Sandman y la posibilidad de entrar a un universo imposible
Los sueños son una parte vital de la condición humana. Sin estos no seríamos capaces de existir, más allá de lo que nuestros estímulos perciben. Seríamos meras bolsas de carne autómatas, esclavas del instinto y muy poco distintas a los protozoarios. Pero hay que entender que los sueños, más allá de ser el proceso que nuestro cerebro hace cuando estamos dormidos, están ligados a la capacidad de crear, de construir, de ser más.
La capacidad de soñar es una fuerza que mueve nuestro ser y que de alguna forma logra dividir el mundo en dos. La realidad, lo tangible, lo que existe que está por fuera de la introspección; y la ensoñación, donde está la fantasía, el escape del agobio del mundo, la esperanza, la felicidad y claramente el miedo.
En 1989, el escritor inglés Neil Gaiman, tomó este juego entre ficción y realidad que nos producen los sueños y creó una de las obras más impresionantes, no solo de la historia del cómic, sino de la historia de la literatura universal. The Sandman, es más que una novela gráfica, es una mitología moderna, urbana, rockera y desgarradora y hermosa que rompió muchos paradigmas y creó uno de los multiversos más atrapantes de los últimos 30 años.
Publicada por Vertigo, editorial que forma parte de DC, esta historia nos lleva a un mundo donde existen siete seres que lo rigen todo y son más poderosos que cualquier dios, pero al mismo tiempo igual de torpes y vulnerables que cualquier humano. Llamados los eternos estos hermanos son: Destino, Muerte, Destrucción, Sueño, Deseo, Desesperación y Delirio.
Cada uno tiene su reino y sus objetos de poder. Cada uno interactúa con los seres vivos, e inmortales, de distintas formas y cada uno cumple una función vital para el equilibrio del universo, o de los múltiples universos. Y esta historia está protagonizada por Sueño, llamado Morfeo, o el arenero o como cada cultura haya bautizado a la fuerza que rige el mundo que está más allá de la vigilia.
Todo comienza cuando un mago ocultista llamado Roderick Burgess, captura a Morfeo por error, cuando estaba intentando aprisionar a la muerte. A pesar de su falla, el mago logra vivir una vida larga y próspera gracias a los objetos de poder de Sueño: una bolsa con arena, un yelmo y un rubí. Un siglo entero pasa Morfeo en su prisión de cristal, hasta que logra escapar y regresa al mundo solo para ver los estragos de su ausencia.
Para empezar, Ensueño, nombre de su reino, está destruído y sus creaciones se han ido, además, muchos mortales o se quedaron dormidos por años o nunca pudieron volver a dormir. Ante esto, Morfeo debe ir en busca de sus objetos de poder, perdidos hace décadas y reparar el orden de las cosas.
Ese es solo el inicio de esta historia que es casi imposible de resumir, ya que los diez tomos fueron publicados hasta 1996 y cada uno está lleno de detalles, tramas, subtramas, reflexiones, enseñanzas y narrativas que enseñan, sorprenden, angustian, cuestionan y estimulan los sentidos.
Una de las cosas que más sobresale sobre esta novela gráfica es que Gaiman se inspira mucho en las mitologías religiosas del mundo. Desde las tres grandes religiones monoteistas, cristianismo, judaismo e islam; hasta los relatos más antiguos de las culturas africanas nutren esta historia llena de simbolismo y mistisismo. También el cine, la literatura, la historia, los mitos urbanos y cualquier cuento que se le haya cruzado a este escritor por el camino, se unen para crear este multiverso.
Entre la aventuras y desventuras de Morfeo, a veces quedamos atrapado en el sueño de una ciudad; o conocemos la historia de cómo gracias a los sueños los humanos le quitaron el control del mundo a los gatos; o estamos en el medio de una convención de asesinos; o vemos como dioses de todos los panteones llegan a Ensueño porque Lucifer se cansó de ser el soberano del infierno, le dio las llaves de este reino a Morfeo como castigo por desafiarlo y ahora el rey de los sueños debe descifrar a quién le encarna el Averno, mientras que los demonios y los condenados andan sueltos por la tierra.
Todo esto acompañado de un espectacular trazo hecho por distintos ilustradores y una narrativa fluida y atrapante. Por eso durante 30 años nadie pensó que este multiverso podría ser llevado al formato audiovisual. Incluso el mismo Gaiman se jactaba de esto. Hasta ahora que Netflix estrenó una serie basada en el cómic, producida y supervisada por su propio creador.
La producción de diez capítulos ha sido aplaudida y fuertemente criticada casi que por igual. Pero ha llamado mucho la atención no solo por el peso que tiene el cómic, sino que por ser la mayor apuesta de 2022 de Netflix, la cual es la esperanza para sacar a la plataforma de la crisis y hacerle competencia a House Of The Dragon de HBO Max y The Rings Of Power de Amazon Prime.
La clave para ver esta serie es olvidarse del cómic porque es como un reflejo en el agua, algo borroso y no muy fijo. Si bien hay tomas que son copias exactas de las viñetas y diálogos sacados del cómic, hay muchas diferencias narrativas y muchas cosas que es imposible que la serie logre. Como por ejemplo cuando Morfeo encuentra a William Shakespeare, lo cual es como un paréntesis que en la novela ocupa varias páginas, aquí apenas se menciona.
En las críticas que se le han hecho a la serie hay dos que sobresalen. Una es una ridiculez. Muchos personajes que en el cómic eran hombres o personas blancas, en la serie cambiaron. Muerte es una mujer negra, John Constantine es Johanna Constantine y así otros varios cambios sutiles que han producido enojo en redes, pero que en verdad son muestras de machismo y racismo, ya que no afectan en nada el desarrollo de la trama y desde que se publicó hace 33 años, Sandman buscó mostrar la diversidad del mundo, incluso los eternos a veces son retratados como hombres o mujeres de distintas etnias.
La otra sí tiene más sentido y es que la luz y la animación no están a la altura de otras producciones fantasiosas. A veces el color se siente raro, como mal logrado, y el CGI no está del todo pulido. Si bien por momentos hay unos juegos de cámara interesantes que le dan una tensión muy necesaria a las secuencias, por lo general la foto no deslumbra y le hace cero justicia a los distintos tipos de ilustraciones que presenta la novela.
Pero la trama y la historia son igual de atrapantes a la original. La interpretación de Morfeo hecha por Tom Sturridge logra leer muy bien a este atormentado y sombrío personaje que puede ser despiadado y piadoso al mismo tiempo, como lo son los sueños y las pesadillas, que constantemente está en crisis con él mismo y con su poder.
Aunque sí está abierta la pregunta de qué va a pasar en las siguientes temporadas ya que faltaron dos de los personajes más simpáticos e interesantes de toda la historia; Delirio, la menor de los eternos que tiene el pelo de colores y a veces se convierte en miles de peces voladores que silban distintas canciones y Destrucción, el único de la familia que deja sus deberes y se va a vagar por los universos.
Para quienes han leído la novela, esta serie es una invitación a verla desde otra mirada, que puede ser buena o mala, pero no es mediocre. Y para quienes recién conocen la historia es un buen punto de entrada a un mundo espectacular que puede cambiarle la vida y la forma de aproximarse a la literatura de fantasía.
La cuestión es dejarse atrapar y atreverse a soñar.