“Hacer cine es una forma de estar juntas”: Lina Rodriguez habla de su más reciente película
Mis dos voces es el más reciente trabajo cinematográfico de la directora colombiana, Lina Rodríguez y aquí a través de la historia de Claudia, Marinela y Ana y un tratamiento visual distinto en el no vemos sus rostros, sino hasta el final, conocemos cómo a las tres las une el proceso de migrar y de sentirse divididas en su identidad y en simultánea habitando varios lugares a la vez.
De acuerdo a la realizadora lo que la une a ellas es su proceso migratorio, esa cotidianidad que a veces se siente como un limbo en un nuevo país, oscilando entre varios espacios emocionales y geográficos. Además, como colombiana siente que está unida particularmente unida a Claudia y a Marinela, quienes también nacieron en nuestro país. Con ellas, dice, comparte una herida y una raíz: a una violencia, a muchas generaciones, heridas y atravesadas por memorias de dolor.
“Conocí a Claudia Montoya en 2017 durante la proyección de mi segundo largometraje, Mañana a esta hora, en un festival latino en Toronto. En ese momento, estaba desarrollando un nuevo largometraje de ficción llamado 'Herida abierta' (So much Tenderness). Dada la amplia experiencia de Claudia como asesora de asentamiento con la comunidad de inmigrantes latinoamericanos en Toronto, le pregunté si podía darme su opinión sobre el guion”, cuenta la realizadora.
Además dice que fue en ese momento cuando le compartió la idea de hacer una película juntas y le pidió que la conectara con otras mujeres latinoamericanas cuyos procesos de inmigración había acompañado. “Me puso en contacto con Marinela y Ana. Después de varios meses de conversar con ellas, decidí centrar la película en estas tres mujeres maravillosas y convertirla en un retrato en tríptico”.
“Antes de grabar cualquier imagen o sonido para ‘Mis dos voces’, quería crear un espacio acogedor y seguro para todas, así que decidí pasar tiempo con Ana, Claudia y Marinela. Fue importante para mí, así como para la película, que primero desarrolláramos conexiones y compartiéramos historias como inmigrantes y mujeres. Aproveché esta oportunidad para visitar sus respectivos hogares y familias y prestar atención a los ritmos, colores y texturas de sus vidas y trabajos cotidianos. Escuché sus experiencias y compartí la mía”.
Como actividad humana, explica la realizadora, ella ve el cine como un encuentro entre personas en un tiempo y espacio por lo que trata de hacer las veces de una tejedora, más que de una directora.
“Siento que mi labor tiene que ver con abrir, facilitar un espacio de encuentro, que en efecto está mediado por mi deseo de convocar a un grupo de personas a hacer una película. De nada sirve convocar a un grupo de personas a colaborar y compartir su presente si no hay disposición y oportunidad para que se lleven algo consigo y dejen algo de sí mismos atrás. Actuar, ser, ocupar un espacio en un momento determinado está conectado inevitablemente, con la turbulencia de emociones y experiencias del presente, delante y detrás de la cámara. Para mí hacer cine es una forma de estar juntas”.
Desde el principio del proceso, cuenta, sintió que su tarea era buscar maneras de retratar sus complejidades que fueran recíprocas a la increíble generosidad y confianza que le brindaron. “Quería encontrar una manera amorosa y cuidadosa de hacer esto sin definir, categorizar o fijar sus identidades y experiencias, para que pudieran articularse en sus propios términos. No quería ‘contar sus historias’, pues estas no solo son complejas y amplias, sino que continúan, no han terminado…”.
Y agrega: “me interesaba encontrar formas de aproximarnos unas a otras, para que pudiéramos aprender de los ecos y contrastes en nuestras experiencias. Quería también escucharlas, y alejarme de algo que me molesta y que se dice con frecuencia en el documental, que tiene que ver con darles voz a los que no tiene voz. Ana, Claudia y Marinela tienen voces propias, hablan a su ritmo y desde sus cuerpos y experiencias".
Por este motivo y como lo que ella nombra como su resistencia a crear una perspectiva centralizada, estructuró la película como una especie de viaje que comienza poco a poco y se enfoca en sus gestos, prestando especial atención a sus manos, mientras realizan actividades cotidianas como conducir, peinarse, atender a sus hijos y hacer jardinería, así como objetos en sus hogares y lugares de trabajo.
“Luego, hacia el final, la película crece y se abre y finalmente revela sus rostros y sus respectivas familias. Hice esto como una invitación consciente a la audiencia para que vayan desarrollando una idea de estas mujeres antes de que las ‘vean’, pero también como un recordatorio de que ver no es tan fácil como parece”, dice.
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Mis dos voces es una película colombo canadiense, producida por Rayon verde. Se realizó con el apoyo del Canadá Arts Council y el Toronto Arts Council y de Michèle Maheux/Toronto Film Critics Association como parte del premio Technicolor Clyde Gilmour. Su distribución en Colombia está a cargo de Danta Cine.
Aquí pueden ver su tráiler: