La reina pop, Isabel II: símbolos-contra-símbolos
Intro: “Buenas tardes, señor Bond”
Luego de atravesar los corredores del Palacio de Buckingham, James Bond, interpretado por Daniel Craig, hace su arribo a la habitación de la Reina Isabel II y se para silencioso detrás de ella. Espera un rato, incómodo, hasta que decide llevar su mano cerrada cerca a la boca y hacer un ruido con la garganta para hacer notar su presencia. La Reina lo hace esperar unas milésimas más, luego se voltea, lo mira y le dice:
- Buenas tardes, señor Bond
Tras el corto saludo, se pone de pie y juntos caminan hasta subirse en un helicóptero. Desde el suelo la gente agita las manos en señal de saludo. Hasta la estatua de Winston Churchill deja su quietud para hacerlo. De repente, el video pregrabado, se intercala con la señal en vivo, en el que se ve al mismo helicóptero llegando al Estadio Olímpico de Londres. Jame Bond abre la compuerta, mira hacia abajo y le da paso a la Reina. Ambos saltan en paracaídas –unos dobles, claro. Las cámaras luego enfocan las escaleras por donde baja Isabel II para inaugurar los Juegos Olímpicos de 2012.
La cobertura de la BBC en el Reino Unido de la ceremonia alcanzó los 26.9 millones de televidentes. En los Estados Unidos llegó a los 42, convirtiéndose en el evento no estadounidense más visto. Fanática del personaje creado por el novelista Ian Fleming, la única condición que puso la Reina para aceptar su presencia en semejante espectáculo, planeado por el productor y director británico Daniel Francis Boyle –Trainspotting (1996), La playa (2000) o Slumdog Millionaire (2008)– fue tener un diálogo:
- Buenas tardes, señor Bond.
Escena I: Tu eres la Reina
Isabel II del Reino Unido falleció el jueves 8 de septiembre de 2022. Ocupó el trono por poco más de 70 años, convirtiéndose en parte fundamental del paisaje británico. Durante su reinado el poder de la monarquía se vio limitado, pero fue precisamente bajo estas reglas que construyó su figura: una en el terreno de lo simbólico, que daba la idea de estabilidad, así fueran tiempos volátiles, y unidad, en medio de un país fragmentado.
La primogénita de Jorge VI e Isabel Bowes-Lyon, nacida en Londres el 21 de abril de 1926, se ciñó estrictamente a su papel y a una tradición que salpicó con algunas gotas de cambio. Se mantuvo invisible lo que más pudo en temas espinosos y neutral cuando algún espectro político amenazaba con partir su reino bajo el principio de autodeterminación.
Así, alcanzó una favorabilidad envidiable para cualquier figura política de esta parte del mundo, desde donde supo domar el ego de Primer Ministros, ser punto de anclaje ante sus escándalos y darles consejos al oído. Y fue de esta manera como logró mantener su papel de Reina de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y de los 54 países soberanos independientes y semiindependientes –con la excepción de Mozambique y Ruanda– que hacen parte de la de la Mancomunidad de Naciones; una organización surgida tras la descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial, con la cual se buscó decirle al pueblo británico que el prestigio del antiguo imperio se mantenía, al menos como símbolo.
Más del 80% de los británicos veía con buenos ojos a Isabel II y más del 60% apuesta por la continuidad de la Monarquía. Dentro de la Mancomunidad de Naciones, países como Canadá o Australia, de naturaleza republicana, la mantuvieron como jefa de Estado. O incluso el Partido Nacional Escocés, de carácter independentista, con Nicola Sturgeon a la cabeza, contempló desde el principio que Isabel II siguiera siendo la reina del nuevo país. Y Barbados, que se declaró una república independiente y la dejó de reconocer como jefa de Estado en 2021, se decantó estratégicamente en seguir haciendo parte de la mancomunidad.
De cara al futuro, claro, la monarquía carga con un lastre que parece insostenible en el tiempo. Se trata igual de una institución relacionada directamente con una historia imperial, de imposición del colonialismo, de explotación, de esclavitud de personas en África, América Latina y Asia, y que al día de hoy se mantiene con la plata de la gente.
En su historia reciente, ha tenido episodios de puertas para adentro que golpearon a la institución: la amistad de su hijo Andrés con el millonario pederasta estadounidense Jeffrey Epstein, que lo llevó a perder todos sus títulos militares y patrocinios reales, y que causaron un gran malestar por la manera como el privilegio le ayudó ante la justicia. O las denuncias de abuso y racismo de su nieto Enrique de Sussex, que renunció a ejercer sus funciones dentro de la corona y declararse independiente económicamente. O el terremoto que desató la muerte de Lady Di, que, en 1997, puso a la reina a jugar dentro de un terreno fangoso para ella: el de la cultura popular –sobre este momento vale la pena ver The Queen (2006) de Stephen Frears.
Y aún así, Isabel II supo mantener su imagen en su reino. Hasta la transgresora artista conceptual Tracey Emin se declaró una “monárquica secreta”; Jonny Rotten de los Sex Pistols señaló con los años que no le gustaba la institución pero que no tenía nada contra ella, y Vivienne Westwood, la diseñadora de moda detrás en buena medida de la estética punk y new wave, se autodenominó como su fan.
Escena II: Cantos por la Reina
Tras una hora de espera, el barco Queen Elizabeth salió del muelle de Charing Cross a las 6:30 de la tarde. Empezó a navegar río abajo del Támesis, al principio con una calma ansiosa, mientras los presentes comían y tomaban alcohol. Luego, un par de personas desplegaron una pancarta a lo largo de la embarcación. En esta, con letras rojas sobre amarillo, se podía leer: "Queen Elizabeth: el nuevo sencillo de los Sex Pistols, ‘God Save The Queen’".
Cerca del Palacio de Westminster, mientras sonaba algo de dub o los riffs de los Ramones o hasta canciones de Paul Revere & the Raiders, el 7 de junio de 1977, en el marco de la fiesta del Jubileo con el que se celebraba a Isabel II, Los Sex Pistols se montaron en un improvisado escenario en la parte trasera del barco. La locura entraba en camino de honor. Fueron perseguidos por la policía y once personas, incluido el controvertido manager de la agrupación de punk, Malcolm McLaren, fueron arrestados cuando el barco atracó.
God save the queen
The fascist regime
They made you a moron
A potential H bomb
God save the queen
She's not a human being
and There's no future
in England's dreaming
[Dios salve a la reina
El régimen fascista
Te hicieron un idiota
Una potencial bomba H
Dios salve a la reina
ella no es un ser humano
y no hay futuro
en el sueño de Inglaterra]
Aunque el título original de la canción era "No Future", McLaren decidió bautizarlo como “God save the Queen” y dar uno de esos testarazos de espectáculo que siempre buscó. Con el nuevo título, los Pistols parían un símbolo de rebeldía: el hermanastro bastardo y abandonado del cántico oficial de la corona, uno de orígenes poco claros, quizá proveniente de la metamorfosis de algún canto llano medieval, que se transformó hasta convertirse en una tonada sagrada que empezó a fungir como himno nacional de este país, de la corona, de sus colonias y de los demás países que reconocían a la monarca británica como su jefe de Estado.
“God save the king”, que cambia cuando el trono lo ocupa una reina a “God save the Queen”, es el segundo himno oficial más antiguo en la actualidad y uno de los más reconocidos a nivel mundial.
God save our gracious queen
Long live our noble queen
God save the queen
Send her victorious
Happy and glorious
Long to reign over us
God save the queen
[Dios salve a nuestra cortés reina
Viva nuestra noble reina
Dios salve a la reina
Envíala victoriosa
feliz y gloriosa
Largo reinado sobre nosotros
Dios salve a la reina]
La agrupación de punk dio así un golpe irreverente y blasfemo a un símbolo, a un sistema de valores que hacía referencia a la grandeza británica, en un momento de crisis económica, de protestas y revolcón social; la antesala perfecta para la subida de la “dama de hierro”, Margaret Thatcher.
La pieza, que hizo parte del único álbum de la agrupación de punk, Never Mind the Bollocks, Here's the Sex Pistol (1977), fue prohibida por la BBC. Las principales minoristas como Boots, WHSmith y Woolworths se negaron a vender el disco. Y sin embargo, muy a su pesar, la canción alcanzó el número 1 en las listas de NME en el Reino Unido y llegó al número 2 en la lista oficial de singles utilizada por la BBC, que igual se negó a ponerlo en letras y reemplazó a los Pistols por una casilla en blanco –incluso hay quienes afirman que le metieron mano para que no ocuparan el primer lugar que les correspondía.
Escena III: Entre furias y alabanzas
En las primeras líneas del sencillo que dio nombre al álbum The Queen Is Dead (1986), el tercer trabajo de The Smiths, Isabel II vuelve a ser protagonista. Al poderoso riff de Johnny Marr y Mike Joyce, inspirado en la agresividad de las bandas de garage de Detroit, Morrisey le compuso una primera estrofa en la que imagina a la monarca con la “cabeza en cabestrillo”, como si acabara de ser guillotinada.
Farewell to this land's cheerless marshes
Hemmed in like a boar between archers
Her very Lowness with her head in a sling
I'm truly sorry, but it sounds like a wonderful thing
I say, Charles, don't you ever crave
To appear on the front of the Daily Mail
Dressed in your Mother's bridal veil? Ooh, ooh, ooh
And so I checked all the registered historical facts
And I was shocked into shame to discover
How I'm the 18th pale descendant of some old queen or other
[Adiós a los pantanos tristes de esta tierra
Acorralado como un jabalí entre arqueros
Su misma Bajeza con la cabeza en cabestrillo
Lo siento mucho, pero suena como algo maravilloso.
Digo, Carlos, ¿nunca anhelas
aparecer en la portada del Daily Mail?
¿Vestido con el velo nupcial de tu madre? Ooh, ooh, ooh
Y así revisé todos los hechos históricos registrados
Y me sorprendió la vergüenza al descubrir
Cómo soy el decimoctavo descendiente pálido de una vieja reina u otra]
Al respecto, Morrissey dijo en una entrevista: “No quería atacar a la monarquía como una especie de monstruo cervecero. Pero descubrí que, a medida que pasa el tiempo, esta felicidad que teníamos se desvanece lentamente y es reemplazada por algo que es completamente gris y completamente triste. La idea misma de la monarquía y la Reina de Inglaterra se está reforzando y haciendo que parezca más útil de lo que realmente es”.
A estas piezas habría que sumar otras que van por la misma línea, como "Elizabeth My Dear", presente en el álbum debut de 1989 de The Stone Roses, donde declararon que no descansarían hasta que ella perdiera el trono. O la satírica “On Her Silver Jubilee” de Leon Rosselson:
I remember, I remember when my world was hardly grown
And the daughter of a dead dull king ascended to the throne
And though I was just a lad at school I saw it all with scorn
The solemn, sacred emptiness, the monumental yawn
[Recuerdo, recuerdo cuando mi mundo apenas crecía
Y la hija de un rey muerto y aburrido ascendió al trono.
Y aunque solo era un muchacho en la escuela, lo vi todo con desprecio
El vacío solemne, sagrado, el bostezo monumental]
Hay otras creaciones que apuntan más a la sátira como “Rule Nor Reason” de Billy Bragg, donde se pinta a la Reina como una figura patética, solitaria, aunque majestuosa. O el videoclip de “You Don't Know Me" de Basement Jaxx, en el que la reina sale a una noche de fiesta en Londres, se fuga, baila, pelea y termina en un club de striptease.
Claro, también hay piezas como la tierna "Her Majesty" de The Beatles. Estudiantes más disciplinados, que recibieron el beneplácito de la monarca. Sir Paul McCartney, Sir Ringo Starr, Sir Mick Jagger, Sir Elton John o Sir Rod Stewart son algunos de los músicos que han recibido el título de caballeros, el máximo reconocimiento otorgado por la Excelentísima Orden del Imperio Británico, que se concede a personajes que no forman parte de la monarquía, pero que se destacan en las ciencias, el arte o en trabajos de caridad.
Caso aparte es el legendario Duke Ellington, que compuso la melodiosa pieza “Queen's Suite”, luego de su encuentro con Isabel II. A ella personalmente le envió una copia que no se publicó en vida. Sobre este encuentro el músico de jazz diría: “Le dije que era muy inspiradora y que seguramente algo musical saldría de eso. Ella dijo que estaría escuchando, así que escribí un álbum para ella”.
Outro
A finales de la década del 70 los trabajadores ingleses no lograban llegar a fin de mes. En varias calles de Londres la basura se acumulaba en enormes pilas y la gente tenía que cavar las tumbas de sus seres queridos. Entre 1978 y 1979, tuvo lugar “El invierno del descontento”, uno que, además de ser el más frío en 16 años, se caracterizó por huelgas generalizadas de sindicatos del sector privado y luego público que exigían aumentos salariales.
En el documental The Filth and the Fury (2000), dirigido por Julien Temple, Jhonny Rotten relata: “También hubo una huelga de basura pasando por años y años y años. Y había basura amontonada en 10 pies de altura [...]. Ponte la bolsa de basura, por el amor de Dios, y ahí estás lidiando con eso. Es lo que decidí que haría, envolverme en basura”.
El gancho de nodriza se convirtió en un elemento clave para que la ropa se mantuviera en el cuerpo y con el tiempo en un símbolo ineludible del punk. Y fue precisamente este objeto el que el artista Jamie Reid decidió poner en la boca de Isabel II en un mítico afiche con el que se promocionó el sencillo de Los Sex Pistols. Y como detalle adicional, le pintó unas esvásticas en los ojos. Junto con otro afiche en el que el artista le tapó los ojos y la boca con los nombres de la banda y de la canción, Reid daba su cuota a un amplio trabajo plástico con la imagen de la Reina.
En su vida, Isabel II posó para varios artistas como Cecil Beaton, Lucian Freud y Annie Leibovitz, pero quizá el trabajo más recordado es el de Andy Warhol, como parte de una serie de 1985. Usó una fotografía oficial, que personalizó en una variedad de colores y estilos, tal como lo hizo con personajes de la cultura popular como Marilyn Monroe, Mao Zedong, Mick Jagger, Liza Minelli, Elizabeth Taylor o Jacqueline Kennedy.
La principal preocupación de Warhol era la cultura de masas y sus símbolos de reproducción. Por eso, apostó por la serialización en el arte, para hablar de una nueva generación de conciencia estadounidense, definida por el consumismo, los medios de comunicación y la publicidad. La aparición de Isabel II solo ponía sobre la mesa una premisa que ya era un hecho para ese momento y que solo se siguió confirmando: la Reina era parte del consumo de masas y de la cultura pop.
Escenas cortadas
Se quedan por fuera los libros, películas, documentales, entre muchas otras creaciones. Pero vale la pena mencionar al dramaturgo, actor, novelista y guionista británico Alan Bennett que, luego de llevar al teatro una mirada paródica de la monarca, publicó en 2007 el libro Una lectora nada común. En este, Isabel II descubre en los estantes de la biblioteca móvil del ayuntamiento, aparcado junto a las puertas de las cocinas del palacio, el vértigo de la lectura, mientras Bennett construye “una comedia deliciosa, y una poderosa reflexión sobre el poder, y el poder de la letra impresa", como señaló el The Washington Post en su momento.
Está también la novela de la fallecida Sue Townsend, La Reina y yo (1992), en la cual, tras el triunfo del Partido Republicano del Pueblo, la monarca se convierte en una pensionista más. En una pequeña vivienda de protección oficial, con un muy limitado ingreso, Isabel II se enfrenta al agobio de las tareas cotidianas, lidiando con los ganchos de la ropa, las cremalleras de su vestido, la escoba, los supermercados y el abrumante tedio del día a día.
Y claro, queda por fuera Rowan Atkinson y sus golpizas a la Reina, sea como Mr.Bean o como el agente Johnny English.