¿Robo de esculturas en Antioquia? Una realidad
“Las esculturas son mensajes poderosos a través del tiempo”
Ramón Echavarría, artista y escultor colombiano
Probablemente quienes pisaron tierras paisas en la década de los 90, vieron una enorme escultura en el centro de la ciudad que representaba la cultura antioqueña: era la cabeza de un arriero y la cabeza de una mula. De la noche a la mañana este gigante bloque simplemente desapareció. Hoy, 25 años después, se desconoce su paradero.
La escultura es una disciplina artística que consiste en fabricar una figura tridimensional sobre materiales sólidos, además, es una de las bellas artes que enmarca los periodos de la humanidad, resalta las culturas y conversa a través de los años sobre lo que aconteció en el momento de su fabricación.
Es una de las artes más difíciles de destruir ya que dependiendo del material de su elaboración, puede durar entre 10.000 y 15.000 años. Sin embargo, desde hace unas décadas, muchas de estas estatuas y piezas de bronce que habitan la ciudad de Medellín han ido desapareciendo.
Noticias que informan sobre esta problemática aparecen periódicamente no solo en las redes sociales, sino, además, en radio y en televisión. ¿Qué sucede con ellas? Conversamos con el artista y escultor Ramón Echavarría sobre esta situación que aqueja tanto a los autores, dueños de las esculturas, como a la cultura y memoria de la ciudad.
Donde todo comenzó
A nivel histórico, el arte en Colombia se dividió en dos distintas partes: la precolombina y la colonial, siendo esta última la que ha perdurado en su gran mayoría hasta la ciudad moderna.
Los próceres, héroes y la patria fueron los protagonistas de los diseños que realizaron los artistas colombianos durante la Era del monumento heroico y la conmemoración, reemplazada luego por la Era de la experimentación visual y espacial, la Era de la ornamentación urbana y el referente globalizado, y finalmente, por la Era del Arte participativo, donde el espectador es incorporado a la obra y la ecología urbana es la esencia. “Antes eran próceres, y ahora son hechas por el pueblo y para el pueblo. Temas variados y diferentes técnicas”, cuenta Ramón.
Las nuevas formas artísticas que van habitando el espacio urbano de la ciudad, amplían el sentido y la conciencia de la figura misma en relación con la sociedad. Un espacio público es un lugar físico y metafórico donde a través de sus objetos y símbolos las comunidades pautan formas de ser y estar.
En palabras del escultor Ramón, “a través de la escultura se han dominado pueblos y les han borrado sus pensamientos y su independencia. Las imágenes artísticas han servido toda la vida para guiar a las comunidades mediante la religión y la política, por lo que después de un tiempo hay pueblos que entienden que los que están en las esculturas no son quienes los representan en determinado momento de cambio”.
Aprender, usar, gozar y apropiarse del arte es uno de los objetivos que tiene la elaboración de esculturas en la actualidad.
Ciudad de las esculturas en Colombia
Durante diez años, la capital de Antioquia conservó un acuerdo municipal que incentivó a la creación y fabricación de obras de arte tanto para espacios públicos como privados. El Acuerdo 36 de 1982, o como se le conocía popularmente ‘Impuesto de obra de arte’, comprometía a los constructores a destinar el 70 % del impuesto de las edificaciones a la creación de obras plásticas.
En palabras de Ramón, “esa época fue muy linda ya que activó y motivó en su momento a todo el gremio. Aunque esta ciudad tiene muchas esculturas, falta de verdad que se apoye más al escultor, es un gremio abandonado y en vía de extinción, sería bueno ver cómo se incorpora en la economía”.
Según un informe del programa “Patrimonio e investigación cultural”, alrededor de 500 esculturas habitan los parques, las casas y las calles de Medellín. Sin embargo, la mayoría de esculturas que adornan la ciudad están fabricadas en bronce, cobre, acero, hierro, y otros materiales sólidos que tienen valor dentro del mercado económico. Lo que ha desencadenado una serie de sucesos inesperados en la conservación de estas figuras históricas.
¿Por qué desaparecen/roban las esculturas?
Preguntando en distintas chatarrerías de la ciudad, en la actualidad pagan $40.000 por el kilo de bronce, “el material que más resiste al momento de esculpir es el bronce, y lo que más se roban del bronce son los accesorios, pelos, espadas flores, pequeños objetos que se usan como adorno y que son muy susceptibles a que se los lleven”, afirma Ramón.
Esculturas como 'La Familia Silletera’ ubicada en el corregimiento de Santa Elena, ‘El Gato’ y ‘El Guerrero’ de Fernando Botero, ‘El busto de Atanasio Girardot’ que reposaba a las afueras del estadio en Medellín, y muchas más, han sido víctimas de este delito contra el patrimonio cultural sumergido.
Según el Artículo 239 del Código Penal, aquella persona que se apodere de una cosa mueble ajena, con el propósito de obtener provecho para sí o para otro, incurrirá en prisión de treinta y dos (32) a ciento ocho (108) meses. Además, el que por cualquier medio o procedimiento, sin autorización de la autoridad competente, explore, intervenga, aproveche económicamente, destruya total o parcialmente bienes pertenecientes al Patrimonio Cultural Sumergido, incurrirá en prisión de uno (1) a seis (6) años y multa de hasta mil doscientos (1.200) salarios mínimos legales mensuales vigentes, acorde al Art. 269.1.
“Hay cosas que son imposibles, que son de educación y no sólo eso, es que vivimos en una sociedad de muchas necesidades donde la gente en su ignorancia y en la misma necesidad coge una pieza ajena porque piensa que le pueden dar algo por ese bronce al fundirlo y por eso cometen esta infracción”, afirma Ramón.
Aunque la Interpol posee una base de datos sobre arte robado en el mundo en la que se encuentran obras relacionadas con Colombia, el panorama no es tan positivo ya que esta situación mueve intereses económicos y es poco lo que se conoce en el campo.
Para Ramón Echavarría, el hecho de que estos sucesos se hagan presente en la cotidianidad es lamentable, es una desidia con los bienes de la nación, aunque resalta el aumento de interés por parte del Estado a favor de las esculturas: “Cada vez tenemos un Estado más protector en ese sentido y que despilfarra menos dinero. Permitir que eso pase es no tener la guardia de las cosas”.
Paraderos inciertos
Lamentablemente, el destino de estas piezas extraviadas es aún más desolador, pues según el escultor colombiano, “la mayoría de estas esculturas que se roban terminan en las fundiciones”. Tantos años y tantas historias, borradas en una llamarada. Y muchas de ellas aún siguen perdidas.
Algunos casos que han generado duda entre los mismos medellinenses han sido la escultura del antiguo Edificio Mónaco, hecha por el artista Rodrigo Arenas Betancourt; la escultura de Óscar Rojas que se encontraba en la glorieta del Palacio de Exposiciones, y partes de la escultura de La Familia Silletera en Santa Elena. Estas y otras piezas de mediano y gran tamaño se encuentran desaparecidas.
Las organizaciones encargadas de la vigilancia, el mantenimiento y la restauración de las esculturas que adornan la ciudad son las entidades públicas y privadas que se apropiaron del contrato o convenio de la escultura al momento de ser entregada por parte del autor. “Las entidades encargadas deberían hacer más inversión para que se hagan más esculturas en buenos materiales y con buena estructura, lo que imposibilita que la obra sea vandalizada y dejarlas bajo la custodia de algunas entidades que eso es lo ideal”, propone el artista Ramón.
Y aunque la belleza de la escultura es la libertad, esta debe ser cuidada y protegida no sólo por entidades gubernamentales o privadas sino además por la ciudadanía. Rescatar una escultura no es observarla entre vallas de hierro y polis sombras, su significado y su función es interactuar con el espectador, con la calle y con las historias.
Apropiarnos de la ciudad del arte
Desde el punto de vista de Ramón Echavarría, las esculturas hacen parte de la memoria colectiva e individual de la sociedad, interesarse en su historia y cuidado es un deber como ciudadanos, por lo que prevenir este delito desde las actividades diarias si es posible.
Según Interpol, lo que se puede hacer para prevenir el delito de hurto hacia el bien patrimonial es:
- Prestar atención al comprar artículos y utilizar todos los medios disponibles para determinar su origen y procedencia. Este es particularmente el caso para bienes culturales que parecen provenir de áreas de conflicto.
- Utilizar la base de datos de INTERPOL sobre obras de arte robadas para comprobar cada objeto con el que negocie. La base de datos está abierta al público y puede solicitarse el acceso.
- Elaborar inventarios de las colecciones con fotografías de cada objeto con su descripción precisa.
- Rechazar el comprar objetos sin la documentación adecuada sobre su origen.
- Asegurarse de que los objetos sean fácilmente identificables (es decir, mediante marcas del propietario o de empresas privadas especializadas).
- Proteger los lugares donde se encuentran las colecciones.
- En caso de robo, presentar inmediatamente la denuncia en el servicio policial competente, presentado una lista detallada de los objetos robados y sus fotografías.