El cuerpo femenino, más que un botín de guerra
Desde 2014, cada 25 de mayo se conmemora el Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia Sexual en el Marco del Conflicto Armado, un día entero dedicado a hablar de la magnitud del daño que se causó a las mujeres en la época de la violencia; sin embargo, un día nunca será suficiente.
Claro, primero deberíamos comenzar por entender qué es la violencia sexual en este contexto. Según la Guía para el abordaje de las violencias sexuales de la Comisión de la Verdad, son “todos aquellos actos de naturaleza sexual perpetrados por uno o varios de los actores del conflicto armado, sobre personas puestas en estado de indefensión y cuya voluntad es sometida no solo a través de la fuerza física, sino también por diversas modalidades de coerción y/o engaño”.
¿Por qué enfocar la conversación en las mujeres?
Porque fue en quienes más se ejerció este tipo de violencia. De acuerdo con el Registro Único de Víctimas (RUV), en Colombia, desde 1985 y hasta el 30 de abril de 2023, se han registrado 37.820 víctimas de violencia sexual: 91 % son mujeres y 2 % población LGBTIQ+.
Para todo lo sucedido en esta guerra interna, la Comisión de la Verdad lanzó varios tomos, uno de ellos titulado Mi cuerpo es la verdad, dedicado a hablar de las experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado colombiano.
El volumen está estructurado para entender ¿qué pasó?, ¿por qué pasó?, ¿qué pasó con lo que pasó?, y una de las preguntas que se plantea es por qué el hecho de ser mujeres fue un factor decisivo en las acciones que se realizaron en su contra durante el conflicto.
En el contenido, hay un capítulo dedicado a las violencias sexuales y reproductivas contra niñas y mujeres, y sí, se habla de violencias, en plural, porque no consiste solamente en el acceso carnal violento. Algunas de las modalidades son: violación, amenaza de violación, acoso sexual, trata de personas con fines de explotación sexual, esclavización sexual; obligación de presenciar, realizar o permitir actos sexuales; desnudez forzada y mutilación de órganos sexuales.
Durante el texto no solo se habla de lo conceptual para poder encontrar respuestas, sino que se recopilan fragmentos de varios testimonios, porque es importante plasmarlo, porque lo que no se nombra no existe. Los testimonios sirven para identificar, comprender y denunciar lo sucedido. Si no se habla, se normaliza, y eso es lo que históricamente no ha permitido avanzar. Y como lo dice el propio documento, “Sin la voz de las mujeres, la verdad no está completa”.
Para entender de mejor manera lo que tuvieron que vivir estas mujeres, hay que mencionar que no solo ejercieron sobre ellas violencia sexual, sino que al mismo tiempo estaban viviendo la guerra, viendo morir a sus amigos, vecinos o familia, viviendo a toda hora con incertidumbre, y sabiendo que el solo hecho de ser mujeres las convertía en un blanco para los ataques. En muchos de los casos se sumó a todo esto el racismo que se ejercía sobre mujeres afro e indígenas.
La violencia ejercida sobre las mujeres no fue solo para satisfacer los deseos sexuales de los perpetradores, todo el tiempo se trató de un ejercicio de poder, de subordinación, y de querer perjudicar al otro bando, tomando a las mujeres como si fuesen un objeto, un vehículo para lograrlo.
Afectar a las mujeres de la comunidad era una estrategia contra el enemigo, esto ayudaba a “rebajarlo” desde lo más íntimo: el hogar, además de funcionar para mantener una disciplina fundamentada en el miedo. Esto afectó en muchos de los casos a mujeres que no tenían absolutamente nada que ver con el conflicto.
Entre los hallazgos que se hicieron, se encontró que una buena parte de las mujeres abusadas lo fueron por ser consideradas aliadas de los adversarios, a manera de castigo. Para quienes eran lideresas o integrantes de organizaciones sociales, el destino era ese, ser violentadas por su labor.
Incluso en algunos de los casos, el cuerpo de la mujer se vio como un botín de guerra. Las usaban para tener hijos que apenas tuvieran la “capacidad de combatir” serían reclutados para sumar personal a los grupos armados. Todo esto pensado de forma estratégica y siendo otra forma de violencia el obligar a una mujer a parir hijos no deseados.
A algunos no les bastó con los distintos abusos sexuales. Varias mujeres nunca podrán dar su testimonio porque los actores de la guerra decidieron terminar con sus vidas, y lo hacían por cualquier motivo, por insignificante que pareciera. Y como si no hubiera sido suficiente, según los relatos, con los cuerpos inertes también cometían atrocidades, incluyendo entre ellas el canibalismo.
También se corroboró que los casos de violencia sexual a mujeres aumentaban proporcionalmente a medida que la guerra lo hacía.
Pero, ¿todo esto qué significa?, ¿cuál es el denominador común causante de todo lo que pasó? La respuesta es una sola palabra: patriarcado, entendido como una estructura de poder y de dominación que ordena las diversas relaciones sociales y produce discriminación.
La guerra de por sí no fue más que un refuerzo del patriarcado. Algo que pudo haber sido solo una lucha de ideales, de formas distintas de pensar, terminó convirtiéndose en uno de los episodios más duros de la historia de Colombia gracias a esa posición dominante, infundada por el patriarcado, que los hombres querían mantener.
Por otro lado, un común denominador era que las mujeres solteras tenían más probabilidades de ser violentadas; ya que eran más respetadas con una figura masculina que las acompañara.
¿Por qué es importante hablar de la violencia sexual ejercida en mujeres durante el conflicto?
Según los reportes del Centro Nacional de Memoria Histórica, "la violencia sexual es, quizá, la violencia más olvidada y silenciada entre los repertorios de violencia empleados por los actores armados. Ningún actor admite con franqueza haber violado, acosado o prostituido forzadamente a una víctima".
Sí, todos los actores del conflicto ejercieron violencias sexuales, incluidas las fuerzas del Estado, y aunque en algunos grupos armados estuviera prohibido por sus lineamientos internos hacerlo, también lo ejercían.
Y como mencionamos anteriormente, lo que no se nombra no existe, por ello es importante visibilizar lo que le sucedió a las mujeres en la guerra, para que muchas otras tengan menos miedo de hablar, y poder estar cada vez más cerca de la verdad, que aunque nunca será una verdad absoluta, puede aportar mucho a la reconstrucción de nación.
Hablarlo funciona además como una forma de acompañamiento, así las mujeres se pueden reunir, pueden afrontar la situación apoyándose entre ellas, luchando colectivamente para demostrar que su cuerpo no es botín de guerra.
Justamente de ese ejercicio del diálogo y el acompañamiento han salido mujeres muy valientes a reconstruir sus vidas, muestra de ello está en el documental Cuando las aguas se juntan, estrenado en 2023. El filme es la historia de un grupo de mujeres que sufren la guerra, pero se atreven a tejer paz en comunidad.
La parte más importante de todo esto es la no repetición, que toda la historia sirva como ejemplo de lo que no debe seguir sucediendo. Si deseas comprender a más profundidad el tema, puedes encontrar el tomo completo en la web de la Comisión de la Verdad.