Cien años de la mirada Manuel H
Cuando se presiona el disparador de una cámara, se abre inmediatamente una ventana al pasado. La magia de la fotografía radica en que logra congelar el tiempo y guardar por siempre la memoria de un momento fugaz, que a través de un click se convierte en un legado para el futuro. Con esta idea en mente, durante más de 70 años, Manuel Humberto Rodríguez Corredor, o sencillamente, Manuel H, se dedicó a inmortalizar instantes con su cámara.
Para honrar su trabajo, el pasado 14 de julio, su familia en compañía de la Biblioteca Nacional de Colombia, el Ministerio de Cultura y el Centro Cultural de la Universidad de los Andes, celebraron los cien años de su nacimiento con la “La urna del centenario de Manuel H”, un encuentro digital entre su nieto Manuel Rodríguez y el curador y crítico de arte Eduardo Serrano, un repaso por la vida y obra del fotógrafo.
Una vida que comenzó el 14 de julio de 1920 en el barrio San Diego de Bogotá. Desde muy joven Manuel H se apasionó por los deportes, el cine y las corridas de toros. Y justamente en las plazas que en aquel entonces, la década del 40, se edifican en cualquier terreno baldío de la ciudad, fue donde dio sus primeros clicks con una cámara que compró a un extranjero por 20 pesos.
De forma empírica, a punta de prueba y error y leyendo cuanto libro de foto encontraba en su camino, Manuel H fue aprendiendo los secretos de la fotografía. Cómo jugar con el encuadre y el foco, las posibilidades de la luz y sobre todo el momento preciso para disparar la cámara.
Poco a poco se fue dando a conocer con sus primeras publicaciones en la revista Estampa, las cuales le abrieron las puertas de la Santa María, donde en 1946 tomó su primera foto icónica: Un sombrío retrato del torero Manolete que un año después dio la vuelta al mundo, cuando el matador murió en los cuernos justicieros de un toro llamado Islero. Pero en esa época la foto era un hobby para Manuel H que trabajaba en una litografía, hasta que su destino, y prácticamente el de todos los colombianos, cambió drásticamente el 9 de abril de 1948.
Ese fatídico día, Manuel H estaba tomando un café cerca del lugar donde fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán. De inmediato cogió su Rolleiflex y empezó a registrar el caos que se disparó a su alrededor. Esquivando balas, moviéndose entre los tejados y aprovechando su estatus del fotógrafo de los toros para evitar ser linchado, logró captar imágenes de saqueos, gente iracunda, tranvías en llamas y los cuerpos del caudillo y de Juan Roa Sierra, su asesino, las cuales fueron publicadas en El Espectador.
Después de ese día la foto se volvió su vida. A lo largo de los años trabajó como reportero gráfico de El Tiempo, El Diario Liberal, El Espectador entre otros. Con su inquieto lente, Manuel H registró eventos políticos, gestas deportivas, los primeros conciertos de rock de la ciudad, tragedias como el incendio del edificio de Avianca, políticos como Alberto Lleras Camargo y Luis Carlos Galán, quienes usaron sus retratos en sus campañas presidenciales, campañas publicitarias como la del primer logo de Juan Valdez y en general cualquier suceso que él sintiera que en el futuro sería recordado como histórico.
Pero sin duda lo que más llama la atención de la extensa obra de Manuel H son los rostros que forman la anónima cotidianidad de la capital. Él fue un gran retratistas y fotógrafo de arquitectura que todo el tiempo estaba fotografiando lo que veía. Gracias a eso creó una importante memoria visual de la capital que retrata el paso del tiempo y los cambios que ha vivido la ciudad.
Desde hace dos años, su nieto Manuel Rodríguez creó una cuenta de Instagram en donde se puede ver parte del extenso archivo de Manuel H, compuesto por unas 600 mil tomas. Parte de este archivo está en la página de la Biblioteca Nacional, pero su familia espera que alguna entidad los ayude a digitalizar y clasificar esta extensa obra.
Manueh H quedó inmortalizado en el video de “El álbum” de Aterciopelados, y su trabajo fotográfico es una invitación a imaginar las calles que hoy transitamos sin detenernos a reflexionar sobre el pasado, ignorando que en el futuro nos serán completamente ajenas.