Agua Bonita: Del eco de las Balas a un futuro pintado con aerosol
Eran las 11 de la noche del 31 de marzo de 2017, cuando los habitantes del municipio de Mocoa escucharon un fuerte estruendo. Los ríos Mulato, Sangoyaco, Taruca y demás quebradas aledañas inundaron las calles de esta zona en el Departamento de Putumayo. La lluvia no cesaba, mientras en medio del apagón las alarmas contra desastres alertaban de una tragedia que ya no tenía vuelta atrás.
Según los habitantes de la zona, se trató de una catástrofe anunciada, pues los entes gubernamentales ya habían realizado visitas a la zona en las que habían identificado el riesgo, pero no habían hecho nada para prevenirlo. El rescatista Luis Marulanda había dejado registro en un completo informe en el cual afirmaba que, de no hacer nada, podría tratarse del segundo Armero de Colombia. Y nadie le hizo caso.
326 personas, 400 heridos, 200 desaparecidos y cerca de 17.000 damnificados, fueron las desgarradoras cifras que dejó a su paso la avalancha en Mocoa. Llantos de niños, casas derrumbadas, escombros, cuerpos, sirenas de ambulancia y una oscuridad que parecía infinita se perpetuaba en el lugar. Había una tristeza profunda en el ambiente.
Fueron varias las fundaciones, organizaciones y hasta vecinos de pueblos aledaños quienes llegaron para ayudar. Y entre ellos se presentaron David Ordóñez, más conocido como "El Pelu" y su amigo Diego Arteaga, o "El Grillo". Ambos son jóvenes que creen en la reconciliación, en la vida, en la juventud, en la educación y en el arte. Son además integrantes de la Fundación Inty Grillo, un colectivo artístico y social que se puso al servicio del pueblo afectado.
Cuando amaneció y los rayos del sol comenzaron a iluminar el lugar, El Pelu y el Grillo vieron llegar un camión con tres hombres que empezaron a bajar alimentos, medicinas, ayudas y donaciones para las víctimas. Entre susurros atinaron a decir “Estas ayudas vienen de las FARC”. Y sí, era cierto, los ex combatientes de las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia entregaron una tonelada de suministros para los damnificados.
En ese momento David y Diego, decidieron pintar el camión con el acrónimo “FARC”, pues querían que aquellos que vieran el vehículo supieran que, desde ese día, había comenzado una relación entre ellos, la comunidad y el colectivo que iniciaba su proceso de reincorporación.
Aún así, David confiesa que, pese al enorme agradecimiento con los excombatientes por su colaboración en medio de la tragedia, una parte de él también sentía miedo, temor y desconfianza: “Para mi también la idea de las FARC era la de estos monstruos, demonios, que los medios de comunicación constantemente nos habían presentado”.
La invitación
A pocos días de este suceso, ambos artistas recibieron en su correo electrónico una invitación por parte de las FARC para que visitaran su caserío, convivieran con ellos e hicieran registro fotográfico del lugar. Los dos decidieron ir. El encargado de recibir a David y a Diego en el caserío de Agua Bonita ubicado en Caquetá, fue Reinaldo Martínez más conocido como "Diego".
Martínez es una persona en proceso de reincorporación que, aunque cargó durante más de veinticinco años un fusil y convirtió las montañas de Colombia en su hogar, al momento de hablar lo hace con orgullo de su proceso. Es analítico, observador y avanza en la conversación con cautela. Sus ojos describen la desesperanza y la frialdad con la que ha tenido que vivir por más de dos décadas. Hoy no es solo un hombre comprometido con ayudar a sacar adelante el proceso de paz, sino que además utiliza el arte y la cultura como herramienta de transformación y de reconciliación.
“Cuando ellos (El Pelu y el Grillo) llegaron estábamos construyendo nuestro nuevo hogar, pues se había acordado que tendríamos un espacio habitable y digno y fue lo contrario. A pesar de estar en potreros y sin naturaleza construimos nuestras viviendas”, cuenta Diego. Después de unos pocos meses, Agua Bonita, ya era un lugar distinto. Un espacio lleno de colores, de murales y esperanza. Se convirtió en uno de los caseríos más coloridos de Colombia. “Nos toca construir entre todos un país diferente, donde todos quepamos y que a nadie asesinen por pensar diferente”, dice el excombatiente.
Desafortunadamente, pese a estos anhelos, los colores no solo han pintado las paredes, sino que el rojo sangre ha vuelto a teñir el suelo de este territorio. El jueves 24 de febrero fue asesinado el ex combatiente Jorge Santofimio Yepes, quien se encontraba reunido con el consejo de administración de la Cooperativa Multiactiva Comunitaria del Común, una cooperativa creada en Puerto Guzmán, Putumayo,por los mismos excombatientes para poder subsistir dentro de sus caseríos.
Su nombre se suma a la lista de 311 excombatientes de las FARC – EP que han sido asesinados en medio de un proceso de paz que se difumina y donde no están encontrando las garantías de seguridad para construir una nueva vida. “Con el Gobierno actual, una de las políticas que manifestó hacer desde la campaña fue hacer trizas los acuerdos de paz. Y aunque lo ha intentado, ha sido imposible porque día a día la gente nos ha ido conociendo. Aquí asesinan líderes, defensores de derechos humanos y eso que estamos en un proceso de paz”, expresa Diego.
Para él se trata de falta de voluntad de los gobernantes, que han terminado por introducir o cambiar sobre la marcha asuntos ya pactados. Insiste que de esta manera es difícil sentir tranquilidad y acercarse a una verdad de lo que ha sucedido: “Muchos de los políticos del país deberían rendir declaración en la JEP, invitarlos a que se desmovilicen y que cuenten la verdad y no le hagan tanto daño al país”.
Es importante resaltar que la Corte Constitucional constató que el Acuerdo de Paz estaba siendo incumplido y declaró un Estado de Cosas Inconstitucional (ECI), lo que significa que el Gobierno Nacional deberá emprender acciones puntuales para hacer cumplir las garantías de seguridad que están pactadas en el Acuerdo.
Con la voz quebrada y los ojos trémulos Diego recuerda a Santofimio, mientras reitera que su compromiso y su acción es con Colombia y con los jóvenes. Que su lucha es hacer un país con más equidad, más participación y donde se respeten los derechos que están consagrados en la Constitución Política para que no le toque vivir a las nuevas generaciones lo que a ellos les tocó vivir.
Por esta razón, desde Agua Bonita, ha estado trabajando en iniciativas que resignifican y transforman la historia de la violencia en Colombia. Una de ellas es el festival de grafiti: Agua Bonita se pinta de colores con manos de paz y reconciliación.
Ítalo, una vida a través del graffiti
"Ítalo" era un habitante de Agua Bonita. Se caracterizaba por ser un hombre repleto de amor, luchador, sonriente y soñador, una persona amigable y creativa que entendía los colores de una manera distinta. Desde que estaba en el monte haciendo parte de las FARC – EP estuvo conectado con las artes, pintaba cada que tenía tiempo libre, amaba retratar la naturaleza, los pájaros, las mariposas, las flores y aquellas especies de colores vivos que reflejaran alegría.
Cuando se realizó la primera versión del festival de grafiti en el territorio, Ítalo se enlistó para participar, se apoderó de un paredón blanco y, sin pensarlo mucho, comenzó a realizar trazos morados, naranjas, verdes, amarillos, azules y fucsias. “Se hizo un muro muy lindo. Pintó la evolución y transformación de una mariposa junto a la frase: Paz y reconciliación. Fue uno de los mejores murales que existieron en el lugar” según cuenta David.
Lastimosamente, "Ítalo" regresó a la guerra, uniéndose a las disidencias de las FARC en cuyas filas murió asesinado. En palabras de David, “Ese fue el gran ‘Ítalo’, una persona alegre que por incumplimientos del acuerdo y tener que responder por una familia, volvió a empuñar un arma y tuvo que morir por esta guerra tan injusta”.
Pese a las dificultades y al contexto de cara a un cambio de elecciones, ellos siguen apuntando por su proceso. El festival Agua Bonita, se pinta de colores con manos de paz y reconciliación, aunque nació en Caquetá, se ha ido expandiendo a través de las experiencias, del aprendizaje y del ejemplo de otros jóvenes hasta otros territorios como Meta, Putumayo, Bogotá y Medellín.
Tal y como lo cuenta Diego, “No es solo venir a pintar, es venir a conocer sobre nuestra memoria étnica y ancestral. Es venir a bailar, a cantar, a interactuar. Es construir desde el arte otra percepción de las FARC. Es permitirse conocernos y crear su propia idea, su propio concepto”.
Por esta razón, en la edición número cuatro que se realizará en el mes de noviembre de este año, se espera la visita y asistencia no solo de integrantes del caserío, sino también de las comunidades aledañas, de estudiantes de artes de las principales ciudades, de turistas y de personas que crean en el arte como reconciliación.
“Con un pincel, un aerosol, un rodillo hemos parado un montón de balas. Muchas personas que están en el proceso de paz son ahora artistas y ya no quieren volver a tomar un arma”, afirma El Pelu.
En Chévere pensar en voz ALTA los invitamos a que nos acompañen en este a viaje a Agua Bonita, uno de los espacios territoriales de capacitación y reincorporación que dejó los acuerdos de paz.