Un estonio perdido en Bogotá y un documental que sigue su búsqueda
El documental ha evolucionado a pasos largos y acelerados en los últimos ocho o diez años. En Colombia tenemos una audiencia cada vez más grande para el género, y los realizadores se han aventurado a explorar la forma de contar historias haciendo uso de numerosas técnicas y herramientas.
Tanto directores, como exhibidores (que incluyen numerosas plataformas digitales) y el público, han hecho que el género viva en la actualidad uno de los mejores momentos de su historia, no solo en nuestro país, claro está. Pero lo hermoso y valioso del documental es que a través de él podemos sumergirnos en las profundidades de una o numerosas personas, temas, o lugares.
La pérdida de algo sentido de Carlos Eduardo Lesmes López con la producción de Marcela Lizcano es una de las sorpresas de este año para el género documental a nivel nacional; si bien no ha llegado a su fase de exhibición, acaba de ser premiado en el Bogotá Audiovisual Market por Señal Colombia, donde compitió con entregas que seguro veremos pronto en pantallas nacionales, comerciales o alternativas.
Carlos Lesmes siguió muy de cerca e hizo parte de una búsqueda desgarradora que nos permite ver a Colombia -a Bogotá particularmente-, a través de los ojos de una estonia que busca a su hermano desaparecido, un hombre de 39 años -con apariencia mucho mayor- que terminó a 10.103 km de su hogar, Kuusalu, un pueblo rural de Estonia con no más de 1500 habitantes, rodando y consumiendo drogas por las calles de ciudades como Bogotá, Cali o Palmira, sin pasaporte, sin dinero, incomunicado de su familia, y con algunas enfermedades mentales.
Pero La pérdida de algo sentido no es la historia de Lauri Poola, a quien de hecho nunca vemos en el documental, sino la historia de su hermana, Eva, que ha estado siempre al servicio de su hermano, que lo buscó y encontró en distintas oportunidades y contextos, que intentó salvarlo a pesar del odio que pudo llegar a sentir por él, porque lo amó, y fue ese amor, y el que siente por su madre, lo que la trajo a Colombia para recorrer las calles más oscuras y densas de Bogotá, donde no hay turistas y donde todos los extranjeros son iguales, rubios y blanquísimos, y pocos, muy pocos, vienen a consultar por la ubicación de otros a personajes descolocados, inconscientes.
El docu de Carlos E. Lesmes es un relato bellísimo, sensible, respetuoso, uno que si bien nos adentra a ese universo sórdido y escalofriante de las calles, las drogas y sus protagonistas, se queda no al margen, sino lejos del morbo, porque su foco no es el universo de Lauri y sus problemas, sino esa sensación de pérdida que va creciendo en Eva con el pasar de los días en Colombia sin hallar rastro de su hermano.