El rol del escritor y el cineasta: Una charla con Santiago Gamboa y Sergio Cabrera
Durante la más reciente versión de la Feria del Libro de Pereira que se celebró en el mes de octubre en Expofuturo, Sergio Cabrera y Santiago Gamboa participaron de una charla que se tornó curiosa, amena, pero sobre todo anecdótica.
Cada uno de ellos partió de su experiencia a través del oficio con el que se han mostrado al espectador: Cabrera desde la dirección cinematográfica y Gamboa desde la escritura literaria, y desde allí encontraron similitudes entre sus procesos creativos pero también un sin número de restricciones a las que se enfrenta el uno frente al quehacer del otro.
Cuando Gamboa quiere poner a viajar a sus personajes no tiene otros límites que no sean su imaginación, no importa si éste decide de repente tomar un vuelo desde Bogotá a Singapur, y una vez estando en el aeropuerto arrepentirse y tomar otro destino del Lejano Oriente. Cabrera por el contrario no puede fácilmente poner a viajar a sus personajes a tal ritmo porque tiene un presupuesto que lo restringe.
Por otra parte, cuando digo que la charla se tornó anecdótica, no solo lo fue para los dos expositores, también para el público presente toda vez que al estar hablando sobre películas y libros, surgió entre todos el interrogante de por qué será común escuchar que el libro es mejor que la película.
Entre risas Cabrera recordaba una cita que escuchó o leyó alguna vez en la que dos cabras se encontraban comiendo frente a dos tipos de desechos diferentes, la primera comía desperdicios de cintas y cámaras de grabación, y la segunda comía desperdicios de papel y libros, entre eso la segunda le comenta a la primera que por su puesto su plato está mucho mejor.
De inmediato empecé a recordar los libros leídos y las películas basadas en los mismos, de repente las que se me ocurrieron fueron: Crepúsculo escrito por Stephenie Meyer, una lectura de la adolescencia donde claramente la película demolió mi imaginación y no de una forma positiva; El Perfume escrito por Patrick Suskind, cuya intriga en mi cabeza casi no logro resolver mientras leía, pero que de igual forma en cine me pareció poderosa, y ¡Que Viva La Música! escrito por Andrés Caicedo, con la que no supe si salir contenta o triste de la sala porque igual salí bailando.
Pero también recordé otras películas vistas basadas en libros que no he leído y que para mí son buenas películas: La Virgen de Los Sicarios dirigida por Barbet Schroeder, El Pianista de Roman Polanski y/o El Club de la Pelea dirigida por David Fincher.
Y entonces ahí concuerdo con lo que concluyen Cabrera y Gamboa, y es que a cada una de estas creaciones artísticas se les debe juzgar como piezas independientes porque cada una se concibió como un proceso diferente, y cada una de ellas independientemente de que estén basadas en una historia igual previamente publicada en formato libro conlleva etapas, adaptaciones y ocurrencias necesarias para que sea un buen producto en la plataforma o a través del medio en que se vaya a presentar.
En todo caso los dos ejercicios son bellísimos, tanto el de leerse el libro imaginando los colores, paisajes y personajes, únicos en nuestra mente, e ir a la sala de cine y contemplar el trabajo del equipo tras las cámaras, ya luego veremos si los odiamos o los amamos pero a cada uno como un todo, y no como complemento o sustitución de otra obra.
Luego de la charla tuve un diálogo con los dos autores sobre el detrás de sus procesos creativos, teniendo en cuenta además que Santiago escribió un libro que luego Cabrera convirtió en película: Matar es Cuestión de Método, y esto fue lo que respondieron:
Son dos ejercicios bien diferentes el de escribir un libro y el de dirigir una película, sin embargo los dos parten de contar una historia, ¿qué tan importante es tener una buena historia para que al final se pueda desarrollar un buen libro o una buena película independientemente de su técnica de producción?
Sergio: Yo creo que en los dos la escencia está en tener una buena idea y cuando digo una buena idea no digo que sea una buena idea para todo el mundo, tiene que ser una buena idea para uno, una idea que uno siente, con la que se identifica el modo de ser, los pensamientos, las curiosidades, las reflexiones, los miedos. Y tiene que ser una idea que a uno le guste mucho porque en el caso del cine hacer una película es un trabajo que lleva al menos dos años, entonces es importante porque si uno empieza con una idea que no te conmueve o que es mediocre pues corres el riesgo que a mitad de camino te desilusiones y hayas perdido un año de trabajo.
Santiago: En mi caso lo primero que aparece en mi mente es una idea sobre la que quiero escribir. No una historia. Por ejemplo la idea del "regreso". Luego comienzo a buscar personajes que puedan hablarme de ese tema. Los invento, los creo yo, pero poco a poco ellos comienzan a contarme una historia. Es ahí cuando empiezo a escribir: cuando ya los oigo hablar. Y la historia de la novela es su historia.
¿Cómo identifican que esa que se va a contar es una buena idea, hay reglas o cosas claves para ello?
Sergio: No, no hay reglas. Digamos hay reglas, o más bien hay un método para saber que las cosas salen mal, y es tratar de darle gusto a todo mundo porque para hacer las cosas bien uno debe darse gusto a sí mismo. Hay que luchar contra las interferencias de la gente que está produciendo al tiempo que uno, los mismos asistentes, por ejemplo, todos los que están opinando, ahí el director tiene que sacar a flote sus proyectos y parte de ese trabajo es mantener a flote a todo el barco.
Santiago: La historia que llega con el personaje es buena en relación a la potencia de ese mismo personaje. Si es mala o torpe, aún el personaje no está listo. Entonces debo dejarlo crecer aún más en mi imaginación.
¿Creen que las nuevas tecnologías han apoyado el proceso de creación y lo han afilado, o por el contrario se ha perdido la sensibilidad y las historias de hoy en día se hacen más efímeras?
Sergio: Yo pienso que es bueno que existan las nuevas tecnologías porque ha democratizado mucho la posibilidad de hacer las películas, y así se hacen más películas y entre tanta cantidad de películas, pueda que hayan unas muy buenas, pero también es verdad que se ha frivolizado un poco el acto creativo de hacer una película porque como ya es relativamente fácil entonces de pronto no se destilan con el suficiente rigor las ideas y no se produce con la suficiente exigencia y hacer una buena película no es algo que salga espontáneamente.
Santiago: La literatura es un arte inmaterial, a diferencia del cine. Por eso la tecnología no modifica su modo de existir. Pero claro, sí cambia las historias. La mayoría de las historias clásicas de la literatura ya no funcionan si ponemos un celular en el bolsillo de los personajes.
¿De qué forma influye la tendencia de consumo de la audiencia en la realización de las historias tanto en el mundo literario, como en el mundo cinematográfico?
Sergio: Acá pasa una cosa que me parece grave y es que hemos dejado de ser espectadores para convertirnos en clientes, y sí, cuando a ti te están ofreciendo una cantidad de canales o películas para ver es bueno para mí como cliente, pero existe el peligro que la creatividad de la gente que hace cine se vea influenciada por los gustos de los que manejan esas plataformas, y eso me parece peligroso. Yo prefiero que haya más libertad creativa que no esté condicionada por la gente que puede pagar por hacer las películas. Siento que la libertad de expresión está coartada en el caso de ver lo que uno quiere porque hay muchas restricciones, por ejemplo que las pantallas de cine en Colombia estén llenas al 90 % de películas norteamericanas hace que ver el cine que se hace en el resto del mundo sea casi imposible y eso no es sano.
Santiago: Las tendencias de consumo influyen más en la TV o tal vez en los productores de un cierto tipo de cine comercial. No creo que sea algo tan relevante en la literatura, aunque, claro, dependerá de cada escritor e incluso de algunos editores, que querrán buscar temas de éxito. Aunque sospecho que esto pocas veces funciona.
¿Podemos ver a la literatura y al cine como grandes fuentes de entretenimiento, pero más allá de eso creen que leer libros o ver películas son también herramientas de educación para la audiencia?
Sergio: Yo no creo mucho en el cine o televisión educativa como tampoco creo que el cine deba ser netamente una herramienta de entretenimiento. Yo creo que esos son los dos extremos y pienso que el cine debe navegar entre esos dos extremos. Yo por ejemplo cuando hago cine no quiero volverme educativo, eso me parece aburrido y me molesta, pero también me molesta ir a ver una película que son solo carros estrellándose, yo creo que hay una franja muy interesante donde se pueden utilizar todas las herramientas para despertar reflexiones y emociones.
Santiago: La literatura hace mejores a las personas. No es sólo un tema educativo sino de formación integral. Quien lee tiene más experiencia y conoce mejor la vida.
Hablemos de Perder es Cuestión de Método. ¿Cómo se encuentran el escritor del libro y el director de cine, casi una década después de la existencia del libro, para hacer una película, y de qué forma se resaltó lo que cada uno quiso proyectar sobre esa idea desde otro lenguaje narrativo?
Sergio: Yo no conocía a Santiago antes de rodar la película, lo conocí luego pero desde eso no hemos dejado de vernos porque nos volvimos amigos por curiosidades y pensamientos comunes que probablemente fueron los que generaron también mi interés en su libro, el hecho de que teníamos esas curiosidades y que compartíamos de alguna forma esa mirada sobre el país.
Santiago: Nos encontramos en Roma, por casualidad. Sergio me dijo que había leído el libro y le gustaba para un filme. Yo había vendido hacía poco los derechos cinematográficos a un productor español, así que buscamos el modo de conjugar todo eso. Luego, la versión fílmica es la lectura de Sergio.
¿Qué tanto cuesta soltar el libro como único autor para ver luego su historia narrada por los ojos de otro. Cuáles son los miedos a los que se enfrentan desde cada uno de sus papeles?
Sergio: Cuando un director ya va a hacer la película, o sea en mi caso, yo ya me olvido del libro, ya mi libro es el guion y la idea que yo tengo del guion en la cabeza. Digamos que en procesos de creación de la historia, de la escritura, del guion, uno intenta mantener el espíritu y la atmósfera del libro, pero ya cuando empieza a rodar de lo que tiene que ocuparse uno es de la película, no puede uno ocuparse de las dos cosas.
Santiago: Siempre fui consciente de que la película era una obra de Sergio, no mía, y que su obligación no era ilustrar mi libro, sino crear una obra independiente y de calidad. Y fue exactamente lo que Sergio hizo.
¿Por qué creen que es tan común que una vez el espectador sale del cine, este diga que estuvo mejor el libro que la película?
Sergio: Yo sí creo que siempre hay que intentar ver la película y luego leer el libro por una razón muy sencilla y es que cuando uno lee la novela sin proponérselo se convierte en director, pone vestuario, escenografía, ritmo, intensidad -y claro- cuando ves la película y lo que tú imaginaste no concuerda con lo que imaginó el equipo que hizo la película se sufre una frustración, pero si tú ves primero la película y después lees el libro puede ser mucho más interesante y creo que sería mucho mejor así.
Santiago: Cuando nos gusta un libro la pantalla en la que lo vemos es infinita y además está construida con el material de nuestra propia imaginación. Cuando un libro dice beso o deseo, vemos nuestro deseo. En la pantalla del cine la imaginación opera de otro modo porque las imágenes ya están delante de nosotros y por eso, a veces, la gente prefiere el libro. Porque el libro es un espejo íntimo.