Nadaísmo: la semilla de Ancón
Cuenta la historia que Ancón comenzó con un viaje de LSD. Gonzalo Caro, a quién sus amigos llaman Carolo, estaba un cálido día en las playas de San Andrés viendo el mar y las nubes, cuando en medio de su reflexión lisérgica vio un escenario que se alzaba sobre miles de personas que bailaban rock mientras de sus bocas salía un grito que reclamaba la paz y el amor.
“Sí. Voy a orar por ese joven que se está desnudando, el primogénito en esta América pajosa de complejos coloniales”.
Pero estas epifanías, por espontáneas que sean, se caldean por historias y narrativas que nos permiten hilar con finura aquello que termina desembocando en momentos de poesía inolvidable. Y ahí llegamos a 1958, cuando Gonzalo Arango publicó el Primer Manifiesto Nadaista. Se trató de un acto artístico y poético de desafió al orden establecido. Un impulso joven y revolucionario que buscaba cuestionar la conservadora visión de la sociedad antioqueña, a través de un ejercicio poético desafiante y cínico.
“El Nadaísmo, en un concepto muy limitado, es una revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia. Para la juventud es un estado esquizofrénico-consciente contra los estados pasivos del espíritu y la cultura”.
La negación y la irreverencia eran algunos de los contravalores que los Nadaístas antepusieron a la extremadamente religiosa y punitiva cosmovisión de la época. Las acciones de estos inconformes no solo se limitaban al papel y lo simbólico, también planteaban un desafío directo que iba desde actos vandálicos hasta rupturas estéticas.
Los Nadaístas fueron de los primeros que rompieron con la uniformada moda de los 50. Los hombres empezaron a usar el pelo largo y vestir de rosado, algo completamente escandaloso en la época, y las mujeres empezaron a frecuentar lugares tradicionalmente reservados para los hombres, como los billares y los bares.
“La poesía Nadaísta es la libertad que desordena lo que ha organizado la razón, o sea, la creación inversa del orden universal y de la naturaleza”.
Estos actos inspiraron a toda una generación a crear de forma desafiante y a destruir el viejo orden. Y todo empezó a confluir, al mezclarse en los 60 con el creciente rock n roll, sin duda uno de los más grandes movimientos -si no el más- culturales de la historia moderna: Chuck Berry, Elvis, The Beatles, The Rolling Stone tomaron la música negra del delta de Mississippi y le inyectaron unas nuevas sonoridades que literalmente crearon una revolución.
A través del rock se empezaron a romper barreras que dividían a la sociedad como la raza y el género. Se empezó a explorar la sexualidad y se empezó a cuestionar esa noción de que toda persona joven no tenía la opción a aspirar a un destino distinto al que sus padres eligieron.
"En nuestro caso colombiano, una imagen, una representación verdadera de nuestra situación espiritual, sólo es posible si ponemos en duda y entre paréntesis esa imagen heredada que nos legaron las anteriores generaciones, y que nosotros, nueva generación, no nos hemos preocupado de preguntarnos si es legítima o bastarda, indestructible o vulnerable".
Las imposiciones religiosas y totalitarias empezaron a tambalear y finalmente, en el 68, se dio en Europa un gran estallido estudiantil que cambiaría el curso de la historia. La delirante vida de los beatniks, que mutó en alguna medida en el movimiento hippie, crearon una contracultura global que trazaba una nueva utopía en el horizonte. Esa utopía llegó a Medellín y se encontró -y alimentó- el ritual Nadaísta.
Y ahí estuvieron las letras y la música. De hecho, dentro de los primeros rockeros de Colombia hubo una influencia del nadaísmo. Ejemplo de esto son canciones como “La internacional nadaísta” de Eliana o “Llegaron lo peluqueros” de los pioneros del rock en Medellín, Los Yetis, que en esa época denunciaban como la policía hostigaba y cortaba a la fuerza el pelo de los hombres que lo llevaban largo.
“Partimos de la base de que la sociedad colombiana está urgida de una impostergable transformación en todos sus órdenes espirituales”.
Pero para los 70 este movimiento necesitaba un acto más grande, masivo que amplificara con fuerza su mensaje. Y la respuesta llegó en ese viaje de LSD que Carolo, el miembro más joven del nadaísmo, tuvo en el Caribe.
El Manifiesto Nadaísta dice que “destruir un orden es tan difícil como crearlo”, y tal vez Ancón resume perfectamente esa frase. Este festival marcó el imaginario de toda una generación, demostró que era posible desmarcarse de la tradición y alinearse con las ideas de cambio que llegaban de todo el mundo. Y lo más astuto que hizo Carolo fue usar las estructuras del viejo régimen para crear una mentalidad nueva.
“Trataré de definir la poesía como toda acción del espíritu completamente gratuita y desinteresada de presupuestos éticos, sociales, políticos y racionales que se formulan los hombres como programas de felicidad y justicia”.
Ancón fue producto de meses de preparación que involucraron una alianza con la Alcaldía de Medellín y la fuerza pública. El sonido, e incluso parte de la comida, llegaron a gracias a empresas privadas y la publicidad atrajo la atención de los grandes periodistas de la época. Todo estaba muy cuidadosamente planeado, hasta que llegó el 18 de junio y miles de personas se tomaron el lugar. Entre el lodo y el pasto se vivió un verdadero carnaval de paz y amor que a pesar del caos fue perfecto.
Uno de los legados más relevantes del festival fue que por primera vez los rockeros de Bogotá y Medellín se unieron para crear algo en conjunto. Y además, una generación, que en ese momento era muy pequeña para poder disfrutar del descontrol, quedó tan marcada que una década después daría forma al metal y el punk de la ciudad.
"Hemos renunciado a la esperanza de trascender bajo las promesas de cualquier religión o idealismo filosófico. Nos basta la experiencia concreta, inmediata en lo infinitamente ilimitada en posibilidades y valores que ella encierra".
Gonzalo Arango murió en 1976, cinco años después de Ancón, y solo pudo ver parte del legado tan importante que dejó con su poesía. Si no hubiera sido por los actos desafiantes que estos inconformes hicieron a finales de los 50, seguramente la revolución cultural en Colombia se hubiera demorado un poco más. Pero el destino quiso que esta vanguardia paisa y el rock se juntaran para crear un impulso rebelde que todavía retumba en la juventud colombiana.
*Todos los fragmentos citados fueron tomados del Primer Manifiesto Nadaísta.