Desempleados, precarizados y ansiosos: una realidad amarga para miles de jóvenes en Colombia
“Gracias por mandarnos tu hoja de vida”, “te informamos que quedaste en nuestro proceso de selección”, “adjuntamos en este correo una prueba que tienes que enviarnos antes del viernes”.
Este tipo de mensajes son los que Juliana* de 23 años ha recibido después de aplicar a varios trabajos luego de graduarse el año pasado como comunicadora social en una universidad privada de Bogotá y de pasar por una práctica laboral en la que sintió que pudo demostrar todas sus destrezas y su potencial. Muchas veces ni siquiera ha recibido respuesta al mandar su hoja de vida. O las pruebas. O cuando ha hecho entrevistas.
“La mayoría de lugares se pasan y te piden de dos a tres años de experiencia. Creo que falta mucha empatía por quienes recién salimos. No tener un montón de experiencia no significa que uno no sea capaz y hay lugares en donde ni valoran las prácticas”, dice la joven que explica que todo esto viene generándole una ansiedad recurrente y una “crisis existencial” al ver que otros de sus amigos ya están haciendo sus cosas.
La de Juliana es una realidad que tristemente afecta a miles de jóvenes en todo el país —y de hecho en todo el mundo— y que cuando hablamos de mujeres es una problemática que se agudiza.
Con una cifra contundente, lo explica Iván Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario: el 25 % de la población mundial corresponde a personas jóvenes en edad de trabajar, de los cuales el 40% no accedió a un primer empleo. Y con otra que estremece basada en el contexto nacional, lo demuestra Francis Corrales de la Escuela Nacional Sindical de Medellín: en 2021, teníamos un 15% de mujeres desempleadas; en 2022, esa cifra llegó al 14%, mientras que la diferencia con respecto a los hombres es del 8%.
De acuerdo al docente, desafortunadamente las tasas de desempleo juvenil siguen siendo muy superiores a las tasas nacionales del promedio de desempleo en general. “Esto evidencia unos espacios de carencias en la conexión de los sistemas de formación para el trabajo y lo que está en la demanda laboral. Es decir que los jóvenes que salen muchas veces están formados para lo que no pide la demanda y eso genera frustración, pues terminan sin la posibilidad de trabajar, ni estudiar dadas esas carencias, esto se denomina “la trampa de la inexperiencia”, explica el docente, diciendo que esto obedece a una coyuntura compleja de progresividad y aceleración de la digitalización y robotización, cualificaciones que cada vez más piden los empleadores.
De acuerdo a él, la orientación de las políticas públicas para subsidiar el empleo como respuesta a los problemas generales del desempleo en jóvenes que se ahondaron en la pandemia no han sido efectivas para tratar la trampa de la inexperiencia.
“Nuestra evidencia es que las tasas de experiencias pedidas por la demanda oscilan entre 7 y 12 meses en un gran porcentaje. Hay otro porcentaje grande que oscila entre 12 y 24 meses. Si todo el esfuerzo que se hace para promover el empleo de jóvenes no transita a que tengan una estabilidad de 24 meses en su primer empleo, ese esfuerzo fiscal no va a tener el crédito suficiente porque no vamos a poder dejar ese joven preparado”, dice.
Las perspectivas que cambian ante un mundo globalizado
Si vamos a hablar de los “NiNis”, esos jóvenes que no estudian y tampoco trabajan y que de acuerdo a Jaramillo, entre febrero y mayo de 2022, en los hombres de 15 a 28 años representaron un 8,6% y en las mujeres, un 17.4%, es importante tal como dice Francis, hacer unas diferencias entre lo rural y lo urbano.
“En la ruralidad sabemos que la cultura del agro ha sido de alguna manera cada vez más despreciada y los jóvenes sienten que no tienen futuro si esa va a ser su dedicación a largo plazo. No se sienten identificados, han perdido la relación con las estructuras ancestrales de la tenencia de la tierra, no hay perspectiva de futuro y tampoco ven claro si van a estudiar. Hay una suerte de desesperanza con lo que el mundo les brinda”, dice.
También explica que desde la Escuela Sindical han tenido dos experiencias muy confrontadoras en ese sentido con el acercamiento a paneleros y a floricultores. “Hemos identificado que esos son oficios que en últimas se deciden más por lograr tener algún tipo de ingreso que porque haya una relación real de reconocimiento de la labor del agro como importante. Aquí cada vez se disminuye la participación de los jóvenes. Incluso, en paneleras hemos encontrado más que no quieren trabajar en esa área porque la ven pesada, muy poco remunerada, con una perspectivas de futuro muy corta y muchas veces, quieren irse del pueblo y a la ciudad”.
Por otro lado, dice la socióloga, la ciudad tiene muy pocas perspectivas. “Colombia es sobrepoblada, las perspectivas de trabajo son precarias, las políticas laborales tampoco garantizan mejores condiciones para los jóvenes y hemos encontrado algunos testimonios — aunque esto no es un asunto muy estudiado desde la Escuela Nacional Sindical— de jóvenes que no les llama la atención trabajar porque piensan que esto va a absorber su vida. Tienen una idea de futuro más asociada con la emergencia, la posibilidad de consecución de recursos mediante procesos de corto plazo y que no signifique por ejemplo, estar en una oficina ocho horas diarias, cinco días a la semana, cumpliendo horarios y estando subordinados”.
Esto, sumado a un panorama donde las políticas públicas no son prometedoras a nivel laboral para los jóvenes, hace que la informalidad sea una de las opciones más grandes para ellos.
Así lo explica Iván Jaramillo: “ Si tú eres un joven y compites X número de veces por un puesto, por el tema de la inexperiencia u otra carencia de nuestro sistema de formación, esa desmotivación y frustración termina haciendo que transites a espacios de informalidad para poder acceder a ingresos vitales y es lo que la política pública debería impedir”.
Las mujeres siguen siendo las más precarizadas
En 2020, justo cuando empezó la pandemia, ONU Mujeres, publicó una estadística mundial que decía que el 77% de las mujeres trabajan en labores de cuidado asociadas a la enfermería, la atención de adultos y niños.
De acuerdo a Francis Corrales, las mujeres tienen una alta ocupación en el mundo laboral asociada a estos oficios de cuidado, los cuales incluyen tareas como lavar, planchar, cocinar, limpiar y también cuidar de otros, que son precarizados. “Estos son llamados oficios feminizados y es el caso del trabajo doméstico y algunas labores del cuidado como la enfermería que tiene una gran cantidad de mujeres asociadas”, dice.
Por ejemplo, explica, una enfermera gana muchísimo menos que lo que gana una médica y muchísimo menos que un médico. “Ahí se teje una brecha salarial porque eso significa que la gran mayoría de las mujeres están ganando menos que aquellos profesionales que por demás generalmente son hombres. Y cuando hablamos de trabajo doméstico la brecha es más alta. En Colombia más o menos existen 700.000 personas dedicadas al trabajo doméstico, de las cuales 95% son mujeres”, explica la experta, quien dice también que acá hay un caso claro de ese cambio de perspectiva del trabajo relacionado a la juventud.
“Muchas veces hemos visto que si la única oferta que tienen estas mujeres es ser trabajadoras domésticas, prefieren quedarse en sus casas sin trabajar y como no tienen cómo pagar sus estudios, tampoco estudian”, agrega.
Y a propósito de los NiNis añade: “si hacemos la relación de que por ejemplo existen más o menos 11 millones de jóvenes entre 15 a 28 años y de esos más o menos, 2 millones 200 no están involucrados en ninguna de esas áreas ni de estudio ni de trabajo, la cosa se vuelve mucho más compleja cuando lo analizamos con enfoque de género. De estos ninis, el 31.3% son mujeres. Es decir, si cogemos una población de 100 mujeres, 36 de ellas no estudian ni trabajan”.
A propósito de esto, dice, que hay dos grandes afectaciones en este sentido. Por un lado se afecta mucho la economía de las mujeres, en especial su participación en el mundo laboral, pero además si las mujeres son jóvenes tienen mayor afectación porque no solamente no están en el mundo laboral, sino que tampoco tienen perspectivas de estudio ni de mejorar sus condiciones de vida.
Los retos frente a un gobierno que llega con promesas de cambio
Dado al complejo panorama laboral para las y los jóvenes en nuestro país y a las promesas de cambio de un gobierno entrante, ambos expertos están de acuerdo con que es importante hacer énfasis en ajustes con un enfoque diferencial tanto en jóvenes como en mujeres.
Según Iván Jaramillo, es clave incluir condicionamientos sociales que re diseñen estrategias de subsidios y rutas de empleabilidad, sobre todo en la juventud. “Esto, ojalá en cabeza de servicios públicos de empleos nacionales y locales que no han sido lo suficientemente visibilizados y que pueden acompañar y promover rutas de acceso al primer empleo en condiciones de formalidad”. Para él una buena opción en ese sentido es poder brindar incentivos al primer empleo pagando de los 2 a los 3 primeros meses para evitar la “trampa de la inexperiencia”.
Por su parte, para Francis es clave que el Estatuto del Trabajo, que ya viene implementándose, incorpore todas las discusiones en torno al género y por supuesto a los jóvenes y sobre todo, aborde cómo vincularlos al mundo laboral en una sociedad que ha venido cambiando.
“En el trabajo formal, por ejemplo existe una vinculación de los jóvenes a partir del contrato de práctica, pero los contratos de prácticas no no les vale como digamos como experiencia laboral. Esto debería transformarse”, dice.
Además en garantía de derechos, lo mínimo sería hablar de salarios dignos, acceso a seguridad social, mejoramiento a la prestación del servicio de las ARL, de condiciones de ambiente favorable laboral. Esto implicaría, agrega la experta, garantizar que el Ministerio del Trabajo pueda realizar inspecciones laborales, sobre todo en espacios como el hogar, en donde ha sido difícil de implementar al considerarse un espacio privado, pero donde las trabajadoras domésticas son precarizadas y sus derechos se violan de múltiples maneras.
También, explica, es necesario fortalecer el diálogo social a través de los sindicatos y garantizar un sistema del cuidado, ya que, como vimos esto profundiza las brechas en el mundo laboral para las mujeres y afecta profundamente su economía.
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Frente a todos estos retos que se vienen nada más quedará esperar. Y si bien la Ministra de Trabajo esta semana mencionó, entre otras cosas, que se pagarán horas extras en horario nocturno, solo el tiempo nos dirá si los jóvenes en nuestro país seguirán representando esa bandera de “los nadie” o si efectivamente este gobierno los pondrá, teniendo en cuenta un enfoque diferencial, en la cúspide de sus prioridades.