Yo no me llamo Rubén Blades (2018): el documental de un 'filósofo popular'
“Las obras y letras de este cantautor han llegado a más de 3 o 4 generaciones de latinoamericanos y de gente que habla español en todo el mundo. En cierto modo cada uno de nosotros tiene un poquito de Rubén en la cabeza ya sea por algo que se escuchó en una canción mientras estaba gozando o por algo que dijo Rubén o que leyó. A mí me interesaba mucho ver quién es la persona, quién es el humano cualquiera ese que está ahí cuando se acaba el show y eso es lo que estaba buscando”
Abner Benaim (El otro lado y Chance) es el director del primer -y seguro último- documental oficial de Rubén Blades, y a él, el músico, Abner, también panañemo, llegó como documentalista a través de una relación amistosa que luego sintió apropiada atravesar para contarle a los fans del músico que no lo conocen, cómo es el hombre fuera de las tarimas y en la intimidad de su casa, a la que nunca antes ingresó nadie a hacer registro de su vida, mucho menos a preguntarle por aspectos tan personales como los del hijo que reconoció a los 37 años de edad y/o asuntos trascendentales como la muerte, tema que por decirlo de algún modo, obsesiona a Rubén.
En Yo no me llamo Rubén Blades (2018) Abner Benaim acompaña al músico y actor, esposo y padre, amigo y colega. Rubén Blades le abrió las puertas de su hogar y recorrió con él la ciudad que lo adoptó cuando comenzó como mensajero en Fania Records, y detrás de las tarimas, en ensayaderos, camerinos y en lugares sagrados de su casa, le contó todo eso que él quiere que la gente sepa de su persona cuando muera, porque como el mismo Ruben le dice a Abner en una de las pocas intervenciones tangibles del documentalista en la película, este documental hace parte de ese testamento que Rubén ya tiene armado para después de su muerte, y cedió hacerlo porque él mismo quiere explicarle a la gente esas partes de su vida y su historia que no quiere luego malinterpreten cuando ya no esté para contarlas de su propia voz: “Yo tengo mi testamento hecho. Esto es una parte de ese testamento, es decir cosas que es importante decir, porque si no las digo y no las aclaro ahora, otros van a tratar de interpretar y no va a ser lo mismo”.
Cuando una persona hace un testamento no solo lo hace para disponer de sus bienes, sino para declarar sobre asuntos que atañen a su vida, eso es lo que ha hecho Rubén Blades en este documental: un testamento audiovisual de lo que ha sido él en su vida como artista y en la vida de quienes lo han rodeado desde diversos sectores, a quienes ha influenciado y/o marcado. Y allí radica la importancia de esta pieza audiovisual, por primera vez el polifacético artista panameño abre las puertas de su hogar, impenetrable hasta el momento, y de su corazón para hacer una retrospectiva sincera a su carrera, donde se puede ver al cantante, al compositor, al hombre, a la celebridad e incluso al padre tardío.
Yo no me llamo Rubén Blades (2018) es un documental que no es musical en el sentido estricto de la palabra, y tampoco llega a ser un un biopic, sino el registro de un relato reflexivo que un artista con 50 años de carrera y con más de 200 canciones escritas, hace de sí mismo para que todos aquellos que han seguido de cerca y de lejos su obra accedan a él de una forma en la que nunca antes lo habían hecho, y que de una u otra manera contribuye como pieza audiovisual a ese interés que existe por la salsa en distintas partes del mundo.
Visualmente estamos frente a una película bien cuidada, una que le ha sacado buen provecho a la riqueza visual y sonora de los lugares donde fue rodada haciendo uso adecuado de la luz natural, el ruido de las calles y las emociones de la gente que se cruzaba de manera inesperada con su ídolo mientras éste le contaba a quien lo perseguía con cámara y micrófono en mano sus historias cargadas de nostalgia y amor sobre su relación con ciertos lugares de su natal Panamá y su adoptiva Nueva York.
Ya sabemos cuáles fueron los motivos que impulsaron a Rubén Blades a grabar esta pieza cinematográfica, los de Abner Benaim tienen que ver con todo eso que identifica al Rubén abogado, ministro, compositor, político, activista y actor, todo aquello que lo hace ser un humano tan particular:
“A mí lo que me impresiona de Rubén y de su obra es que él ha sido muy constante en lo que tiene que decir y no es del tipo de persona que un día habla de lo que es popular y al día siguiente cambia de opinión, sino que sea popular o no, él ha dicho lo que piensa y en la mayoría de los casos se ha comprobado que estaba del lado correcto de la ecuación. Él es una persona con un sentido de justicia muy claro, y en nuestros días, tan corruptos, su voz y sus canciones siguen siendo igual de relevantes que cuando las escribió, así que amplificar esos mensajes y darle volumen a una persona como él me parece importante y necesario.”
Abner Benaim contó en su documental con comentarios de personajes como Sting, Paul Simon, Gilberto Santa Rosa, Tito Puente, Andy Montañez, Residente, Ismael Miranda, Eddie Montalvo, Ralph Irizarry y Larry Harlow, todos ellos dando sus apreciaciones personales sobre la vida y obra de uno de los más grandes compositores de nuestra época.
El estreno mundial de Yo no me llamo Rubén Blades (2018) fue en el Festival de Cine y Música South By Southwest (SXSW) en Austin (Texas) donde se llevó el Premio del Público, y luego se sumó a esa gira festivalera el Festival de Cine de Lima y el Festival de Cine Latino de Nueva York, el Festival Latino de Sidney (Australia) y de Santander (Colombia), donde fue proyectado en la noche de clausura.
En Latinoamérica el filme será exhibido en países como Panamá, Colombia, Costa Rica, Guatemala, México, Perú, República Dominicana, Puerto Rico, Argentina y Chile. Revisen el tráiler a continuación y prográmense para ir a salas colombianas desde próximo 13 de septiembre.