Concierto Radiónica 2021: una celebración de la vida
Hace un año estar parados entre más de dos mil personas gritando a todo pulmón: “resistencia”, era una fantasía descabellada que parecía casi imposible de lograr. Después de muchos meses de ver el mundo pasar por una ventana o por una pantalla, pensar en sentir el calor de un concierto era una motivación para seguir luchando, para no bajar los brazos, para despertarse cada día y decir: “seguimos vivos”.
Y este 13 de noviembre bajo la lluvia, rodeados de neblina, mojados, afónicos, eso hicimos. Gritamos: “¡SEGUIMOS VIVOS!”.
Hace un año vivimos el concierto de forma virtual, desde tres escenarios y en tres ciudades. Este 2021, volvimos a la Media Torta y volvimos a abrazarnos y celebrar juntos.
Esa fiesta empezó con el rock de Babelgam que sobre el escenario lucía igual que la tarde bogotana, monocromática. La banda de blanco y negro y el cielo gris por un lado y soleado por el otro. El grupo bogotano cantó junto a Ivanna Palacios y presentó un repertorio que mezcló sus canciones más rockeras y guitarreras, con su lado más electrónico y desenfrenado, frente a un público un tanto tímido que se fue calentando de a poco y que terminó cantando junto a Babelgam.
Briela Ojeda trajo la lluvia, una lluviecita limpiadora, quita penas, para lavar el espíritu y entregarse al bello ritual sonoro de esta cantautora pastusa. Junto a su banda, repasó su álbum Tempo Komodo y le regaló una canción nueva a la risueña audiencia que entró en comunión con ella a pesar del agua. Al final, la lluvía se fue y Briela cerró con “Burbujas”, que fue una caricia para todos los sentidos, y dejó a toda la Media Torta con el corazón caliente.
Cuando llegó el turno de N. Hardem, la Media Torta se encendió. La gente se sacó los ponchos, se puso de pie y empezó a mover la manos al compás de este rapero que brilla sin brillar, que le abrió el escenario a Lianna, Gambeta, Edson Velandia, a su hermano Pablo ‘Watusi’ Martínez y a Briela Ojeda con quien se fundó en un beso. Una expresión del amor del público que brillaba tanto como Hardem.
A eso de las tres y media, el sol se asomó un poco y llegó la hora del fuego, la cual estuvo a cargo del Dj Mike Style quien con sus invitados encendió el lugar. El Pacífico y el Caribe se unieron en las tornas de Mike, quien prendió al público a punta de cumbia y música decembrina, como para ponerse en ambiente navideño, pero luego el calor llegó directo desde el Pacífico y el Caribe. Chirimía y champeta pusieron a bailar al público que hizo una catarsis colectiva, un grito de desahogo que desde el centro de la capital le dijo a todo el país: “estamos unidos, seguimos vivos y no nos rendimos”.
“¡El pueblo no se rinde carajo!”, fue el canto que tronó desde el escenario el cual se unió al llamado de “el pueblo unido jamás será vencido” vociferado por Aterciopelados, que una vez demostró por qué es una de las bandas más importantes del rock latino. Algunos de sus clásico como “Maligno”, “Florecita Rockera” y “Luz Azul”, se unieron a sus composiciones más recientes como “Antidiva” y “Gritimo”, con la que la gente rugió, saltó, lagrimó y se unió al amor infinito que emanan Andréa y Héctor.
Al final de la noche, Bogotá se comportó como Bogotá y cayó la lluvía con toda su intensidad, apenas para recibir a Velandia y La Tigra, que bajo las frías gotas hizo temblar el lugar con rasqa. Encabezando el descontrol, Edson Velandia con su guitarra y su gran personalidad le dio el cierre perfecto a la noche. Con su fino humor y su mordacidad dio un sutil pero necesario toque político a la jornada que concluyó con Andrea Echeverri cantando “La nevera”, frente a un pequeño pogo y mucha euforia.
¿Qué más podíamos pedir? Volvimos a vibrar, a sudar, a cantar, volvimos a sonar con fuerza y a compartir el motor que le da sentido a la vida, la música.
No nos queda más que decir que gracias.