“Poseída”: Una muestra de que los demonios están en la mente
Miedo. Sin duda esa es una de las palabras que mejor puede definir el último año. Un miedo construido alrededor de algo que no podemos ver, tocar, ni entender del todo. Un miedo sumado a un encierro que constantemente juega con nuestra mente, que nos hace dudar de lo real y que más de una vez nos ha obligado a enfrentar nuestras peores pesadillas. Una situación similar afronta Catherine (Synnøve Macody Lund), la protagonista de la película noruega “Poseída”, que gracias a la distribuidora Cinemaran ya se encuentra en las salas del país.
Poco a poco se han ido retomando algunas de las actividades que quedaron congeladas por cuenta del virus COVID-19, entre esas ir a ver películas. Después de tantos meses sin estar en una sala de cine, volver a uno de estos teatros puede ser una experiencia compleja. Entrar a la sala con tapabocas, con distancia, sin crispetas le da un ambiente medio lúgubre al lugar, por eso es perfecto volver al cine con una película de terror. No solo porque el envolvedor sistema de sonido te hace sentir como si algo estuviera respirandote en la espalda, sino porque toda la experiencia potencia el nerviosismo y, cuando uno va a ver una película de miedo, la idea es asustarse mucho.
Por eso “Poseída” es una buena opción para sudar frío, saltar del asiento y olvidarse por un rato de los horrores del mundo real. Este largometraje dirigido por Carl Christian Raabe comienza de forma interesante, con una serie de secuencias algo erráticas aparentemente inconexas. Una niña que corre asustada, una pareja que tiene sexo en un baño, la noticia de la muerte de un padre, la agendación de una cita médica; secuencias sin transisiones que nos introducen la historia:
El padre de Catherine, una elegante y bella mujer, le deja como herencia la vieja casa de campo de la familia. Un lugar distante en la memoria de Catherine el cual no visita desde que su madre murió en un accidente cuando ella era muy pequeña.
La navidad está cerca, la nieve cubre el país y Catherine debe decidir si interrumpe su embarazo. Desde el inicio, la película nos muestra que ella no se encuentra del todo estable. Se ve estresada, preocupada y con ganas de deshacerse de esa vieja y mohosa casa con la que no siente ningún apego. Aún así, decide viajar para ver cómo hace para venderla y estar unos días sola.
Apenas llega a la remota casa, conoce a Daisy, una pequeña y misteriosa niña que ronda la propiedad y poco a poco va notando que hay algo extraño en ese lugar. Algo que no cuadra, algo que se mueve y hace ruido por las noches y que aleja a la gente del pueblo. Pronto el plan de solo estar unos día y deshacerse rápido de la casa cambia y Catherine se ve obligada a quedarse en este tétrico y solitario lugar.
Poco a poco va descubriendo que en su familia hay un perturbador secreto. Gracias a los vecinos y a las fotos que hay por la casa, se entera que su madre tenía una hermana llamada María que un día desapareció misteriosamente, lo cual generó una cicatriz en toda la familia. Además, su madre al final de su vida se obsesionó por descubrir qué pasó con María, una obsesión que la llevó a plantear la posibilidad de que su propia madre, la abuela de Catherine, la asesinó.
En medio de esto, Daisy entra y sale constantemente de la casa. A veces solo mira en silencio, a veces habla o juega con Catherine y un día llega con la cara golpeada. Catherine empieza a desesperarse porque teme por la seguridad de la niña y además empieza a sumergirse en la hipótesis de que efectivamente su abuela asesinó a su tía. Mientras tanto las cosas en la casa comienzan a ponerse cada vez más tensas. La cámara empieza a mostrarnos algunos planos torcidos que nos remiten a la locura y la interpretación de Synnøve construye un personaje errático y atormentado. Cada vez se le ve más fuera de sí misma, no puede dormir bien, escucha cosas, empieza a entrar en un constante estado de paranoia y se vuelve agresiva e irracional.
A medida que Catherine comienza a sumergirse más y más en el misterio familiar y en descubrir quién -o qué- es realmente Daisy, la sangre se va helando y la película pone al espectador en un crescendo de tensión que se resuelve cuando, a través de visiones, esta martirizada mujer descubre el misterio de la casa.
Si bien “Poseída” usa el clásico y predecible recurso del jumpscare, en el que se construye una escena tensa en la que de repente algo salta acompañado de un ruido fuerte y te asusta, el verdadero juego de terror está ligado a la salud mental. La película constantemente plantea la duda de si lo que vemos es algo sobrenatural o un juego de la mente. A la larga, Catherine está atrapada en sí misma y en los demonios de su pasado, demonios que se transmutan al mundo real a través de su lúgubre casa.
A parte del buen papel de su actriz principal, “Poseída” usa buenos recursos audiovisuales como la luz, la fotografía y la escenografía cubierta de nieve y muebles viejos, para sumergirnos en un caótico universo donde la realidad se pone al límite y no podemos ni siquiera confiar en nuestros propios pensamientos.