“El hambre, ¿o quién secuestró a Orson Wells?”, una obra de teatro que se inspira en la cinematografía
Como si todo fuera un sueño, en una puesta en escena que juega con las luces, la música y mezcla el teatro con fragmentos cinematográficos donde la fotografía, la luz, el ritmo y los diálogos ingeniosos son los protagonistas, conocemos el caso que está intentando resolver el oficial Fonseca. Este investiga la desaparición de Gómez, su compañero policía que a su vez investigaba la desaparición de otro policía de apellido García, quien investigaba el secuestro del cineasta Orson Wells.
Así, tomando elementos del cine negro y la novela policíaca, a través de unos personajes atravesados por sus propias proyecciones psíquicas relacionadas a los sueños, a la imaginación y a veces, al licor y la confusión mental, conocemos el Edificio Shangai, donde se centra la investigación de Fonseca y donde solo viven mujeres y da la impresión que están implicadas en la desaparición de estos personajes. Una de ellas, de hecho, es la que llama a Fonseca para investigar el secuestro del cineasta.
Así, este oficial, si no quiere desaparecer como Gómez, García y Wells, debe ser astuto y adentrarse en la psiquis de las mujeres que viven ahí: Carlota, Heloísa, July, Ella y Selma. Son cinco escritoras, una de radionovelas, otra de libros de dietas, otra de revistas de dinámica automotriz, otra de libros de autoayuda y esoterismo y la última, de guías turísticas. Así, cada una con una particularidad, hará más confusa la historia y más intrincada la investigación, llevándonos a sumergirnos en una experiencia en donde los mundos personales de ellas, llenos de obsesiones y locuras son tan fascinantes como retorcidos.
El hambre, ¿o quién mató a Orson Wells? de la compañía Perro Salvaje Teatro fue dirigida por Diego Mateus y Santiago Merchant, tuvo dos dramaturgos a cargo y fue estrenada en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro.
De acuerdo a Mateus, esta surgió de varios lugares y referentes. El primero de ellos fue Rubem Fonseca, un escritor brasilero de thriler y géneros negros y autor de cuentos como Los prisioneros (1963) y El collar del perro (1965), entre otros. De ahí, entonces, dice el director, “surge la idea de hacer un homenaje al cine negro y a Orson Wells. Esto, con un poco de cine y teatro”.
El director también explica, tal como se siente en toda la obra, que esta se convirtió en algo muy onírico, donde los sueños de estas mujeres y sus particularidades nos llevan por un viaje íntimo a sus universos llenos de locura, frenetismo y a veces risa.
“Hay un referente a la comedia, pero viene desde muchos lugares. No es un sitcom, no es una obra que te genere risa todo el tiempo y tiene unos tiempos muy claros. Hay mucha comedia del teatro y del cine, pero lo que más predomina y es hay algo que me he dado cuenta ahora al estrenarla hablando con la gente, es que es como un rompecabezas: se presentan unos cuadros donde la gente va armando y ensamblando una historia”.
Así, dice el director, hay una relación y un puente que se teje con el lenguaje audiovisual y cinematográfico bien importante. “A nosotros nos interesa sobre todo la comunicación. Si la ventana es el teatro, listo, pero hay muchas formas de llevar eso que queremos decir. Nos encanta el audiovisual y también el teatro, por eso lo resolvimos así”.
Y de hecho, de principio a fin esa relación está muy presente: hay una pantalla detrás de los personajes que a veces rueda sola y a veces acompañada. Marca el ritmo, revela más detalles de la historia, pone la música, pero lo hace sin robarse el protagonismo de la actuación o de los diálogos y las acciones ingeniosas que aquí se presentan. Es decir, lo hace, pero no comiéndose al resto de elementos: aquí lo que hay es una historia bien contada con varios lenguajes, a veces enrededa, pero justamente ahí está su fuerte.
Es una experiencia en donde un actor, cinco actrices y varios elementos y medios expresivos, nos llevan a presenciar una magia distinta que se va revelando a medida que descubrimos más detalles del caso, y a medida que nos reimos con las particularidades de los personajes y sentimos con ellos la infinita complejidad de todas las voces que nos habitan. De las historias que nos contamos, del mundo loco que creamos no solo afuera, sino también y sobre todo, adentro.
Y tal como lo dice Mateus a manera de resumen “El hambre, ¿o quién secuestró a Orson Wells es como un buen álbum de rock que cada vez que escuchas, descubres más y más cosas, más detalles”. Según él, ya es la función número cinco y muchas personas han decidido repetir la obra, esto porque justamente hay tantos detalles que leerlos se hace un ejercicio cada vez más interesante, intenso y que revela universos complejos difíciles de descifrar de primerazo.
Después del Festival Iberoamericano de Teatro, esta obra se presentará en la Casa del Teatro durante el mes de junio y en agosto, en el Teatro Libre del Centro.