La mirada feminista y crítica de la cineasta francesa Agnès Varda
Una mujer rubia totalmente desnuda, con sus manos puestas sobre su vagina, mira de frente a la cámara. Respira lento y empieza a pronunciar un manifiesto sobre lo que significa ser mujer. Habla sobre la belleza, el cuerpo, la sexualidad, la maternidad. Sobre cómo la mirada de los hombres influye en el mundo femenino, sobre cómo la publicidad vende los cuerpos de las mujeres. Mientras lo hace, la cámara retrata con planos más cerrados sus pezones, su pubis, su mirada. Lo hace al ritmo de su emocionalidad: lenta, pausada, meditativamente. Luego entran más mujeres, unas más jóvenes, unas más viejas, unas niñas. Todas dan sus opiniones sobre el mismo tema.
Es un retrato íntimo, crítico sobre las molestias, contradicciones y apreciaciones de las mujeres. Un retrato que aunque fue grabado en la década de los sesenta en Francia, aún resuena con las peticiones de quienes nos llamamos feministas. Réponse de femmes: notre corps, notre sex (en español, La respuesta de las mujeres: nuestro cuerpo, nuestro sexo), un cortometraje en formato de ensayo audiovisual estrenado en 1975, es una respuesta activa de Varda a su época.
Años antes, en 1971, Simone de Beauvoir, filósofa, profesora y una de las pensadoras más influyentes en la historia del femenismo , escribió “Manifeste des 343 salopes”, conocido también como el “Manifiesto de las 343 guarras”, una declaración firmada por 343 mujeres que afirmaban haber tenido un aborto y que, por ende, se exponían a ser sometidas a procedimientos penales que podían llegar hasta la cárcel. La obra fue publicada el 5 de abril de 1971 en la revista francesa Le Nouvel Observateur, y dio paso, sumado a otros sucesos, a un estallido feminista, plasmado en la cultura.
Y es que es interesante analizar, a la luz del séptimo arte, las reflexiones que ya se venían gestando. Unos diez años antes de este momento, justo cuando estaba en auge la segunda ola del feminismo que puso la mirada en lo privado —las relaciones, el cuerpo, la casa— y su relación con lo político, Varda ya reflexionaba sobre estos asuntos. En Le Bonheur, un largometraje estrenado en 1965, la directora contrató al actor Jean-Claude Druot, a su esposa e hijos reales para interpretar a un familia aparentemente pacífica, cuya historia se fractura cuando Druot se enamora de otra mujer e intenta integrar su adulterio en su vida cotidiana.
Varda, entonces, muestra un hogar idílico que se rompe debido a los caprichos egoístas de un hombre que parece ser capaz de encontrar la felicidad intercambiando mujeres. Le Bonheur es una película que con un profundo cinismo sobre la vida doméstica, hace una reflexión vigente para nuestros tiempos.
En su película de 1962, Cléo de 5 a 7, Corinne Marchand interpreta a Cleopatre, una hermosa y ególatra, estrella del pop que deambula por las calles de París, sufriendo un ataque existencial tras un posible diagnóstico de cáncer augurado por un mazo de tarot. La película se desarrolla casi en tiempo real, de las cinco de la tarde a las siete de la noche, lo que refleja la terrible subjetividad del tiempo desde el punto de vista de esta intranquila mujer, quien tortuosamente solo se dedica a esperar malas noticias sobre su salud. Esta narración es una cruda reflexión sobre cómo la vanidad juega un papel trágico en la identidad de las mujeres y sobre cómo quienes lo tienen todo, muchas veces se sumergen en dramas sin sentido.
Décadas después, Varda se muda a California con su esposo, el director, Jacques Demy. En este país se encuentra con varios temas que llaman su atención, como el movimiento antiracista y militante de las Panteras Negras, inspirado por la filosofía de Mao Tse-Tung. En un corto documental, llamado Black Panthers la directora explora no sólo las propuestas de este movimiento, sino también la participación política de las mujeres en el mismo y cómo incluso, un acto tan simple, como dejar de alisarse el pelo y acoger su afro se convierte en un símbolo de lucha racial y de género.
En 1977, Varda estrena una de sus películas más políticas: L’une chante, l’autre pas (en español, Una canta, la otra no). Explorando el floreciente movimiento pro aborto en Francia a través de la amistad de dos mujeres, esta fue lanzada solo un año después de que en este país se despenalizara el mismo. Con estos personajes, la cineasta expone abiertamente el movimiento social del feminismo y muchas de sus contradicciones.
Gracias a varios críticos de cine internacional, Varda pudo celebrar su carrera cinematográfica en sus últimos años. En 2017, recibió un Premio de la Academia honorífico por su trayectoria. Más tarde, el British Film Institute llevó a cabo una temporada de proyecciones del trabajo de Varda, y un programa de gira llamado Gleaning Truths, donde llevó sus películas a los cines de todo el Reino Unido. “Estoy tan orgullosa de que la gente recuerde mis películas. Es mi recompensa porque nunca gané dinero. Recibí premios, sobre todo en los últimos diez años porque soy mayor y quieren que sea feliz en mis últimos años”, dijo modestamente la directora en una rueda de prensa.
Y es que más que querer que sea feliz, algo es seguro: es importantísimo celebrar su trabajo. Mucho le debemos a su visión profundamente crítica y feminista sobre el mundo porque aunque ya han pasado más de seis décadas desde que empezó a producir sus películas, estas aún resuenan en quienes nos llamamos feministas o en quienes simplemente queremos entender más a fondo las complejidades que atraviesan a las mujeres.