[Reseña] Thor Ragnarok: la efectividad de la diversión
Con una taquilla total de más de 5 mil millones de dólares, 17 películas encima y 7 por venir, está claro que la gente de Disney y Marvel tienen la propuesta más que dominada.
En medio de un género saturado por el drama y la acción, girar hacia las aventuras y la comedia ha sido una de las respuestas más útiles para películas como Guardianes de La Galaxia y Deadpool. En esa misma onda, Marvel ha decidido darle un vuelco a Thor y aprovechar el potencial de Chris Hemsworth para burlarse de sí mismo y de lo hilarantes que pueden ser los contextos en los que se desenvuelve un super héroe.
Para esto, Marvel Studios echó mano de Taika Waititi, el director neozelandés detrás de experimentales y divertidos éxitos independientes como Boy (2010) y Hunt For The Wilder People (2016), y quien tiene clara la premisa: divertir.
Para esto hace uso de un gran reparto, una tremenda banda sonora a cargo de Mark Motherbaugh y canciones entre las que se destaca la Immigrant Song de Led Zeppelin, a la que según su director le habría agregado la presencia de Freddie Mercury si estuviera vivo, contruyendo una opera espacial en toda su esencia.
Para Thor Ragnarok (2017), Kevin Beige, el hombre a cargo del universo cinematográfico de Marvel, sabe que la función está por terminar, que para dramas estarán los Avengers y que en el caso de lo que el espectador ya espera ver en el cine, es necesario privilegiar la experiencia, hacerlo divertido, ¿y es que acaso no es para eso que la gente va a cine?
Cargado de una super de moda y descaradamente estilizada estética ochententera, Thor Ragnarok (2017) es de esas películas que saben que jamas serán El Caballero de la Noche (2008), pero que definitivamente llamaran la atención por un rato.
Después de una primera parte casi infantil, la cinta explora otras historias que esperábamos ver en el cine como la historia de Planet Hulk (2006), la amistad entre Thor y Hulk, la “maduración” de su relación con Loki y la despedida de Asgard con todos los juguetes.
Se agradece especialmente la participación de villanos carismáticos, elocuentes y autoparódicos como Jeff Goldblum y Cate Blanchett, quienes aprovechan su simplicidad magistralmente, haciendo valer su tiempo en pantalla, y permitiendo que la historia avance con rapidez y efectividad.
En esta entrega de Thor pasan muchas cosas, todas divertidas y con una sincronización muy interesante, configurado una película imperdible en la cual el espectador entiende que las historias aún pueden ser cándidas, divertidas y lo más importante: que no se necesitan ver otras 16 películas para disfrutarlo.
Muchos cuestionaran este tratamiento del personaje, pero la verdad es que sirve a su objetivo y refresca de cara a un cierre de MCU que tendrá muchas oportunidades para ver a Thor serio y preocupado.