'Quiero bailar con alguien: la historia de Whitney Houston' es decepcionante y floja
Después de una promoción paupérrima y una distribución en cines casi inexistente, por fin se estrenó la película basada en la vida y obra de una de las voces más prodigiosas que ha dado el mundo, Whitney Houston.
La cinta, que ya se puede ver en HBO Max, fue dirigida por la directora Kasi Lemmons y protagonizada por Naomi Ackie, recordada por su papel en la serie The End of the F***ing World y por su participación en Star Wars: Episodio IX.
Empecemos por decir que el trabajo de Ackie es sobresaliente, logra transmitir muy bien la ingenuidad y la prometedora vida de una joven Whitney, así como el dolor y el trauma que fue experimentando a lo largo de su vida por su carrera artística.
Sin embargo, la película tiene un guion y una producción que no dejan brillar a la actriz y que la ponen en una posición a veces poco entendible y, por tanto, poco verosímil; pues la vemos avanzar y luego derrumbarse de repente ante las diferentes situaciones que se muestran, sin que incluso le pasen los años.
Todo se aborda de manera somera y desorganizada, por lo que no se llega a entender bien qué llevó a Whitney al colapso y a la crisis de su vida.
La película inicia narrando la relación de Whitney con su madre, la también cantante Cissy Houston, allí se muestra cómo ella impulsó a su hija sacrificando su propio sueño de construir también un nombre propio en la industria.
Pese a un par de escenas donde se narra esto, el desarrollo del personaje de Cissy no se llega a concretar y desaparece mucho antes de la mitad de la película, entonces lo que se encaminaba a mostrar la relación madre e hija -como sucedió en Rey Richard, la cinta sobre las hermanas William- termina yéndose barranco abajo para mostrar escenas icónicas de la cantante y tocar diferentes tópicos sin un hilo conductor claro.
Es así que el largometraje se dedica más a hacer un fan service superfluo -intentando quizás hacer algo parecido a lo que se logró magistralmente en Bohemian Rhapsody cuando se recrearon icónicos momentos de Freddie Mercury sobre el escenario- y nos muestra presentaciones y conciertos memorables de la artista, los cuales aunque bien ejecutados no terminan de encajar en la cinta y, lo más importante, no aportan algo nuevo, porque para revivir esos momentos siempre tendremos YouTube.
No obstante, el desarrollo pobre de los personajes se da casi con todos, por lo que no llegamos a conocer las motivaciones, los deseos, las contrariedades y complejidades de cada uno, y lo que obtenemos es una cinta que desperdicia las 2 horas y 24 minutos que dura, recorriendo muy por encima los debates personales y artísticos de la vida de la cantautora.
La cinta desaprovecha también la oportunidad para ahondar en un faceta poco conocida de la artista, que es su sexualidad, pues aunque de alguna manera confirma que Whitney tuvo un romance con su exasistente, Robyn Crawford, es un tema que no se reivindica y que solo continúa en la línea de ocultarlo y hacerlo pasar como una etapa más, quizá de confusión o experimentación, como se suele pensar de estos deseos que se salen de la heteronorma.
De la misma manera en como se habla de la sexualidad de Houston, se aborda el tema de ser una mujer negra al tiempo que era una de las estrellas más grandes del pop en su momento. Se pueden contar alrededor de tres escenas donde la juzgan por su pelo afro y por no ser lo "suficientemente negra”, pero el conflicto queda allí, mencionado como todos, y desapercibido.
La relación con su padre es lo que intenta contarse con más detalles, pero tampoco se termina de cohesionar y se suprimen muchos eventos de los que se ha hablado en otras producciones sobre Whitney, donde se ha dicho incluso que además de haber acabado con gran parte del patrimonio de la artista, su padre llegó a accederla carnalmente.
Y aunque se entiende que tocar estos temas tan de frente pueden ser revictimizantes para la familia, la figura del padre no termina de construirse del todo, es incoherente y a veces lo sentimos como un padre que ama a su hija que en segundos se puede convertir en un hombre déspota que solo quiere dinero.
El otro tema que definitivamente casi se borra en lo absoluto, es la relación de Houston con Bobby Brown, el hombre que se dice fue quien la terminó de llevar al final de su carrera y a adentrarse más en la drogas y los excesos. El hombre, en la cinta, es personificado como un bailarín mujeriego y un actor pasivo que no influye mucho en la vida de Houston…
Por lo que queda la sensación de si el objetivo era lavar la cara de Brown cuando en una escena salida de la nada Whitney le dice que ya ella consumía drogas antes de conocerlo, entonces la cantante se da la vuelta y se marcha, así nomás.
En conclusión, Quiero bailar con alguien: la historia de Whitney Houston es una cinta que desaprovecha completamente una gran historia llena de matices y complejidades que nos habría podido llevar al borde de la emoción y el llanto, mostrándonos un espejo para hablarnos de la salud mental, de la sexualidad, de la paternidad y la maternidad, de las drogas y la crianza.
Por el contrario, es un largometraje que se dedica a recrear vanamente presentaciones de la artista que no se hilan con el guion flojo y nada consistente que tiene; mientras toca algunos temas de rapidez, sin profundidad, sin desarrollar a los personajes, como si quisieran evitar hablar del todo sobre la vida personal de la artista, que es lo que se espera de un biopic.
Esperemos que en un futuro, algún otro director y creativo decida reivindicar a La Voz, una de las más grande la historia de la música, con la calidad y la profundidad que se merece. Mientras tanto, me queda por decir, como le repetía Whitney a su hija, que con su música la amaremos a perpetuidad y a través del universo.