“No soy racista, pero…”: Así se vive la discriminación racial en nuestra cultura
Hace ya varios años se desató una polémica luego de que la Revista Hola publicara una foto de la familia de la empresaria vallecaucana, Sonia Zarzur, en su portada. En un primer plano, se veía a cuatro mujeres blancas mirando a la cámara. Al fondo, en medio de la espesura de varios árboles y plantas, detrás de una piscina con un fondo azul claro rodeada de muebles y decoraciones impolutas, había dos mujeres negras uniformadas de blanco. Las dos se miraban de frente, mientras sostenían, cada una, una bandeja con vasos y jarras de vidrio. El titular decía: "Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca, Colombia, en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali".
La carga racista, elitista y violenta de la imagen, conmocionó a las personas que criticaron fuertemente a la revista. En su momento, desde el Programa Presidencial para el Desarrollo de la Población Afrodescendiente, Oscar Gamboa, calificó la fotografía como un “contraste perverso”. Y expresó que para él, la foto mostraba “a las mujeres afro como personas simplemente serviles”.
Y es que en Colombia, este solo es un ejemplo de cómo el mundo cultural ha perpetuado estereotipos racistas. Solo por recordar algunos, podemos citar a Blanquita, la trabajadora doméstica afro que salía antes en los comerciales de Límpido o al Beso de Negra, ese masmelo cubierto chocolate de Nestlé cuya imagen era una caricatura de una mujer joven afro hipersexualizada con labios y senos grandes.
Por eso, con el fin de entender cómo el racismo se ha perpetuado a través de la televisión e incluso la política y cómo se pueden subvertir esas ideas, conversamos con Sham Selassie, docente y activista antiracista, quien tiene un proyecto de comunicación llamado Básico, pero nítido que educa y ayuda a deconstruir el racismo.
De acuerdo a Selassie, lo primero que hay que preguntarse al hablar de este tema es por qué las personas afro no narran sus propias historias. Generalmente, a la cabeza de estas narraciones están personas blancas, alejadas totalmente de la realidad de las personas negras. Lo segundo, dice, es el tipo de personajes que suelen representar.
“Si hay una serie de televisión o una telenovela, las personas afro son empleadas o matones. Muy rara vez sale un afro personificando a alguien distinto. Es otra cosa si es algo sobre Kid Pambelé o sobre futbolistas. Ahí sí hay negros, pero porque toca. En otros programas no hay casi negros en roles protagónicos”, explica.
Eso mismo pasa en la vida política en este país, dice. “Hubo una ministra negra de Ciencia y Tecnología, Mabel Torres, y se la paso pontificando sobre por qué ella era idónea para ocupar ese puesto, cuando era la persona más preparada para hacerlo. Como persona negra tienes que justificar y explicar todo”, agrega. Y explica que esos argumentos sobre todo, se piden cuando las personas se salen del “molde” de lo que se espera de ellas siendo negras, es decir, ser chistosas, fiesteras o ejerciendo ciertos oficios.
“Si eres el que cuenta los chistes y acepta que lo traten mal, bien. Pero si no lo aceptas y exiges respeto, ya no eres el negro chevere. Eso es lo que me pasa a mi. Yo me río todo el tiempo, pero creo que todo debe ser desde el respeto y por eso no caigo siempre bien”, cuenta el activista.
El principal esterotipo que existe, puntualiza, es que la gente afrodescendiente está hecha para ciertas cosas y ciertos oficios. Es algo tan estructural, tan servil y tan común, que a veces a la gente le cuesta verlo. “Son prácticas tan arraigadas a la dinámica social que están muy normalizadas. Son tan normales como el hecho de que maten gente o de que existan todos los días, diferentes escándalos de corrupción. Así pasa con el racismo, es como el papá que le dice a su hijo que no hable con otro niño porque es negro”.
Explica que otra forma de racismo muy evidente ahora es el juicio que se emite contra la candidata presidencial Francia Márquez. “Hay una persona negra campesina aspirando a la presidencia y le quitan todo el mérito por ser negra y campesina, cuando el único requisito para ser candidato es nacer aquí y tener más de 30 años”.
“Hay muchos personajes importantes en la historia de Colombia y Latinoamericana que han sido ocultados”, sentencia y explica que esto no solo ocurre con lo afro, sino con las minorias en general, a pesar de llamarnos un país pluriétnico y multicultural.
Como profesor, Selassie se dio cuenta que muchos pelados no sabían sobre la existencia y el legado de Muhammad Ali, Benkos Biojó y Nelson Mandela. Otros, dice no saben quién era el General Padilla o Juan José Nieto, el primer presidente negro en Colombia. “Tampoco conocían la historia de San Basilio de Palanque y que este país literalmente fue fundado a partir de esclavización de gente negra que levantaba muros con su cuerpo”.
Por eso, su apuesta desde Básico, pero nítido, dice, es que más personas conozcan estas historias. Lo ha hecho creando camisetas que muestran a estos personajes, que narran distintos relatos y que además se centran en reivindicar lo afro y su legado.
Con artistas como Jairo Varela, Zully Murillo, El Brujo o Alfonso Córdoba, visibiliza el legado de las personas afro en el folclor colombiano. Otras tienen frases como “Las vidas negras importan” o reivindican la estética del pelo afro, mostrándola no como moda, sino como resistencia. Y es que las trenzas, dreadlocks y rastas se convierten en resistencia en una sociedad que exalta tanto la blanquitud, que de forma despectiva y violenta a veces se refiere al pelo afro como pelo “malo”.
“Hay una camiseta que dice “No soy racista pero….”. Sabemos que después de esa frase siempre viene algo racista. Con esto mandamos un mensaje claro. Decimos “no soy tu negro”, “tu negrito”, “tu negrita””. Y es interesante porque en las publicaciones donde están estas camisetas hay comentarios que justamente dejan ver el tipo de comentarios a los que lamentablemente se enfrentan las personas negras todos los días. "No soy racista pero… no le alquilo mi casa a negritos", dice uno de los comentarios. “No soy racista pero tú no eres negro”, dice otro.
Lo que han intentado hacer es mostrar otras formas de representación de lo negro, que vayan más allá del estereotipo que se ha planteado socialmente por generaciones. “Muchos creen que la gente negra es solo baile y rumba. Eso es real, hace parte de nuestro acervo cultural, pero vamos más allá de eso. Por eso es tan importante pensar en un proceso de deconstrucción y construcción de otras formas de representarnos”, dice.
Y pone sobre la mesa un tema muy complejo cuando se nace como una persona negra en este país. “Hay unos que nacen con todos los privilegios y otros que hacen lo que les toca para sobrevivir. Por eso nuestro objetivo es desencadenar una serie de conversaciones de lo que de verdad significa ser un país pluriétnico y multicultural, más allá del papel”.
El Grupo estudiantil Cadhube, de la Universidad del Valle, agrega, ya está acercándose a esa noción real de multiculturalidad, luchando por el acceso de jóvenes afro a la educación superior. “Es un programa que ayuda a que los pelados negros a que ingresen a la universidad. Desde ahí se mejora la calidad de vida de muchas personas, los empleos, el acceso. Aunque los empleos están coptados para algunos desde antes, es un avance enorme”. También menciona a la Casa Cultural el Chontaduro, un grupo de mujeres del oriente de Cali que tienen distintas dinámicas lideradas por mujeres afro, que cuenta con una escuela sociopolítica para mujeres y varios proyectos que pretenden rescatar el legado cultural africano y transmitirlo, por ejemplo, a niñas y a niños.
Justamente esa es la lucha, dice Selassie, reivindicar lo negro desde la dignidad. “Todo lo oscuro, lo negro es malo. Eso es algo que queremos cuestionar. Cualquier palabra que sea oscura representa algo malo: “agua negra, oscuro pasado...”. Hay que encontrar mejores formas de expresarse. Lo negro es poderoso. Y para reivindicar es necesario mirar más allá de la capital y del centro del país”.
Y precisamente esa es la cuestión: cuando empecemos a narrar de nuevo las historias que atraviesan a nuestros pueblos haciéndole justicia a los personajes y a los hitos que fueron partícipes de ella, y no solo los que convienen a una élite, cuando dejemos a un lado la exaltación a la blanquitud, incluso, en el lenguaje y en la estética de nuestros cuerpos, ahí, poco a poco comenzaremos a ver la vastedad del legado afro en nuestra sociedad.