[Entrevista] Federico Ríos: retratando la guerra desde adentro
Conversamos con uno de los fotógrafos más detacados del país, Federico Ríos, un amante de las historias no contadas de su país.
¿Se imaginan ustedes dedicarse todos los días de su vida a viajar por el mundo y retratar lo que ven sus ojos? Este es el caso de Federico Ríos, un fotógrafo manizalita apasionado por la vida, la humanidad y la imagen fija.
Un hombre que ha recorrido los lugares más remotos de Colombia, en donde no llega ni luz ni agua, en donde sólo se llega en burro, chiva o caminando. Un colombiano que habló con nosotros y nos contó cómo nació su pasión por la fotografía y por qué decidió retratar la historia de un país multicultural cicatrizado por la guerra.
“Mi papa trabajó con la Universidad de Caldas, y trabajando en la Universidad de Caldas se va a Egipto (estoy hablando de casi 40 años) y cuando él va a Egipto regresa con unas fotos usando un turbante, montando en camello, y claro, pues ese era un mundo desconocido, es más lo sigue siendo hoy 40 años más tarde ya que si usted tiene un amigo que va a Egipto vas a querer ver sus fotos. En la sala de mi casa habían un par de álbumes que la gente iba y veía y que yo también veía con frecuencia y desde ahí me generaba mucha inquietud todo este ejercicio de diálogo a partir de la fotografía como testimonio de ese destino lejano, de ese otro mundo en este mundo conocido y desconocido; entonces para mi esas fotos empezaban a generar un puente gigante que salvaba esa brecha espacial, económica. Fue ahí, en ese momento en el que hice clic con la fotografía”, cuenta Federico.
Como dice el famoso adagio paisa ‘desde el desayuno se sabe lo que va a ser el almuerzo’ y según Federico su destino ya estaba escrito: "más tarde en la vida, de primera comunión decidí irme a Leticia amazonas, yo iba con mi papa y llegamos, hice unas fotos y las traje yo tenía 12 años, las traje y recuerdo que las tenía en unas bolsitas y las llevé al colegio para compartirlas con mis amigos y recuerdo que ellos las veían y estaban asombrados porque yo cargaba una anaconda, estaba al lado de indígenas, y sí, te estoy hablando de cosas extrañísimas que la gente en esa época casi ni entendía.”
De pequeño siempre amó el monte, la selva, los bosques; era un niño diferente a los demás, siempre se inquietaba por saberlo todo....“Empiezo con la fotografía porque pienso que la imagen fija me parece que establece puentes y después de eso empiezo a tratar de entender desde lo social, ya no sólo lo que quedaba lejos en espacio fijo sino lo que quedaba lejos en espacios emocionales, o sea, la delincuencia, la violencia, lo que me quedaba lejos y bueno, me preguntaba qué era eso que estaba allá. Cuando de repente cada uno tiene ese tipo de vecinos, ese tipo de personas que están ahí al lado y es casi como nosotros nos negáramos a verlos.”
“Como si nos negáramos a verlos” dice Federico. Tristemente, así vivimos, en un mundo en donde catalogamos todo como blanco o negro, como bueno o malo, pero él intentó llegar de colores y matices el mundo que lo rodea. “Yo siempre he pensado que no todo es tan blanco y negro, es muy pesado, porque de verdad, a nosotros nos pintan los delincuentes como si fueran solo delincuentes, un ladrón solo roba y no más, no más el que es ladrón nunca se ha comido una comida que le guste, no ha hecho el amor, no ha entrado al baño, y no, hay una gama amplísima y ojo que no le estoy lavando la conciencia a nadie pero no es tan blanco y negro, y eso te hace cuestionar, las leyes son blanco y negro pero los seres humanos no lo son.”
Es así como decide tomar partido en esta situación y emprender un viaje a la selva, solo, con su maleta y cámara con el objetivo de mostrar que en la vida no solo existe el blanco y negro, sino también una gran tonalidad de grises conviviendo con los integrantes de las FARC por más de 4 años, para contar luego sus historias a través de imágenes… Pero, ¿cómo construye una historia a través de una imagen?
“Esto es un lenguaje, todo parte de la semiótica, parte de unas condiciones narrativas que uno entiende, que uno ha estudiado, que uno ha apropiado y que lo pone en juego al momento de hacer la imagen y trabajas desde ahí; se trata de entender como el ser humano está reaccionando frente a las imágenes y a partir de ese tipo de reacciones condicionar qué tipo de imágenes vas a producir para generar las reacciones que quieres generar”, afirma Federico.
Uno creería que una persona que viaja por lugares desconocidos, inhóspitos y con una maleta repleta de cosas lo haría en compañía, pero él prefiere viajar solo. “Por muchos factores viajo solo, uno de ellos es los riesgos que implica eso, otro es el ejercicio de intimidad, entonces claro, si vos llegas solo a un grupo social cualquier grupo, ELN, FARC, Ejercito, Fuerza Aérea, comunidad campesina, comunidad indígena, es mucho más fácil que te acepten si vas solo, porque además tú eres el raro, entonces uno llega y cada uno tendrá sus técnicas pero lo que yo hago es llegar y preguntar un par de vainas, que normalmente la gente tiene tantas preguntas sobre uno que es de afuera, que se convierte uno en el objeto de estudio y yo casi que me dejo. (Risas)”
Para Federico viajar no tiene el mismo sentido si uno no vive la experiencia completa, “se duerme en donde esa gente duerme, se vive como esa gente vive, sin intentar falsificar mi vida pero intentando entender y explicarle a ellos que hay gente diferente.”
Finalmente, las fotografías de Federico han sido publicadas en varios diarios internacionales y nacionales como el New York Times, la agencia de precia EFE, El Espectador y El Tiempo. Actualmente expone su obra Entre Trochas e Incertidumbres en el Museo de Antioquia de Medellín, pero entonces… ¿quién es Federico sin una cámara? “Soy papá, soy esposo, soy amigo; me gustan las bicis, me gusta el monte con o sin cámara, andar por las montañas, por el mar, por los valles… viajo con la cámara y viajo sin ella también.”