a ser capaces de llegar a todo el mundo y yo no veo que los derechos impidan que haya una transición entre unos artistas a otros para la construcción de una obra específica. Lo veo más como ser justos y reconocer a las personas lo que hay que reconocerles: tú sacaste una canción y tienes un millón de seguidores. Yo quiero sacar una reversión, pero tengo 50 millones de seguidores. El hecho de que yo tenga más seguidores no me permite a hacer lo que me dé la gana con tu música. Y por otro lado, me puedes cobrar un porcentaje y yo miro si me parece muy alto y entro a negociar porque yo también te estoy dando mis usuarios. Cuando empezamos a tomar ese tipo de decisiones lo vemos como algo para que ganemos todos.
¿Hay prácticas sonoras que no entran dentro de este modelo de negocio?
Todas pueden entrar, hay mil formas de insertar músicas que se han mantenido periféricas en esta dinámica. Es decir, si se quiere vivir de la música, cualquier tipo de expresión cultural musical puede hacerlo, si no se quiere, no hay ningún problema.
En pocas palabras, ¿qué ofrece Alright como plataforma?
Es una herramienta fundamental para las personas que quieran vivir de la música, porque posibilita llegar a un conocimiento de los derechos y a una protección de sus creaciones. Lo entrega de una manera muy sencilla y muy práctica, no necesitas conocimientos jurídicos legales previos para poderlo entender, cómo debe ser. Busca la democratización del acceso a los servicios jurídicos, porque parece a veces que con una cosa de lujo y no. Entonces, es una manera de gestionar tus necesidades legales si quieres vivir música, sin que sea algo preocupante como normalmente ha sido. Es tranquilidad legal.
¿Hay algo que consideres que se nos está quedando por fuera?
Una cosa que dije en estos días y que me parece bueno repetirla, es que uno de los males más grandes que tiene el país, y que tiene Latinoamérica, es la corrupción, que a todos nos duele a todos y a todos nos cuesta. Yo particularmente trabajé en materia anticorrupción en mis primeros años de ejercicio profesional. Una de las conclusiones que saqué es que la ley no sirve para nada del material anticorrupción, no podemos hacer nada desde ahí porque se trata de un problema cultural y la cultura no se crea ni se elimina apunta de ley.
En cambio, si se refuerza una cultura positiva podemos encontrar una solución a ese problema tan grande. Esa es una de las razones por las cuales me dedico a esto. Estoy seguro que si se refuerza la cultura tendremos un país mucho más educado y con muchísimos menos índices de corrupción. Y esto lo demuestran varios países, yo no me estoy inventando nada de eso. Ya está demostrado.