Robert Johnson, el primer rockero
Los seres humanos nos movemos entre dos fuerzas absolutas. Por un lado está lo divino, ese territorio que guarda todo lo que no podemos entender, lo que rige nuestro destino. El mundo de dios y sus tiempos, donde está la salvación y el jolgorio de la vida eterna. Por el otro, está el mundo de lo profano, donde está la carne, la mugre y los excesos. Aquí está lo terrenal, lo crudo, lo que nos hace humanos. Este es el territorio del pecado, del error, de los placeres. Justo donde se mueve el rock.
Esta contraposición de fuerzas ha estado presente en la música occidental desde que los esclavos africanos fueron forzados no sólo a trabajar como esclavos, sino que fueron despojados de su cultura y su tradición. Pero nunca les quitaron su creatividad, ni la posibilidad de expresar su dolor. Así se fue construyendo el blues, como un canto entonado principalmente en las plantaciones de algodón del delta del río Mississippi al sur de Estados Unidos.
Con el tiempo ese canto se convirtió en algo sagrado, el protestantismo se coló en los credos de la comunidad afro estadounidense y el gospel se volvió la base de las alabanzas dominicales. Pero el blues siguió sonando en las calles, en los campos y en las tabernas. Eso molestaba a algunos pastores que veían con malos ojos que los ritmos divinos se usaran para cantarle a lo mundano y condenaban a aquellos que lo hacían. En aquel grupo de músicos parias estaba un hombre de Hazlehurst, Mississippi, llamado Robert Johnson.
Poco se sabe realmente de la historia de este guitarrista maldito del que existen pocas fotos. Lo básico es que nació el 8 de mayo de 1911, tuvo un hijo reconocido, viajó mucho por el delta del Mississippi y pasó sus días tocando entre los pueblos de la zona y ciudades como Memphis, donde se crió y adquirió su gusto por la música, y Helena. Además de eso, se cuenta que era un guitarrista mediocre.
Durante mucho tiempo no llamó la atención por su talento, pero se dice que desapareció y cuando volvió, había dominado la guitarra. Él tocaba de una forma nunca antes vista. Su oscuro estilo llamaba la atención porque era un blues distinto, más sombrío, con más bajos y movido. La sorpresa fue tan grande, que se empezó a rumorar que Robert Johnson hizo un pacto con el diablo.
Para este músico de delgada contextura esto fue un halago y empezó a usarlo en su música, como en sus famosas composiciones “Me and The Devil Blues” y "Cross Road Blues", donde cuenta cómo hizo un pacto con Lucifer en un cruce de caminos. Aunque en verdad no es del todo claro si fue la gente o Robert el que esparció este rumor, pero sea como sea funcionó.
Luego de ser un músico itinerante que tocaba donde pudiera a cambio de lo que fuera, en 1936 grabó una sesión en la ciudad de San Antonio, Texas y en el 37 grabó una segunda en Dallas, también Texas. 29 canciones quedaron de esas grabaciones y eso fue todo lo material que Johnson le dejó a este mundo.
Justo cuando al fin estaba gozando de un poco de reconocimiento, se dice que en 1938 estaba bebiendo en un bar cerca a Greenwood, Mississippi, cuando al parecer le dieron una botella de licor con veneno. Tenía 27 años y no se le hizo una autopsia. Su muerte, como toda su vida, es una leyenda, cuentan que fue envenenado por un esposo celoso, pero no hay claridad ya que en verdad su biografía es difusa, mal documentada y llena de contradicciones. Tal vez bebió mucho y se envenenó solo, tal vez sufría de alguna enfermedad, tal vez le dio un infarto o una muerte súbita o tal vez el diablo fue a cobrar lo que le debía.
Existen investigaciones como el documental de Netflix Devil at the Crossroads que han logrado profundizar bastante esta historia. Pero hay muchas cosas que no se saben, y nunca se sabrán, con certeza; excepto la enorme influencia que tuvo para el desarrollo del rock.
Si bien Robert Johnson fue un blusero, y su guitarra sonó antes de que el rock n roll se tomará al mundo, para el Rock & Roll Hall of Fame fue la primera estrella de rock. No solo por su turbulenta vida, ni por morir a los 27, sino por sentar la bases de esta música. El estilo de Johnson, su forma de tocar la guitarra, la entonación de su voz y sus letras abrieron un camino que luego artistas como Chuck Berry siguieron. Por ejemplo, este legendario guitarrista se inspiró en "Sweet Home Chicago" y sus patrones para hacer "Roll Over Beethoven" y "Johnny B. Goode". Y buena parte de las primeras glorias del rock como Keith Richards o Eric Clapton, se maravillaron y reversionaron las canciones de Johnson.
Lo más curiosos es que este ser mundano, este habitante de la noche y el bajo mundo, este paria que se juntaba con truhanes, malhechores y demonios, hoy tiene el grado de dios. Su guitarra y su voz lo hicieron inmortal, su dolor ha inspirado a millones y su esencia sigue escondida en los acordes que durante décadas han extasiado a los rockeros de todo el planeta.