Los viajes de ida y vuelta de las músicas afrocaribeñas
En Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y cada vez con mayor asimilación y arraigo en el territorio caribeño, la música afrocaribeña se ha convertido en uno de los pilares del folclore popular.
Explorar el complejo musical afrocaribeño, la influencia de los sound systems (picós) en su desarrollo, los piconemas y la evolución musical de la terapia o champeta africana y la criolla, es sumergirse en un universo tan fascinante como amplio.
Inicialmente, es necesario aclarar que la influencia musical, a manera de diálogo, que sucede entre las naciones africanas y el Gran Caribe, nos remonta más de 500 años atrás con la migración y esclavización de africanos traídos a Colombia y a toda la América Latina. Pero, esa influencia mutua ha tenido una continuidad que ha evolucionado con la tecnología y los rasgos culturales de las naciones participantes en este diálogo interoceánico.
El siglo pasado presenció la creación de uno de los géneros musicales cuya vigencia se fortalece en las comunidades afrocolombianas del Caribe y se dispersa alrededor del mundo.
El nacimiento de un género
La conversación musical se ha nutrido a través del tiempo en un viaje de ida y vuelta a la cuna de la humanidad. En Cartagena, por ejemplo, en los años 30, la presencia de obreros e ingenieros cubanos en las fábricas azucareras de la región favoreció al nacimiento, en Palenque de San Basilio, del Sexteto Tabalá. En los años setenta, Joe Arroyo toma la salsa y las músicas afrocaribeñas, mezcladas a la cumbia de la costa Caribe colombiana, para crear lo que llamará el Joeson.
Distintas sonoridades llegaron entre los años 60 y 70 hasta esta orilla del océano Atlántico para conformar el complejo musical afrocaribeño. Por un lado, tenemos ritmos del Gran Caribe como el Kompa, Calypso y Soca, sonidos africanos como el Soukus, Juju, Mbaqanga, High life y Afropop y músicas del Brasil como el Carimbó, que han sido nombradas, por desconocimiento, como música africana, pero que ahora sabemos que se trata de todo un complejo musical afrocaribeño.
“El universo de la champeta nace del acceso limitado al mercado de la música africana y de las estrategias que provoca: el sistema de los exclusivos transforma un obstáculo en ventaja, que dio origen a la forma tomada por la producción y la difusión locales, conservando al mismo tiempo una estructura oligopolística y funcionando sobre una escasez sostenida. El elemento clave del sistema que se establece progresivamente es el picó, enorme sound-system que remite a los dancehalls jamaiquinos, pero ya presente en Cartagena (y en la costa Caribe colombiana), desde los años cincuenta, como principal vector de difusión de otra música, la salsa” indica Elisabeth Cunin en De Kinshasa a Cartagena, pasando por París: itinerarios de una ‘música negra’, la champeta.
La llegada de esta música a las orillas del Caribe constituye en sí misma un episodio fascinante: aunque muchos mencionan orígenes desde mediados del siglo XX a través de intercambios marítimos entre África y los puertos del Caribe, también se conocen versiones sobre pilotos de diversas empresas que traían (y llevaban) mercancías que incluían música, lo cierto es que emprendedores como el antioqueño Humberto Castillo o los caribeños Osman Torregroza y Hernán Ahumada recorrieron diversas regiones del mundo en busca de discos africanos, del Gran Caribe y Brasil para comercializar y difundir en la región.
En aquella Cartagena de los años setenta, nace un nuevo género musical: la champeta. Su origen: el soukous de Kinshasa y Brazzaville, música clave del continente africano en los años setenta, antes de cruzar el Atlántico. Pero, si seguimos rastreando, ese camino no se detiene allí: la rumba, ancestro africano del soukous, es el fruto de otro viaje, el que llevó el son cubano hacia África, en particular a las dos capitales congolesas, de los años 40 a los 60.
Los picós y piconemas
La rápida difusión de la música no hubiera sido posible sin los picós. En aquellos años 60 cuando las grandes máquinas de sonido (o picós) se volvieron aliados de la salsa dura, y casi simultáneamente se convierten en aliados incondicionales en la difusión de la música africana y caribeña.
El investigador y creador de contenidos cartagenero José David Orozco comenta que “los corresponsales eran los encargados de viajar para traer a territorio costeño éxitos para cada uno de los picós existentes y que estos mismos los lanzaran como exclusivos”. Así, en transacciones de corresponsales a picoteros se borraban los sellos de los discos de larga duración o botaban sus carátulas para lanzarlos como si fueran exclusivos.
Muchos de los títulos de canciones que recordamos, sobre todo, en Barranquilla y Cartagena, no corresponden a sus títulos reales. Pues, ante el desconocimiento de las lenguas nativas del Gran Caribe, Brasil y el continente africano, los picoteros dieron lugar a un curioso caso de etimología popular, tomando como referencias la relación onomatopéyica de los temas musicales y las ilustraciones de las carátulas. Fenómeno posteriormente llamado: piconema.
La consolidación
Esta presencia africana en la costa Caribe tiene además un interesante capítulo, el posicionamiento del género musical en los barrios populares se ve reforzado por la amplificación a nivel nacional en el marco de la creación del Festival de la música del Caribe en 1982, que dio lugar a la dignificación de la identidad caribeña cartagenera hacia el país y, sobre todo, de la cultura popular hacia los medios de comunicación que en buena medida la habían negado, estigmatizado y culturalmente racializado hacia lo "negro”.
Es allí cuando los cartageneros comienzan un diálogo presencial con el conocimiento de los músicos que habían venido escuchando sin conocer sus nombres o los de los títulos de sus canciones. El Festival de Música del Caribe no solo fue un canalizador de la música africana (que ya era de consumo cotidiano en las clases obreras y populares) sino que dio una resignificación identitaria a la comunidad y permitió al público de Cartagena descubrir a muchos artistas africanos como: Soukous Stars, Kanda Bongo Man, Bopol Mansiamina, M‟Bilia Bell, Mahotella Queens.
Músicos congoleños como M'bilia Bel y Lokassa Ya M'bongo, fueron sorprendidos ante el éxito de su música en un país tan distante para ellos como Colombia, tuvieron la oportunidad de cruzar el océano Atlántico para presentarse en la costa Caribe, ante un público que disfruta y baila sus canciones desde hace décadas.
Estas conversaciones entre África y el Caribe muestran cómo durante el siglo XX y aún en el XXI se ha construido una gran “comunidad” cultural entre ambas latitudes: una que nace desde los barrios de las dos orillas del Atlántico, desde las periferias de la sociedad y, en muchas ocasiones, como una forma de resistencia al abandono de los gobiernos locales y a las imposiciones culturales y raciales provenientes de otras regiones del mundo.