Colectivo Cirwebert: una escuela popular que le apuesta a los jóvenes y el arte circense
Cada año desde 2015 se celebra el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud. Esta fecha se estableció para festejar la importancia de dotar a los jóvenes de habilidades y destrezas para motivarles a ser influyentes. Cada año se celebra con un enfoque diferente y para este 2024, la ONU indicó que el lema es "Las habilidades de la juventud para la paz y el desarrollo".
En Colombia hay muchos colectivos juveniles que le apuestan a la paz desde diferentes áreas, una de ellas es el arte. En Radiónica conversamos con los integrantes del Colectivo Cirwebert, una escuela popular circense orientada al bienestar social de jóvenes en situación de vulnerabilidad de Bogotá.
Cirwebert es un colectivo que nació en la localidad de Tunjuelito hace aproximadamente 10 años. Javier Acuña, Ximena Reyes y otros familiares se juntaron, desde sus experiencias personales, para crear la Escuela Popular Semillas de Circo con el objetivo de usar las artes circenses para hacer transformación social.
Su sede principal es en el Parque Metropolitano El Tunal, al lado de la tarima exterior de la Biblioteca Pública Gabriel García Márquez. Se reúnen todos los domingos de 9:00 a. m. a 12:00 m.
Javier nos cuenta que el circo lo cambió por completo. A su vida llegó gracias un proyecto similar al que él formó, pero en la localidad de Usme llamado Cirwepa. “Antes yo estaba como un poco perdido por ahí, sin rumbo fijo. La escuela me encaminó y me mostró el camino de las artes; me enamoró”. Javier hacía parte de las barras bravas de Millonarios.
Ximena, por su parte, conoció el circo gracias a la Universidad Distrital. Como estudiante, tenía muchas horas libres entre clases que no sabía cómo aprovechar, y regresar a casa para luego volver a la universidad no era una opción. En esos “huecos” conoció a Javier y otros compañeros, quienes la acompañaron en su proceso de aprender a hacer malabares con clavas. Con el tiempo pasó de ser un hobby a vivir del circo.
Juntando sus historias, Ximena y Javier, además de convertirse en pareja, identificaron que en Tunjuelito no había ningún colectivo de arte circense, por lo que se decidieron a, con las habilidades que adquirieron, apostarle a lo que hoy en día es un proyecto que ha tenido varios logros. Su principal impulso al iniciar fue gracias a las iniciativas juveniles que apoyó la localidad.
Cabe resaltar que las actividades que se realizan en la Escuela Popular Semillas de Circo son totalmente gratuitas para sus asistentes, por lo que el colectivo se sostiene gracias a la autogestión y a propuestas presentadas ante instituciones como el IDPAC, el IDRD y MinCultura, entre otros. Actualmente, están apoyados por la convocatoria Jóvenes por el Cambio 2024 y gracias a ello, próximamente tendrán una sede en Soacha.
Otra forma en la que trabajan es de la mano con colectivos vecinos, intercambiando talleres según el fuerte de cada colectivo. A la escuela asisten cada semana entre 10 y 20 jóvenes, sin embargo, las puertas están abiertas para personas de todas las edades, incluso adultos mayores, siempre y cuando se tenga la disposición de aprender y pasarla bien.
Gracias a estar en un lugar público, al aire libre y expuestos a las miradas de los transeúntes, han logrado que cada vez más personas curiosas se sumen al proyecto. El voz a voz y las redes sociales son otras de las plataformas que han usado para llegarle a los jóvenes de la localidad.
Luego de 5 años trabajando, lograron realizar el primer Festival de Circo de Tunjuelito, que este 2024 con el lema "Circo para la paz" tuvo su quita edición con talleres, competencias y otras actividades.
¿Por qué decidieron enfocarse en los jóvenes?
La juventud es una etapa compleja para muchos, es un momento de la vida en el que se definen muchos aspectos del futuro, en el que se toman decisiones importantes, y cualquier elección, por mínima que sea, puede afectar a largo plazo la vida de la persona.
Justamente tras haber vivido en carne propia la falta de oportunidades para ocuparse en los tiempos libres o explorar las habilidades, Ciwebert se enfoca en los jóvenes para evitar que desvíen su vida a situaciones que los puedan perjudicar. Comenta Ximena que “esta es una gran oportunidad de salir de nuestra rutina, de pensar en otras posibilidades, en cosas que normalmente decimos ‘no soy capaz de hacerlo’, pero que si venimos y le ‘metemos la ficha’ estamos seguros de que lo vas a poder hacer”.
Precisamente así es el caso de Laura Beltrán, una joven que hace parte del colectivo hace 8 años, y quien en un principio veía como algo distante el arte circense. Laura es familiar de Javier y Ximena, y cuando los veía practicar su arte, pensaba que era algo muy difícil y que ella no podía lograr. La impulsaron a practicar y hoy en día lleva 4 años siendo tallerista en Cirwebert. A Laura conocer el circo la salvó de la depresión por la que estaba pasando.
Laura también le apuesta a la transformación social mediante el arte. “Para mí el circo y cualquier arte es un arma poderosa de comunicación. La gente puede expresar todo lo que siente, sus inconformidades, y aparte de todo puede ser un estilo de vida. En lugar de que el niño vea al pandillero vendiendo cosas, como el malo del sector y que todo el mundo lo respeta, que vea al artista tomándose un espacio, que se gana un montón de ovaciones y aplausos y diga ‘yo quiero eso en mi vida’”.
Testimonios similares al de Laura hay muchos otros en Cirwebert. Sus asistentes comentan que el circo les ha cambiado la vida, y que lo ven como un espacio para tomarse un respiro, conocerse a sí mismos, compartir en familia, expresarse libremente, fortalecer sus habilidades, mantener su salud física, y tomar mejores decisiones para sus vidas, entre muchas otras cosas que influyen en construir comunidad, y que directa e indirectamente, le aportan a la paz.