El Museo del Caribe: la nueva Puerta de Oro
Los recuerdos de tiempos dorados que con el paso del tiempo se fueron del centro de Barranquilla a otros lugares de la ciudad, han ido regresando poco a poco luego de la recuperación de uno de los lugares emblemáticos de la que fuera la segunda ciudad en importancia de Colombia.
Otrora el puerto más importante del país, por donde entraron desde finales del siglo XIX todo tipo de avances, conocimientos, culturas y noticias, Barranquilla está mirando de nuevo a una zona de edificios históricos recuperados como La Aduana, donde ahora se concentra el Parque Cultural del Caribe con el Museo del Caribe como su epicentro.
Siglos de historia y patrimonio natural, humano y cultural del Caribe colombiano, importante zona geográfica y cultural del país, que comprende ocho departamentos y centros urbanos de suma importancia como Cartagena, Santa Marta y Riohacha, están repartidos en las seis salas temáticas, interactivas, didácticas y ensoñadoras de este edificio construído en 2007 por el arquitecto Giancarlo Mazzanti en el centro de la capital del Atlántico.
El Caribe, tierra inspiradora de mágicas historias, faro musical de Colombia, cuna de la aviación y hogar de una fauna y flora diversa y única, se ubica en un lugar privilegiado del territorio nacional, producto de cambios geográficos de miles de años, de movimientos irrepetibles de las capas de tierra y roca que en algún momento tuvieron vida propia, formando sus sabanas, sus mares, sus montañas y la Sierra Nevada de Santa Marta, entre otros tantos ecosistemas que maravillan a propios y extraños.
El Museo del Caribe, que contó con la museografía del brasileño Marcelo Danta, recibe a sus visitantes, numerosos por esta época, con una pantalla gigante en la que se muestran fotografías e imágenes que develan playas vírgenes y desiertos agrestes, todo tipo de animales, climas y paisajes poéticos. Se trata de la Sala de la Naturaleza, primera sala del edificio, en donde se comienza a descubrir el porqué de tanta belleza natural en esta zona.
Pero antes de encontrarse con las fuerzas incontenibles y salvajes de la naturaleza, el recorrido hace una primera parada por la Sala Gabriel García Márquez, una pequeña introducción y homenaje al universo creativo y caribeño del Nobel colombiano, en el que personajes como Florentino Ariza, Eréndira y Mamá Grande, se convierten en animaciones proyectadas sobre recortes de periódicos, noticias y avisos de la época en que García Márquez trabajaba en El Heraldo de Barranquilla y pasaba agitadas tardes de debate, canto y fiesta en La Cueva, discutiendo sobre política y los temas más importantes del acontecer diario del país hace medio siglo.
La sala del escritor se podría conectar con la Sala de la Gente, en el quinto piso, la cual refleja la diversidad racial del Caribe, su mestizaje y el cruce de culturas que ha sido una constante siempre en su territorio. Desde Palenque, el primer pueblo negro libre de América, hasta los indígenas Zenúes, ventanas a sus culturas, puestas en las paredes, permiten conocer a fondo sus características por medio de minidocumentales que el visitante puede escoger y disfrutar por varios minutos. En el mismo espacio, espejos especiales invitan a la gente a mirarse frente a otros y reconocer que las diferencias entre razas pueden obviarse si se mira bien al otro por un momento. Asimismo, en esta tierra de inmigrantes, aparecen los árabes, judíos, italianos, ingleses, alemanes y chinos que llegaron a la ciudad y a toda la zona a aportar sus conocimientos, su religión y su cultura en el desarrollo educativo y tecnológico que tuvo su esplendor en Barranquilla hasta pasados los años 30 del Siglo XX.
Sigue la Sala de la Palabra, en donde se muestran las primeras letras que dio su gente, como Ingermina o la hija de Calamar de Juan José Nieto, considerada como la primera novela publicada en Colombia, ésto en 1845. Vuelve a aparecer en esta sala de ilustres, García Márquez, así como Álvaro Cepeda Samudio, Amira de la Rosa, David Sánchez Juliao, Raúl Gómez Jattin, y otros grandes de las historias y personajes que han dado vida a la ficción y la poética del Caribe, a veces reflejo de una realidad que parece fantástica y facinante para el visitante de otros lugares sin tanto colorido.
Difícil no quedarse dando vueltas por este espacio lleno de magia, en donde los mejores poemas de Jattin o de Candelario Obeso, se pueden escuchar en una cápsula en donde se viaja en el tiempo. Pero, más abajo, hay que seguir a la Sala de Acción para descubrir la historia política, social y económica de Barranquilla, el Atlántico y una parte del Caribe en un documental narrado por historiadores y personajes reconocidos; la rica y diversa historia que más o menos se va intuyendo a lo largo del recorrido "en espiral" que invita a hacer el Museo.
En esa sala, los instrumentos musicales típicos de la región, como el acordeón, llegado originalmente de Alemania, se mezclan con azadones, hélices de los primeros aviones de SCADTA, los primeros radios, teléfonos e instrumentos de los campesinos y pueblos rurales del Caribe.
No queda sino la Sala de Expresión, en el primer piso. De últimas pero no menos importante, es tal vez la más cercana a la gente por ser la que honra a la música de la región, un universo de expresión interminable, precisamente, que ha maravillado a todo el país por la riqueza de sus ritmos, la soltura de sus letras, melodías y cadencias que invitan al baile, al goce y a disfrutar de la vida.
Desde Lucho Bermúdez, hasta Carlos Vives, pasando por Joe Arroyo, los ritmos del vallenato, el porro y la cumbia están plasmados en la pared con las carátulas de decenas de discos que han influenciado a generaciones por doquier. Todos estos sonidos se mezclan en el centro de la sala, donde músicos de todas las edades van apareciendo como proyecciones, sumándose cada uno, con un nuevo instrumento, a una sinfonía Caribe que se va ensamblando y que termina por recordarnos también el presente plural y de nuevas influencias que también han llegado para quedarse.
Si se pasa por Barranquilla, en avión, en carro o en bus, recorrer el Museo del Caribe es un plan que no toma mucho tiempo pero que vale la pena para conocer una parte de la historia de una de las regiones que más le ha aportado a la identidad y a la cultura de Colombia, y que intenta recobrar el esplendor de otros días, el que seguro está a la vuelta de la esquina.
Fotos: Museo del Caribe en Facebook.