Un mapa sobre resistencia y salsa en Nueva York
Los años 70 fue una época muy compleja para Nueva York. Caos, pobreza, discriminación, racismo y violencia se vivían a diario en una ciudad que literalmente estaba en llamas. Pero en medio del desorden, aparecieron varias expresiones culturales que marcaron al mundo. Las noches de esta compleja década vibraban al ritmo de la música disco, el hip hop y el punk. Pero hay una cuarta fuerza que se gestó en las calles de esta ciudad y que cambió la cultura latina por siempre: la salsa.
Cuando uno de estos movimientos musicales vino acompañado de una luchas y unos procesos muy ligados a la sexualidad, la raza y el territorio. Cada uno fue el sonido de varias resistencias y en el caso de la salsa, esta fue fundamental para la creación de una identidad latina en medio de una ciudad tan cosmopolita como lo es Nueva York.
¿Qué es lo que significa ser un latino en Nueva York? ¿Cómo dialoga eso con los espacios de la ciudad? ¿Qué impacto ha causado esto en una comunidad que por décadas ha constituido un parte vital en la configuración de esta urbe?
Con estas preguntas en mente, Marcos Echeverría Ortiz, un periodista ecuatoriano que hace unos años llegó a Nueva York para, al igual que miles de latinos, buscar un presente mejor, empezó a investigar cuál era el legado cultural, social y político de esta comunidad y qué papel jugó la salsa en este. El resultado de este proceso es “Where We Were Safe” un mapa interactivo que a través de videos, audios, fotos y textos arma un archivo oral de la historia de la salsa y lo que esta significó social y políticamente.
Mientras comenzaba a buscar una respuesta a estas preguntas, Echeverría llegó a Casa Amadeo, la tienda de música latina más antigua de Estados Unidos, la cual está abierta desde los años 40 y por su legado, es un lugar que tiene el estatus de espacio histórico o landmark. Pero Marcos descubrió que en el mapa de landmarks oficial de Nueva York este lugar no aparece.
“Nueva York es una ciudad que comunica mucho a través del espacio, los edificios y las estructuras. Y era muy loco ver que no hay cosas con las que me relacione como latino. Ahora con la gentrificación estas historias contadas a través del espacio están desapareciendo”, comenta el periodista.
Esto hizo que empezara a interesarse por los mapas y cómo estos son usados como una herramienta de colonización, discriminación, desplazamiento y marginalización. Cuenta que en su investigación descubrió dos momentos históricos en los que a través de decisiones urbanísticas las minorías raciales de la ciudad fueron discriminadas.
El primero sucedió después de la crisis económica que se conoce como la Gran Depresión. En los 30 se crearon unos mapas llamados Red Line (Línea Roja), que marcaban a ciertos sectores con los líneas rojas, que significaban que estos lugares tienen riesgo de inversión y por eso los bancos no podían darles créditos a los habitantes de estas zonas. “Esto era una decisión basada en la raza, y si estas personas no pudieron invertir en sus comunidades evidentemente se iba a generar un problema a futuro”, explica Marcos.
La segunda estuvo pensada por Robert Moses quien fue uno de los urbanistas más importantes de la historia de Estados Unidos. A él se le conoce como la persona que pensó a Nueva York, el gran constructor de la ciudad, que también es recordado por su racismo. Marcos cuenta que Moses consideraba los barrios de afro y latinos como basureros y buena parte de sus diseños urbanísticos significaron desplazar a estas comunidades a zonas marginales de la ciudad como el Bronx.
Entre los edificios en llamas, la violencia policial y la delincuencia, la diáspora latina empezó a juntarse para no solo crear un movimiento musical y cultural, sino para empezar una lucha por los derechos de la comunidad. Marcos cuenta que actualmente, las personas latinas de la ciudad cuentan con una serie de privilegios que hace 40 años eran impensables. Y eso se dio gracias a una resistencia social sazonada con los ritmos de la salsa.
Desde el principio, tuvo claro que esta investigación iba a estar centrada en la gente, por eso deja de lado lo que se podría llamar la “historia oficial de la salsa”, que es la que gira alrededor de la FANIA. Historia que se ha contado muchas veces y que además tiene un lado oscuro de explotación y abusos. Para este trabajo no buscó muchos músicos sino público, bailadores, managers de discotecas, fotógrafos, todas las personas que construyen una cultura más allá de lo musical.
Así logró identificar 100 espacios, pero en este mapa incluyó ocho que engloban la lista. Estos se dividen en dos: discotecas y centros culturales y espacios públicos como la fuente Bethesda de Central Park o la playa Orchard que no solo se volvieron espacios reclamados por la comunidad latina, sino puntos de encuentro para compartir, discutir y sentirse parte de algo más grande.
Por eso el proyecto se llama “Where We Were Safe” (Donde estamos a salvo), ya que entre tanta precariedad en estos lugares, la gente podía sentirse tranquila, acompañada y, como cuenta Marcos que le dijo un músico boricua, “evitar que lo latino se perdiera entre lo blanco”.
Hoy ser latino en Estados Unidos es muy distinto que en los 70, pero hay problemáticas que siguen vigentes como la estigmatización por la ilegalidad y la marginalización. Para Marcos esta identidad está atravesada por la resiliencia y la organización social, porque en Estados Unidos no importa si eres de Colombia, Ecuador, Perú, México o de cualquier rincón del continente, en ese país tu comunidad es la latina y esta ha tenido que luchar mucho por sus derechos.
Marcos cuenta que espera que este proyecto siga creciendo y que perdure como un archivo histórico que guarde la memoria de una época de ebullición y creatividad que generó una serie de cambios políticos y culturales que impactaron a prácticamente todo el planeta.
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