“Escucha a la Amazonía”: la última oportunidad de salvar la selva
La foto de un caballo galopando en medio de un terreno chamuscado por el fuego fue la portada del impreso de El Espectador el pasado 8 de febrero de 2022. En el titular sentenciaba: “Ecocidio en el Parque Tinigua”. El tema no es nuevo –aunque sí es cada vez más urgente– pues este mismo medio, en febrero de 2020, había titulado en otro de sus artículos: “Ecocidio en la serranía de La Macarena (Meta)”, para luego explicar cómo el emblemático río de los siete colores, del que tanto se hace alarde, estaba siendo amenazado por la quema de decenas de hectáreas.
El Parque Nacional Natural Tinigua es un territorio de 214.261 hectáreas y forma parte del Área de Manejo Especial de La Macarena (AMEM), creada en 1989 con el objetivo de salvaguardar los ecosistemas allí presentes. En su momento, el entonces ministro Carlos Holmes Trujillo señaló a las disidencias de las FARC como los responsables, aunque varias organizaciones que han puesto la lupa en estos procesos de deforestación lo dudaron, argumentando que había quienes estaban aprovechando el desgobierno total de la zona en favor de sus intereses de explotación.
Como lo señaló la Procuraduría en ese entonces, el objetivo de estos incendios es degradar categorías de protección ambiental para conseguir licencias de uso. Esto significa que luego de la quema se busca que el Estado sea más laxo en la concesión de permisos para la explotación.
El Parque Nacional Natural Tinigua, un corredor esencial para la biodiversidad de los Andes y la Amazonia, vuelve a ser noticia porque entre el 22 de enero y el 4 de febrero, según los datos de Global Forest Watch, hubo 700 alertas de incendios. Y entre 2002 y 2020 se perdieron 48 mil hectáreas de bosque primario húmedo, el equivalente a tres veces Bucaramanga.
Este caso es solo un ejemplo, pues el año pasado, Colombia perdió 171.685 hectáreas de bosque y el 63% se concentró en la Amazonía. En medio de este panorama nació “Escucha a la Amazonía”, una Alianza que quiere sumar voces de todos los sectores para mandar un mensaje de esperanza, al mismo tiempo que exige compromiso a quienes diseñan la política pública. La Amazonía es el último gran bosque tropical que hay en el mundo, fuente de agua para otras regiones de Colombia y Latinoamérica, y hogar de la mitad de los pueblos indígenas que existen en el país.
La Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía (OPIAC), la Fundación Gaia Amazonas, la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), WWF y Greenpeace Colombia, son cinco organizaciones que durante años han luchado por la conservación de la selva amazónica y sus habitantes. En el año 2021 se reunieron para proponer, de cara a las elecciones que vienen, una agenda puntual en forma de alianza para que la Amazonía sea una prioridad en las decisiones del próximo gobierno de Colombia.
La Alianza propone cuatro puntos: proteger el bosque amazónico frente a diversas presiones y amenazas que se ciernen sobre él; asegurar la conectividad de los ecosistemas y la preservación de la diversidad cultural en la Amazonía; consolidar definitivamente un Estado intercultural, y poner en marcha un modelo de desarrollo sostenible
Los próximos cuatro años son fundamentales para desarrollar de manera urgente un plan de trabajo conjunto que comprometa al próximo gobierno, e incluya a la sociedad civil. Para conocer más acerca de este panorama hablamos con Francisco von Hildebrand, CEO en Fundación Gaia Amazonas, una organización no gubernamental que trabaja desde hace 30 años de la mano de los pueblos indígenas amazónicos por la protección biológica y cultural de este territorio.
Foto: Juan Gabriel Soler -Archivo Gaia Amazonas
¿Hace cuánto arrancó y cómo fue el proceso de crear una agenda conjunta en defensa de la Amazonía?
Gaia como entidad lleva más de 30, casi 40 años trabajando con las comunidades indígenas. Se ha construido una relación de confianza, con la que estamos acompañando a gobiernos indígenas en 12 millones de hectáreas en los departamentos de Amazonas, Vaupés y Guainía para que haya un pleno reconocimiento de estos como parte de la estructura del Estado. Esto es algo innovador, no existe en ninguna otra parte del planeta, es un hito histórico para Colombia y la Amazonía.
Con las otras entidades tenemos una alianza ya gestada y hemos unido esfuerzos en diferentes momentos claves. Lo que suceda los próximos cuatro años va a ser determinante para el futuro del Amazonas: vamos a seguir un modelo extractivista que hoy en día está con el índice de deforestación más alto de la cuenca o vamos a hacer la apuesta y a fortalecer la gobernanza en el Amazonas, construir institucionalidad desde la diversidad y proteger el medio ambiente para el bien de todos.
El 44% de Colombia es Amazonía y más del 50% del agua que producen los Andes, tanto que hablamos de los páramos, es agua que viene de los sistemas del Amazonas. De hecho, la mitad de la comida que tienes en tu mesa, la mitad del agua de las hidroeléctricas, la mitad del agua potable que tenemos en las reservas depende directamente de este territorio.
¿Cómo está la situación del Amazonas en este momento?
Si tu coges el río Amazonas, la parte norte, la parte de arriba, es la región que tiene el mejor nivel de conservación. Es la última gran región de bosques sanos, que conectan desde el Atlántico a través del Amazonas hasta los Andes. Es supremamente importante porque presta muchos servicios ecosistémicos, como los denominados ríos voladores, que se arman cuando los árboles bombean el agua y crean nubes que transportan el agua desde el Atlántico hasta los Andes. De hecho, los ríos voladores cargan más agua en este trayecto por el sistema de nubes que toda el agua de todos los ríos de la cuenca amazónica combinados. Es una motobomba que está irrigando nuestras ciudades, nuestros cultivos, nuestra vida.
Esta parte norte del Amazonas funciona como un gran motor, ¿cuántas piezas puede sacar uno del motor antes de que el motor pare de funcionar? Los expertos dicen que si se destruye entre el 20% y el 25% de toda la cuenca del Amazonas, este colapsa. Hoy en día vamos en el 17% de destrucción y el 65% de la cuenca está bajo presiones de algún sector, sea carreteras, minería, ganadería o algo. Y el 53% ya tiene síntomas de esas presiones, es decir degradación ambiental.
Entonces recapitulemos, si tenemos el 65% bajo presión, el 53% degradándose, un 17% que ya se fue y el tope es 20%, ¿qué podemos concluir? La tenemos de para arriba, pero existe una última oportunidad. Por eso te digo que estos próximos 4 años van a ser determinantes para la Amazonía colombiana y para el papel de Colombia en la región y en el planeta. Nadie lo puede hacer solo, necesitamos unirnos.
Fuera de esa zona norte, ¿no hay mucho que hacer?
Sucede que el 70% del PIB de Latinoamérica depende de este último gran río volador del norte del Amazonas. Ya la parte sur del Amazonas la hemos deforestado y la hemos acabado, por eso vemos grandes incendios o ciudades tan grandes como Sao Paulo sin agua. La parte central de Amazonas está casi en un punto de no retorno, toca hacer inversiones y acciones urgentes. La parte del norte es la última esperanza de poder mantener esa gran conexión Amazónica.
¿Cómo piensan afianzar este pacto en defensa de la Amazonía?
Hay dos puntos importantes. Uno es llegarle a los colombianos y colombianas, porque además del compromiso político es importante el compromiso social. La política es variable, por lo que necesitamos construir algo más fuerte que se mantenga independientemente de estos cambios. Por eso hay que evidenciar que todos estamos relacionados con la Amazonía Necesitamos grupos de estudiantes, religiosos, ambientalistas, personas del sector privado. Entender que la producción agrícola de Colombia depende de este territorio para poder ser competitiva. La mitad de todo lo que hacemos está ligado a la Amazonía.
Lo segundo es específicamente en el ámbito político. Es importante que los candidatos planteen cuál es su propuesta, cuál su compromiso con este territorio, que no quede en un discurso. Abramos debates en el marco de las elecciones, en ámbitos académicos, en universidades, a través de los medios de comunicación. Espacios con expertos también. Saber si este pacto amazónico que se está presentando lo respaldan o no y por qué, dado que es un tema determinante para el país.
Dado que estamos en periodo de elecciones, ¿cómo introducir este punto dentro de los debates que se están teniendo?
Si nos hemos comprometido a nivel internacional en la COP –La Conferencia de las Partes, que es la Cumbre Anual que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC)– queremos ver cómo se despliega en la cuestión nacional desde el ámbito presidencial. ¿Cuál es su postura, señor candidato, frente a esas propuestas que vienen de las comunidades, de las organizaciones indígenas y de las entidades de la sociedad civil que han estado detrás del cambio durante los últimos 30 años? Mantengamos una conversación.
Hay que hacer debates uno a uno. En esta medida puede haber un acompañamiento, un apoyo y un seguimiento a que estos compromisos se aterricen en el Plan Nacional de Desarrollo, que se refleje también en un presupuesto Nacional que permita mover esas políticas.
Centrémonos en el pacto. Ya ha esbozado varios puntos esenciales, pero, ¿podría darnos un esquema general de lo que lo compone?
Primero, entonces, está el acercamiento de la sociedad, para luego, con el apoyo de la sociedad, llegar a los candidatos y partidos y reflejar el compromiso con la Amazonía. Luego vienen cuatro pilares principales: el primero es evitar los diferentes motores de deforestación y destrucción ambiental. El segundo es promover una visión de conectividad, que quiere decir que, si bien hay figuras de protección que tiene el Estado, también hay propuestas para innovar esas figuras desde los territorios indígenas. Se trata de articular estrategias inclusive del sector privado.
El tercer componente tiene que ver con el pleno reconocimiento de los gobiernos indígenas. Y el último componente tiene que ver más con la visión de desarrollo limpio, de energías limpias, economía sostenible, una visión mucho más apropiada para el territorio. Para implementar esos cuatro componentes hay diez puntos de acción, que no voy a entrar en eso ahorita, pero hay diez puntos de acción claros que son los que se quieren llevar a los candidatos. Para eso queremos que la gente se una.
Supongo que ahí es importante transformar esa idea del desarrollo, que es una discusión super profunda y difícil de tener…
Totalmente, eso es exactamente el punto del cuarto componente, la agenda de desarrollo. Si seguimos con una visión de desarrollo extractivista, arcaica, archivada, pues nunca vamos a lograr avanzar en un bienestar social, ambiental, económico para la Amazonía ni para el país. Necesitamos una propuesta de desarrollo mucho más apropiada y ese debate lo tenemos que tener, porque a punta de pequeños programas y pequeñas acciones se avanza, pero si no enmarcamos esto es una visión que abarque y que le de un norte hacia donde vamos como sociedad va a ser un trabajo permanente de apagar incendios.
Esto no se trata de quien tiene la culpa, sino de lo que tenemos que hacer para poder lograr lo que se plantea y dirigirnos hacia una sociedad próspera, con un medio ambiente sano y una cultura diversa. La juventud está pidiendo eso y es precisamente lo que la agenda amazónica pone a lugar.
¿Qué es fundamental para que este pacto logre resultados en el territorio?
El reconocimiento de los gobiernos indígenas es una parte fundamental. El 18% de Colombia no tiene figuras de gobierno local, en territorios como la zona fronteriza de Venezuela, Brasil y Perú. ¿Cómo vamos a gobernar un país cuando no hay figuras de gobierno local? Aquí hay gobiernos parcialmente reconocidos, pero si queremos tener una estructura de gobierno coherente, construir políticas ambientales, sociales, económicas, etcétera, tenemos que tener gobiernos locales. Debe ser una prioridad del Estado.
Las alternativas económicas que hagan frente a la deforestación son también fundamentales. Poner un orden a las entidades extractivas que están entrando sin frenos: minería, ganado, grandes monocultivos, carreteras… Son cosas determinantes para el futuro de la economía del país, no solamente para las comunidades locales, por lo que tienen que reflejarse no solamente en un compromiso político, sino en el Plan nacional de Desarrollo, en prioridades ministeriales, en prioridades presidenciales, en la junta presupuestal. No podemos seguir haciendo saludos a la bandera.
Es un momento determinante, pues tenemos una enorme oportunidad con lo que se ha construido en los últimos 30 años, con lo que se ha avanzado en los gobiernos indígenas, con las estrategias a nivel local que tienen un enorme potencial de solucionar los principales problemas del país. Toca llevarlas a un orden de prioridad nacional y para eso necesitamos que la sociedad también refleje esos intereses a mediano y largo plazo.
Frente a la necesidad de gobierno indígena, existen desde varios políticos discursos muy fuertes que los cuestionan y que critican que existan territorios tan grandes de reserva en manos de tan pocos. ¿Cómo abordar esa discusión?
Hay muchos intereses de diferentes ámbitos y sectores. Y obvio que hay lugares donde hay unos conflictos territoriales y económicos enormes, donde hay un cruce de indígenas y sectores privados que quieren aprovechar esos territorios. Ahora, el escenario indígena colombiano es muy variado y, por ejemplo, la realidad amazónica es muy diferente a la andina.
En la realidad andina, los indígenas han avanzado en un proceso único, en el cual han tenido que tomar medidas para hacer que su voz sea escuchada, desde los paros y ese tipo de acciones. El caso amazónico es fundamentalmente diferente, pues no es un proceso reivindicativo, es un proceso propositivo. Si ves la historia, se trata de una construcción mano a mano entre pueblos indígenas y Estado, y hay muchos ejemplos de cómo se ha logrado avanzar en una agenda conjunta. También porque, seamos honestos, hacer un paro en Miriti-Paraná no va a tener mucho impacto, entonces toca moverse desde otras estrategias.
Aquí se ve la infinita complejidad de Colombia, no se puede meter en un solo canasto. Y claramente no estoy diciendo que un movimiento sea mejor que el otro, estoy diciendo que es una realidad compleja. Pero en este sentido, la Amazonía es un laboratorio de innovación de propuestas de desarrollo basada en la sostenibilidad. Tenemos que valorar lo que tenemos, pues se ha logrado avanzar mucho con el estado en los marcos legales y en los marcos políticos.
¿Pero cómo transmitir esta complejidad a la ciudadanía de todo el país frente a aquellos discursos que cuestionan la existencia de zonas de reserva tan grandes?
En ese sentido, hay una mala interpretación de la agenda indígena y en particular de la agenda amazónica, donde se argumenta que es mucha tierra para pocos y es al revés: qué verraquera que se amarre toda esta diversidad cultural y lingüística, la más alta del planeta, y que los indígenas, con los pocos que son puedan proteger tanto territorio para el bien del resto del país.
Decimos que los indígenas tienen mucho territorio pero, ¿cuál es el aporte de ese territorio al Producto Interno Bruto Nacional a partir de proveer servicios ecosistémicos como el agua? El 50% del agua de los Andes se lo debemos al Amazonas y esto claramente trae bienestar social y cultural. No es un favor que se le hace a los indígenas, es un favor que le hacen los indígenas al resto de la sociedad, de lo contrario entramos en una crisis económica y social y de cambio climático irreversible, y nos fregamos.
Existe también un claro patrón de deforestación y acaparamiento de tierra, es algo que conversábamos en una entrevista con Carlos Castaño Uribe sobre Chiribiquete. Y detrás de este modus operandi hay unos intereses supremamente fuertes y poderosos, con un enorme lobby político. ¿Cómo poner a dialogar a ese sector de la sociedad?
Es un reto mayúsculo y tampoco hay una solución única. Es un proceso y por eso mismo se requiere de una agenda política amazónica y un esfuerzo entre el Estado, las comunidades y la sociedad civil en general, con el fin de poder abordar los diferentes motores de la deforestación.
El tema de la especulación y acaparamiento de tierras es mayúsculo. La adquisición ilegal de territorios a punta de deforestación y quemas sucede también porque hay unos huecos legales que la gente aprovecha, y un sistema de testaferros y concentración que en realidad no responde a una necesidad crítica de Colombia. No hay que incrementar la capacidad de producción de comida, aquí lo que hay es tierra cultivable, no vengamos con cuentos. Lo que hay es una especulación y acaparamiento de tierras de la Amazonía a manos de pocos nacionales e internacionales.
Así como tienen un modus operandi, también se puede hacer un rastreo de cómo es el proceso de concentración de tierras y el flujo de recursos a estos territorios. Se puede también hacer un mapeo, algo que se había hablado el procurador anterior unos años atrás. ¿Por qué no le tomamos una foto al Amazonas este año y le tomamos una foto el próximo año? Y así miramos el territorio accedido por quemas y deforestación, negándole la certificación comercial. Así le quitamos un incentivo ni el verraco a un pocotón de empresarios con malas prácticas que están acaparando tierras gratis.
Es decir, hay forma de controlar este proceso de deforestación y acaparamiento…
Aquí no hay falta de soluciones, hay necesidad de voluntad política. Y para esto tiene que existir la presión de la sociedad porque esto afecta el bienestar de tu familia, de tu empresa y de tu trabajo. El hecho de que existan muchos intereses no quiere decir que dejemos las cosas así, porque aquí está en riesgo el bienestar social, económico, salud pública y ambiental del país. Compare cómo son las cosas en varios países de África, de Asia, o cómo están las cosas en Perú. En Colombia, las comunidades locales andan en medio de las incertidumbres, del conflicto, y existe pese a todo una institucionalidad, un marco legal. Tenemos las cartas.
¿Cuánto dura esta campaña en defensa de la Amazonía?
Esta campaña va hasta los primeros cien días de gobierno, luego seguirá otra, pero al final de este tiempo todas las ONG vamos a hacer un informe a la sociedad colombiana: miren a lo que se comprometió su candidato y esto fue lo que hizo.
Estos cambios de los que hablas van más allá de Colombia, pues claramente hablamos de un ecosistema que traspasa fronteras, ¿hay alianzas con organizaciones de otros países?
Hemos unido esfuerzos con otras ONG pioneras de la parte norte de la región amazónica, creando una alianza que se llama la alianza nor-amazónica que está avanzando en temas de comunicación y posicionamiento de agendas políticas. Es difícil, mira el escenario de Brasil políticamente, por ejemplo, pero a través de acciones en terreno con las comunidades y con una visión regional estamos avanzando en replicar los modelos y metodologías que han sido exitosos, trabajando mano a mano con las comunidades locales.
Mira por ejemplo el Pacto de Leticia, alrededor del cual se reunieron el año pasado los presidentes de toda la cuenca. En ese pacto también se comprometieron en la reducción de la deforestación, la conservación y el empoderamiento de pueblos indígenas. Y es muy importante que también sí incluye una visión de conectividad ecosistémica, la cual implica trabajos transfronterizos, de región.
Foto por: Wade Davis - Archivo Gaia Amazonas
¿Qué interpretación tiene alrededor de este boom de los bonos de carbono?
Aquí tenemos tanto un enorme riesgo como una enorme oportunidad. Colombia ha avanzado, de cierta manera, con algunos componentes en el mercado de carbono, pero no lo suficiente como para que se abran las puertas al sector privado a desarrollar estas estrategias con las comunidades.
Tenemos una avalancha, sobre todo en la Amazonía, en la que están llegando todo tipo de actores, unos más presentables que otros, a hablar con los habitantes de estos territorios. Algunos llegan a proponer contratos a cien años donde toman el control legal de todos los créditos de carbono, medios ambientales, bonos verdes, azules, todo… En unas condiciones para nada a favor de las comunidades. Me atrevería a decir que algunos de esos contratos son anticonstitucionales. No se han puesto a lugar las salvaguardas necesarias para regular cómo se construyen esos programas con los más altos estándares en cumplimiento de la ley nacional e internacional. Este es un punto muy importante para abordar en el próximo gobierno.
Pero también hay buenas noticias. En una región que se llama el territorio de los jaguares de yuruparí, las comunidades del departamento de Amazonas y Vaupés vienen avanzando en una estrategia de créditos de carbono construida por ellos mismos, en cabeza de los gobiernos indígenas. Ahí se están implementando los más altos estándares. Entonces, así como hay pésimas prácticas en algunos lugares también hay modelos innovadores que nos pueden dar luces sobre cómo construir programas red que permitan la entrada de recursos internacionales para co-financiar con el recurso público en el avance de esta agenda de desarrollo amazónico.
¿Pueden estos bonos marcar una diferencia?
Los recursos red no son los que van a solucionar las cosas, son para complementar los esfuerzos que tenemos que hacer como país. Sí tenemos una preocupación en que está desbocado en este momento, está sin riendas y creo que si no tomamos fichas como país en esta situación vamos a terminar con el Amazonas privatizado. Si el Chocó se subastó a las multinacionales, el Amazonas lo estamos regalando. Pero si tomamos cartas en el asunto para garantizar el cumplimiento de la ley, las salvaguardas y los intereses de Colombia y las comunidades tenemos una posibilidad de canalizar recursos importantes para la protección del territorio.
¿Qué mensaje le enviaría a la gente en el marco de esta campaña electoral?
Nosotros no somos nadie para proponer un candidato ni mucho menos, pero sí pensamos que es importante que tomemos conciencia del Amazonas a la hora de votar. Cuando vayamos a escoger a nuestro candidato saber cuál es su compromiso con el medio ambiente. Votemos conscientes.